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Mitos y ceremonias alrededor de los volcanes. Una cosmovisión que perdura

Pueblos cercanos mantienen una relación de familiaridad y respeto con las montañas.

02-06-2023

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC


Cuentan que hubo una época cuando el Popocatépetl quiso robarse a la Malinche, pero mientras la llevaba cargada ella le pidió que la bajara para hacer del baño, justo en el lugar en donde ahorita está. Ahí se quedó la Malinche y Gregorio Popocatépetl se fue. Tiempo después regresó por ella, pues insistía en robársela. Hicieron una apuesta: si él atrapaba su orina se irían juntos, sin embargo, no logró hacerlo, la dejó ahí y se fue con Iztaccíhuatl,  la montaña que vemos a su lado.

Alrededor de los volcanes existen mitos que dan cuenta de la relación entre éstos y las poblaciones asentadas cerca de ellos. Desde áreas como la antropología y la etnografía se han realizado diversos estudios que destacan cómo se han construido social y culturalmente las costumbres, creencias y prácticas de las comunidades que viven, conviven e interactúan con estas montañas.

Existen fuentes que hablan de ceremonias, algunas son de los frailes evangelizadores que habitaron en nuestro país hace siglos, como Bernardino de Sahagún, o historiadores como Hernando Ruiz de Alarcón o cronistas como Jacinto de la Serna.

En días recientes el Popocatépetl ha tenido una actividad intensa de explosiones y expulsión de ceniza. Las comunidades cercanas le han llevado ofrendas, una tradición que realizan desde hace miles de años.

El doctor Roberto Martínez González, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, comenta que también se tienen noticias de culto ritual desde la época prehispánica, pues se han registrado sitios arqueológicos tanto en el Nevado de Toluca, como en el Iztaccíhuatl y en el Popocatépetl. “La mayoría de los casos se trata de sitios con arte rupestre o de altares que tienen cerámica; a veces tienen herramientas de piedra, y esto atestigua una larga tradición de culto en los cerros”.

Muchas de estas ofrendas tienen una relación con ritos de petición de lluvia, ya que a las montañas se les considera como espacios guardianes del agua; mientras otras están relacionadas con la agricultura, la buena salud y el bienestar.




Es decir, como en la cosmovisión de los pueblos de tradición mesoamericana la lluvia viene de las montañas, estas ofrendas a los volcanes son hechas en meses muy específicos y en lugares muy particulares, por ejemplo, en el caso de los volcanes del Altiplano central se realizan alrededor del mes de mayo.

"La cosmovisión es una visión estructurada en la cual los miembros de una comunidad combinan, de manera coherente, sus nociones sobre el medio ambiente en el que viven, y sobre el cosmos en que sitúan la vida del hombre”. Dra. Johanna Broda

Personalización de los volcanes

Los habitantes de alrededor de las grandes montañas, como los volcanes, mantienen una relación de familiaridad y respeto hacia ellos. La investigadora Johanna Broda, en su artículo Simbolismo de los volcanes. Los volcanes en la cosmovisión mesoamericana, destaca que “estos pueblos mezclaron conocimientos exactos con creencias mágicas acerca de la existencia y la actuación de los cerros que eran concebidos como seres vivos”.

Por su parte, Alicia María Juárez Becerril, en su artículo Las montañas humanizadas: los volcanes del altiplano central, explica que a éstos se les adjudican “sentimientos y actitudes humanas claramente diferenciadas en cuanto a su género. En este sentido, cerros y volcanes son personificados y se les ve como personas que deambulan por los poblados”.

Por ejemplo, Don Goyo, como también se le conoce al Popocatépetl, se dice que es un hombre mayor, con sombrero, y algunas personas lo consideran vengativo y con mal carácter. En tanto que en otras narraciones se muestra como alguien callado, que vaga por las comunidades.

“Las montañas en el mundo náhuatl no son solamente objetos, sino que se trata de entidades con vida, que tienen personalidad e intenciones, y cada una de ellas posee características propias, o sea, hay cerros que pueden ser enojones, caprichosos… Hay veces que pueden pedir ciertas ofrendas y normalmente tienen que ver con revelaciones que ocurren en los sueños de una persona”, señala el doctor Martínez González, quien también es especialista en Historia de los pueblos indígenas.

  • El primer nombre que tuvo Don Goyo fue Xaliquéhuac, que significa “arenales que se levantan”. Fue en el siglo XIV, cuando hizo una gran explosión, que los nahuas de la zona lo llamaron Popocatépetl o “montaña que humea”.

Guiados por los sueños

Cuando el Popocatépetl despertó en 1994, después de un largo periodo de calma, las autoridades evacuaron a las poblaciones que habitaban la zona. El investigador Julio Glockner, en su libro Los volcanes sagrados. Mitos y rituales en el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl narra que los tiemperos, es decir, aquellas personas que a través de sus sueños tienen revelaciones hechas por estas montañas, decían que el volcán no les había revelado nada y que esas acciones eran innecesarias.

Estos tiemperos, también conocidos como graniceros y en náhuatl como Teciuhtlazqui, las personas que entran en contacto con el volcán han adquirido este tipo de capacidad después de haber estado enfermos e incluso a punto de morir o cuando fueron golpeados por un rayo.

A partir de esta experiencia, empiezan a tener sueños en que se les revela que se convertirán en guardianes de espacios propios de la naturaleza, por ejemplo, montañas, cerros, cuevas, barrancas.

Asimismo son quienes se encargan de cuidar a las comunidades del mal tiempo. “La imagen onírica del volcán personificado que se dirige al tiempero y sólo a él, provista de un sentido que es interpretado al despertar como una revelación divina, otorga al soñante la posibilidad de asumir un destino que implica el cumplimiento de una función social: controlar el temporal en beneficio de su comunidad”, señala Glockner.



Ritos que perduran

Durante siglos se han realizado distintas ofrendas a volcanes como el Popo y el Izta. Estas costumbres han perdurado durante generaciones y aún hoy mantienen algunos elementos que les vienen desde épocas remotas.

En ellas se coloca pulque, granos de maíz, fruta, mole, ropa, flores, música, cremas, pomadas, copal o se sacrifican guajolotes. Además, se emplean símbolos del cristianismo como las cruces. Algunos de los objetos que lleva la comunidad son peticiones que el propio volcán ha expresado a través del granicero.

Estas ofrendas se colocan en un lugar conocido como El Ombligo hasta donde los habitantes de pueblos cercanos acuden en una procesión y cuando llegan a su destino se le rinde culto al Popo con ofrendas y distintas alabanzas.

“El Ombligo tiene una importancia cosmogónica fundamental, ya que en él se establece un contacto con las fuerzas que gobiernan el cielo y con los antepasados. El Ombligo es un ‘centro del mundo’, un lugar sagrado desde donde es posible entablar relación con el mundo de las deidades y con el inframundo”, destaca Julio Glockner en el libro antes referido.

Estas costumbres siguen estando vigentes en todas las comunidades que viven en las faldas del Popocatépetl, quienes han mostrado una gran resistencia a abandonar este tipo de rituales.

“Las autoridades han dicho que se está volviendo peligrosa la subida al Popocatépetl y al Izta, pero ellos lo siguen haciendo y creo que es importante entender que no se trata de una falta de conciencia respecto a los peligros que ello podría generar, sino que, por el contrario, es gente que vive ahí, conoce tan bien la montaña, que existe una relación de familiaridad con respecto a ella y es demasiado importante como para dejarla”, concluye el doctor Roberto Martínez González.



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