18-10-2011
Por Paula Buzo Zarzosa DGDC-UNAM
El cáncer es un problema de salud pública a nivel mundial que va en aumento año con año. Para el 2030 podría provocar más de 12 millones de muertes en el mundo, de acuerdo con las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Es común escuchar sobre casos de cáncer en personas que son cercanas a nosotros, sin embargo, todavía conocemos muy poco sobre esta afección. Por el miedo y la falta de información han surgido muchos mitos e ideas equivocadas alrededor del cáncer, de sus causas o hasta de su cura; según encuestas que registra la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC).
El cáncer, en sí, no es una enfermedad; sino que engloba un complejo grupo de enfermedades. Hasta hoy se conocen más de 100 tipos de cáncer que se nombran de acuerdo a la parte del cuerpo que afectan o el tipo de células en que se desarrolla, por ejemplo, el cáncer ocular afecta a uno o los dos ojos; pero de éste existen subtipos como el retinoblastoma que se desarrolla en las células de la retina, o el melanoma intraocular que afecta a los melanocitos, que son un tipo de células de la parte interna del ojo.
Para los científicos no ha sido fácil determinar cuál es la causa exacta del cáncer, pero sabemos que existen varios factores para que éste se pueda desarrollar. Debido a la confusión con la información existente y los mitos que se han generado, muchas veces no estamos atentos a estos factores de riesgo y no sabemos que algunos de ellos se pueden incluso prevenir; y si es el caso, nos pueden ayudar a tener una detección temprana del cáncer.
El cáncer no es contagioso, no “se pasa” de persona a persona por ningún tipo de contacto. Sin embargo, existen virus que pueden transmitirse y aumentar el riesgo de desencadenar un cáncer, como el Virus del Papiloma Humano (VPH) ligado al cáncer cervical, el virus de la Hepatitis B y C que afectan al hígado, o el Herpes Virus asociado con Sarcoma de Kaposi (HVSK).
Es importante resaltar que estos virus no provocan cáncer, sino que aunados a otros factores aumentan la probabilidad de desarrollarlo. Para reducir este riesgo se deben tomar medidas de precaución. Estos tipos de virus se transmiten por el contacto directo de los fluidos, por lo que debemos llevar prácticas seguras como tener relaciones sexuales con protección y no compartir objetos de uso personal (cepillo de dientes, rastrillos o agujas).
Para descartar la presencia de estos factores de riesgo se debe realizar un examen de detección pues, como en el caso del Papiloma Humano son los hombres quienes portan y transmiten este tipo de virus sin saberlo porque nunca desarrollan síntomas. Además, para la Hepatitis y algunos subtipos del virus del Papiloma Humano ya existen vacunas que disminuyen el riesgo de infección, y por tanto, la probabilidad de desarrollar un cáncer.
El cáncer se desarrolla cuando las células de alguna parte del cuerpo sufren cambios o mutaciones anormales y comienzan a crecer sin control, muchas veces provocadas por factores externos que por el factor genético.
El cáncer no se transmite de generación a generación, pero sí las mutaciones genéticas que aumentan las probabilidades de desarrollarlo. Sin embargo, esto sucede sólo entre el 5 y 10%, pues aproximadamente el 90% de los casos ocurren en personas que no tienen antecedentes familiares.
Ciertos tipos de cáncer están más ligados que otros al factor de la herencia, como el cáncer colorrectal provocado por la Poliposis Adenomatosa Familiar (una enfermedad causada por una mutación en el gen APC), o los Tumores del Estroma Gastrointestinal (GIST) inducidos por mutaciones en el gen KIT.
Lo más recomendable para las personas con antecedentes familiares de cáncer es asesorarse con un especialista para realizar un estudio genético. Analizando la historia familiar y con una prueba de sangre se busca si existen mutaciones en los genes y se determina cuál es la predisposición a desarrollar algún tipo de cáncer; o si es el caso, ayudan a lograr una detección temprana.
En el caso de las mujeres embarazadas con cáncer, se podría creer que el bebé también va a tener cáncer al nacer; pero esto es totalmente falso. En casos muy raros el cáncer se propaga a la placenta (el órgano que conecta a la madre con el embrión), pero no afecta directamente al feto.
Cáncer y embarazo es una asociación poco común. El cáncer de mama es el que más se diagnostica y sólo ocurre en uno de cada 3,000 embarazos; para el cáncer de cérvix la relación es de 11 por un millón. En estas situaciones, lo más importante es llevar un tratamiento adecuado y de acuerdo al tipo de cáncer, tener un mayor cuidado para no afectar el desarrollo dentro de la matriz o durante la etapa de lactancia.
La radioterapia no debe aplicarse durante el embarazo, sino al término de éste. La quimioterapia puede empezarse después de la doceava semana de embarazo, pero al nacer el bebé la mujer no debe amamantar.
Existe una preocupación generalizada de que ciertos artículos y sustancias que usamos cotidianamente puedan provocar cáncer. Tal es el caso de los carcinógenos, agentes de los que se ha comprobado una relación directa con el cáncer. Entre éstos se encuentran los asbestos utilizados en la industria, el benceno que se encuentra en el aire contaminado, o la exposición frecuente a elementos radioactivos como el uranio y radón.
