24-03-2020
Por Claudia Juárez, Ciencia UNAM-DGDC
Los virus, bacterias y otros microorganismos causantes de enfermedades son parte de nuestro ambiente. Cada año millones de personas en el mundo mueren por infecciones transmitidas entre personas directa o indirectamente.
En el siglo XVI, en lo que hoy es México, los habitantes nativos fueron víctimas de epidemias devastadoras. Los conquistadores europeos trajeron virus letales para el organismo de cientos de indígenas. Muchos murieron por la viruela. Se le considera la epidemia más catastrófica en el periodo de la Conquista, aunque hubo otras.
La segunda epidemia mortal fue de sarampión, que se propagó rápidamente entre los indígenas. Otra de esa época fue la de fiebre hemorrágica cocoliztli, que igualmente acabó con la vida de cientos de habitantes nativos.
Así las poblaciones de México y el mundo han tenido que enfrentar nuevas amenazas virales o bacterianas.
Los virus no viven por sí solos; tampoco pueden reproducirse ni dividirse ellos mismos. Su naturaleza es invadir. Se les ha llamado “parásitos” de las células porque necesitan entrar al menos a una célula para replicarse.
Las bacterias causantes de enfermedad, en cambio, pueden vivir libremente en los organismos y en el ambiente. Ellas ingresan a nuestro organismo a través de los alimentos, por ejemplo; se reproducen, se multiplican y generan una infección.
Los virus están formados básicamente de proteínas y material genético. Las proteínas forman una cápside (cubierta) que rodea y resguarda el material genético, que puede ser ARN (ácido ribonucleico) o ADN (ácido desoxirribonucleico). Los de ARN son los más cambiantes y contagiosos.
Los virus del sarampión, dengue, chikungunya, influenza, gripe y coronavirus pertenecen a esta clase.
Los coronavirus (Cov) son una familia de virus que causan infecciones desde el resfriado común hasta más graves como síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS-CoV) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV).
El coronavirus que hoy más nos preocupa se llama SARS-Cov2 porque su secuencia genética es muy parecida a la del SARS, mientras que COVID-19 es el nombre de la enfermedad que provoca el patógeno.
Según las estimaciones, si se compara con el sarampión, el SARS-Cov2 tiene un menor alcance de contagio; es decir, por 1 persona infectada se estima que de 2 a 4 pueden contagiarse de COVID-19. En el caso del sarampión, 1 persona infectada podría transmitir la enfermedad hasta 15 personas.
Frente a las amenazas de nuevas enfermedades virales y rebrotes, disponemos de distintas estrategias. Los avances en el conocimiento científico de los virus y sus mecanismos de acción, así como las pruebas de detección, permiten a las personas y gobiernos mejores acciones de contención.
La vacunación es una las medidas más efectivas. Las vacunas están hechas principalmente de derivados de virus o bacterias vivos o muertos. Su fin es que la enfermedad ´debilitada´ sea reconocida por nuestro sistema inmune y prepare su respuesta de defensa.
Las vacunas no solo protegen del contagio de una enfermedad a quien las recibe, sino a los que lo rodean en su familia y comunidad. También el aislamiento voluntario durante una epidemia es una medida con beneficio individual y social.
Las habilidades de interocepción son igual de importantes. Incluyen la capacidad de modular la intensidad de nuestra respuesta de miedo, tristeza o agresividad, así como la respuesta inflamatoria y de inmunidad de nuestro organismo ante amenazas. Se les considera la caja de herramientas que cada uno posee para enfrentar los cambios del ambiente. Nacemos con ellas y otras las aprendemos a lo largo de la vida.
- Sea virus o bacteria, el lavado de manos, preparar alimentos en forma higiénica, evitar el contacto con personas enfermas, tomar agua limpia, mantener al día la cartilla de vacunación y evitar la automedicación son las mejores estrategias para lidiar con estos enemigos invisibles.
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