30-11-2017
Por Susan Irais, Ciencia UNAM
“Hay que mejorar la raza, no empeorarla”, seguro has escuchado esta frase común entre nosotros. Desde la mirada el doctor Federico Navarrete, esas palabras evidencian el racismo de los mexicanos.
El racismo está presente cuando dices “naco”, “gringo”, “güerita”; está también en nuestros refranes “no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre”. Así es, somos racistas, pero la mayoría nos resistimos a reconocerlo.
Desde la Conquista hasta nuestros días, el racismo es una práctica implícita, invisible, se mueve en el ámbito de lo privado, en la familia, con los amigos y dentro de nosotros mismos, eso ha dificultado su reconocimiento, explica el doctor Federico Navarrete Linares, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.
El historiador y escritor trabaja en un proyecto donde se conjugan temas como racismo, discriminación y diversidad cultural en nuestro país. Como parte de esa tarea, recientemente publicó El Alfabeto del racismo mexicano.
El Alfabeto es una estrategia para combatir el racismo a través de la sátira. Y es que esta actitud es una práctica disfrazada en nuestro país; se esconde detrás del humor, de la burla y de los chistes.
En todas las familias tenemos un “negro”. Hemos contado o escuchado un chiste de algún “indio”, le rezamos a una virgen morena y a todas las demás morenas les decimos “prietas”.
Las personas que más nos han discriminado son las más cercanas a nosotros, la familia y los amigos. Es doloroso reconocerlo, pero “nos gusta burlarnos de los que son diferentes, pero lo hacemos con afecto, según nosotros, porque no somos de ninguna manera racistas, simplemente no toleramos las diferencias”, relata Navarrete.
Cuando reconocemos algún agravio de este tipo, no pasa de sentirnos mal con nosotros mismos, incluso cuando eres víctima puedes creer que definitivamente eres feo porque no eres “blanco”. En opinión del doctor Navarrete, individualizamos el problema en vez de reconocerlo como una práctica más amplia, le restamos dimensión y no vemos lo nocivo y dañino que es para la convivencia.
El libro revisa estas prácticas, costumbres, y términos vinculados con el racismo a través de breves textos representativos de algún aspecto de esta realidad. Los artículos comienzan con anécdotas o elementos humorísticos, pero exponen las consecuencias más profundas de este problema.
El alfabeto del racismo está pensando para un público joven, contiene referencias y recursos que puedes consultar en internet. No tiene un orden cronológico, puedes empezar a leer la palabra que más llame la atención; es un modelo para armar, para detonar conversaciones y generar propuestas.
El racismo debe ser combatido de frente con políticas y actitudes. Debemos hacer acto de conciencia, dejar de usar términos racistas como “naco” y tener cuidado con nuestro humor porque puede ser discriminatorio, y sobretodo, fomentar el respeto a la diversidad como valor esencial, recomienda el historiador.
El contenido del ejemplar explica cómo hemos atribuido al color blanco todo lo bello y al negro todo lo contrario, por lo tanto, la piel blanca es bella, las artistas de nuestras novelas son bonitas y se casan con el príncipe azul; los galanes son altos, empresarios y exitosos; la televisión ha reafirmado nuestro racismo.
Pero este comportamiento no se reduce al color de piel, ni a un término, es algo más profundo, algo con raíces milenarias, agrega Federico Navarrete. El racismo daña y lacera nuestras relaciones económicas, políticas y sociales. Es un componente que naturaliza y fomenta la desigualdad económica, la falta de democracia y la violencia.
En México somos racistas cuando preguntamos si el bebé es “güerito” o “morenito”, cuando describimos a alguien como “no tan moreno”, cuando llamamos a alguien “güero de rancho”; es racismo cuando te dicen “¿qué va a llevar güerito?
“Pero no hay mal que por bien no venga”. El Alfabeto es un espejo para ver la huella del racismo en nosotros, en nuestra familia, en la televisión, en México; nos permite auto criticarnos, reconocernos racistas, y sobre todo, reflexionar sobre esta práctica para cambiarla.
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