Los casos controversiales que todavía requieren de mucha investigación son los productos como los antitranspirantes y desodorantes, o los tintes de pelo; así como los aparatos electrónicos que emiten radiaciones: celulares, microondas y televisores.
En realidad, aún no existen evidencias científicas que demuestren o desmientan su relación directa con el cáncer, debido a que los estudios que se han realizado presentan varias limitaciones. En poco años, nuestros hábitos de uso han cambiado, así como las compañías han modificado los métodos para producir estos artículos.
La Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer (IARC) de la OMS reconoció que los estudios realizados sobre el riesgo de los teléfonos celulares aún no pueden tener resultados concluyentes. En menos de 10 años el uso de celulares ha aumentado a nivel mundial, pero también han cambiado los hábitos porque cada vez se usan más los mensajes de texto o la función de “manos libres”, y el aparato se mantiene lejos de la cabeza. Además, los avances de la tecnología han permitido reducir la cantidad de radiaciones que se emiten al recibir o realizar una llamada.
Pero los expertos señalan que en un rango normal de exposición al teléfono celular, poco más de una hora diaria en promedio, no representa un factor de riesgo. Lo que se debe también analizar es si la frecuencia de uso o un mayor tiempo de exposición podrían estar relacionados con el desarrollo de ciertos tipos de cáncer por las radiaciones.
Otro caso relevante es el de los bloqueadores solares y las camas de bronceado. La exposición a los rayos del Sol (infrarrojos, luz visible y ultravioleta) provoca cambios en las células de nuestra piel, como el cambio de color, pero puede aumentar la predisposición a desarrollar cáncer; sobre todo si estamos expuestos por mucho tiempo.
Debemos saber que los protectores solares sólo ayudan a aumentar el tiempo en que podemos exponernos, pero no bloquean al 100% todos los rayos del Sol. Por lo tanto, no se considera que éstos puedan minimizar el riesgo de desarrollar melanoma, que es la variación más común del cáncer de piel.
Las camas de bronceado tampoco disminuyen el riesgo de la exposición directa al Sol. Incluso son consideradas más peligrosas porque la radiación que emiten sus lámparas UV es mayor a la intensidad de la radiación que proviene del Sol. Si no se siguen los cuidados y tiempos recomendados, aumenta la probabilidad de desarrollar cáncer de piel.
El estilo de vida que llevamos también puede ser un factor de riesgo. El sobrepeso, la falta de ejercicio, los hábitos de consumo de alimentos o sustancias afectan directamente a nuestro organismo, y las células tienen una mayor disposición a desarrollar alteraciones que desemboquen en algún tipo de cáncer. Por ejemplo, el consumo combinado de alcohol y tabaco aumenta el riesgo de desarrollar cáncer de boca, garganta o esófago. Los expertos señalan que casi la mitad de los casos se podrían prevenir cambiando a hábitos más saludables.
Para la ciencia, buscar la relación entre cáncer y el estrés todavía no es un caso cerrado. Los estudios han asociado el desarrollo de tumores cancerosos con la depresión, el enojo reprimido o el constante estrés porque estos estados de ánimo debilitan al sistema inmunológico (las defensas del cuerpo) y lo vuelven más vulnerable al cáncer, pero también a otras enfermedades.
Muchas personas creen que el cáncer se desarrolla porque tienen “mala suerte” o porque está en su destino; y por lo tanto, está fuera de su control. Éste es unos de los mitos más peligrosos porque, contrario a lo que se cree, existen muchos factores como los anteriores que sí están dentro de nuestro control, y si estamos atentos a ellos se podrían prevenir muchos de los casos de cáncer.
El cáncer no está fuera de nuestro control debido a que se puede prevenir, detectar, tratar y curar. Existen diferentes tratamientos – que dependen de la persona y la gravedad del cáncer – como la cirugía extractiva, de transplante, la quimio y radioterapia. Por otra parte, hay alternativas en la medicina tradicional que no se pueden descartar inmediatamente, pues falta estudiar más a fondo sus propiedades curativas. No es extraño escuchar de casos en que la combinación de tratamientos, médicos y alternativos, dieron resultado positivos; pero que no se puede saber exactamente qué curó el cáncer, o si se debió a una combinación precisa de todos estos factores.
Cuando una persona recibe un diagnóstico de cáncer, lo más importante es que inicie un tratamiento médico y que reciba todo el apoyo posible de las personas cercanas. Hoy sabemos que el cáncer no se contagia y que se puede sobrellevar con la atención y comprensión adecuada.
En el marco del Día Mundial contra el Cáncer, a celebrarse el 4 de febrero, los organismos internacionales involucrados en la lucha se han dado a la tarea de erradicar estos mitos, pues la falta de información también es un factor de riesgo muy importante.
Ante una enfermedad tan compleja, es normal que tengamos miedo y confusión. Sin embargo, es necesario aclarar la información que tenemos acerca del cáncer para poder ayudar a prevenirlo. Como los ejemplos anteriores, hay factores de riesgo muy claros que pasamos desapercibidos; pero debemos estar atentos a ellos, pues sabemos que si el cáncer se detecta a tiempo es más probable que se pueda tratar y curar.
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