23-04-2019
Por Isabel Pérez, Ciencia UNAM-DGDC
Conversar con Linda Manzanilla es adentrarse a un mundo fascinante, donde la historia de la vida pasada es la protagonista. La integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM ha sido por años una investigadora reconocida en su campo, debido a su sobresaliente participación en diversas excavaciones tanto a nivel nacional como internacional.
Es miembro del Colegio Nacional desde 2007 y ha pertenecido a más de 12 sociedades científicas. Sus publicaciones más importantes están relacionadas con el surgimiento y transformaciones de las sociedades urbanas tempranas en Mesoamérica, Mesopotamia, Egipto y la región andina.
Uno de sus principales proyectos se ha enfocado al estudio de las primeras ciudades y los primeros Estados, es decir, las primeras sociedades complejas ya con una organización estatal, lo que le ha valido para ser invitada a Turquía Oriental y a Egipto por la Universidad de Roma, así como a Bolivia y a Israel para realizar excavaciones arqueológicas.
“En cada uno de esos lugares no sólo hemos encontrado importantes hallazgos, sino instituciones que se develan con un rompecabezas de datos, pero sobre todo hemos resuelto diversos problemas. En ese sentido, la arqueología es un reto intelectual, me motiva continuar estudiando a nuestros antepasados a través de diversas pistas que nos conducen a la solución de un problema particular”, enfatiza.
Su principal interés, reitera, es resolver problemas y asuntos de las civilizaciones pasadas con el fin de aclarar los panoramas, es decir; descifrar cómo se vivía en esas ciudades, qué actividades tenían, quiénes participaban de esas organizaciones, cómo se gobernaban y finalmente cómo se colapsaron.
En particular, Linda Rosa Manzanilla Naim ha desarrollado una línea de investigación que privilegia la articulación interdisciplinaria para avanzar en el conocimiento sobre el estudio de la vida doméstica en los primeros procesos urbanos, y la articulación de la arqueología con la paleobotánica, la palinología, la paleozoología, la química, la física, la geofísica, la geología, la osteología y la genética.
Con 44 años de trayectoria, ha realizado excavaciones en México, especialmente en el Valle de Teotihuacan, en el centro de México, pero también en Cobá, Quintana Roo, así como en Xalasco, Tlaxcala; Monte Albán, Oaxaca, y en Israel, como asesora del Proyecto Magdala, entre otras.
La arqueóloga cuyas investigaciones han sido merecedoras de premios tanto nacionales como internacionales, menciona que la información construida en Teotihuacan ha sido muy certera. Aún le falta por descubrir una parte muy importante de esta zona: cómo se coordinaban tantos grupos étnicos en un sistema de gobierno, mismo que le dio estabilidad durante 500 años.
En particular, la estrategia interdisciplinaria le permitió constatar cómo los nobles de rango medio que administraban los barrios organizaron caravanas a diversos puntos de Mesoamérica para traer bienes suntuarios a la metrópolis, pero también mano de obra foránea.
Así, en el centro de barrio multiétnico de Teopancazco (que Linda Manzanilla excavó de 1997 al 2005) se pudo establecer la presencia de artesanos de Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Veracruz y Chiapas, además de gente local. La gran diversidad de la población que habitó Teotihuacan se manifiesta también en la diversidad genética.
Actualmente (desde el año 2000 al presente) está excavando el palacio de Xalla, al norte de la Pirámide del Sol, con el fin de comprobar su hipótesis de un consejo de gobierno para Teotihuacan.
Para la exdirectora del Instituto de Investigaciones Antropológicas (1998-2002), estudiar arqueología requiere de pasión, de lo contrario sería un rotundo fracaso intentar adentrarse en este mundo tan maravilloso. Además, es menester estar dispuesto a trabajar aún con las inclemencias del tiempo: a la intemperie, con frío o mucho calor, bajo la lluvia o el rayo del Sol.
“Los arqueólogos de campo debemos tener tanto amor por nuestro trabajo, que no nos importe si nos ensuciamos o nos mojamos; tener la voluntad suficiente para soportar condiciones extremas y aun así seguir laborando”, asevera.
Manzanilla Naim recuerda que su primer acercamiento con la arqueología sucedió cuando cursaba el quinto grado de primaria. Entusiasta, señala que en los libros de texto se incluían temas como las civilizaciones de Egipto, Mesopotamia, China e India, y cuando comenzó a estudiar Historia Universal, en esos mismos libros, se convenció de que su vocación estaba puesta en la arqueología de las antiguas civilizaciones.
Dos arqueólogos tuvieron gran influencia en Linda Manzanilla: Vere Gordon Childe, un gran arqueólogo australiano de la primera mitad del siglo XX, y Kent V. Flannery, uno de los más grandes arqueólogos del siglo XX y profesor de Linda Manzanilla en 1973.
La arqueología, expresa la doctora Manzanilla, es un gran puente transdisciplinario entre las ciencias sociales, y las ciencias naturales y exactas.
Ha sido acreedora a innumerables premios y reconocimientos por sus importantes contribuciones en el área antropológica. Uno de ellos fue el Premio de Investigación del Foro Arqueológico Shanghai que concede la Academia China de Ciencias Sociales. Este reconocimiento le fue otorgado en 2015 por sus aportes sobre las poblaciones multiétnicas y la generación de nuevos conocimientos acerca de las sociedades pretéritas.
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