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Aumento poblacional, una amenaza a los bosques y selvas

La deforestación va en aumento para ceder terrenos a la ganadería y la agricultura y así cubrir la demanda de alimentos de una población creciente.

24-07-2019

Por Laura García, Ciencia UNAM-DGDC

En 1950, cinco años después de terminada la Segunda Guerra Mundial, los especialistas estimaban que la población del planeta era de 2,600 millones de personas.

Desde entonces, diferentes factores científicos, económicos, políticos y sociales, como los avances en medicina, el acceso a mejoras sanitarias, la migración y la urbanización favorecieron la explosión demográfica hasta el punto en que en 2015, la Organización de las Naciones Unidas estimaba la población mundial en 7.300 millones de personas.

Solo en México, en el 2000, la población se estimaba en 100 millones de personas, mientras en el 2015, la población de acuerdo a INEGI llegó a casi 120 millones.

El desafío es que mientras la población continúa creciendo a pasos agigantados, también lo hacen el requerimiento de mayores servicios públicos, los problemas ambientales y por supuesto, la necesidad de alimentos.

¿Cómo obtener alimentos suficientes para abastecer las necesidades de una población cada vez mayor? Deforestando los bosques y selvas para destinar esos suelos a la ganadería y agricultura.


Una cadena de problemas

La deforestación es un cambio de uso del suelo en el que una cobertura arbórea es transformada para ser utilizada en alguna actividad humana que no sea el aprovechamiento forestal, explica la doctora Melanie Kolb, investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM.

“Aunque la expansión de las áreas agropecuarias es el principal conductor o causa de la deforestación, existen diferentes niveles o escalas de conductores, siendo el conductor subyacente la demanda de alimentos, que a su vez es producto del crecimiento poblacional y los hábitos de consumo actuales”.

  • En México y América Latina, la ganadería es el principal conductor de la deforestación y en menor medida la agricultura, ya que si bien también genera un impacto ambiental, las áreas que se deforestan para esta actividad son menores comparadas con las que se ocupan para la actividad ganadera.

Pero ¿por qué tanta deforestación? Porque en estos países la ganadería se establece en áreas tropicales, lo que provoca un impacto ambiental severo, ya que para “hacer apto el terreno”, se genera un cambio completo de la estructura original del ecosistema, arrasando en la mayoría de las ocasiones con todos los componentes del ecosistema original.

“Se deforesta un bosque, después se planta o se induce el pasto y allí se llevan las vacas; pero como el ambiente natural no es de pasto, la productividad de ese ecosistema artificial no es muy alto; eso hace que no se puedan alimentar muchas vacas en esa hectárea. Todo esto provoca que se necesite mucha extensión de terreno para poder criar las vacas que un ganadero necesita producir”, comenta la especialista.

Grandes terrenos, pocos beneficios

En México, la ganadería extensiva, es decir, muy pocas cabezas de vaca por hectárea, provoca el desgaste de mucho capital natural mientras se genera un capital ganadero bastante reducido.

Además, como menciona la doctora Kolb, las zonas donde se establece la actividad ganadera, que abarcan también áreas montañosas, provoca que las vacas se desplacen por el terreno buscando alimento, haciendo que sus músculos se endurezcan reduciendo la calidad de su carne.

Este tipo de ganadería provoca que se deforesten grandes áreas de bosque, para tener relativamente pocas vacas y cuya carne es de poca calidad.

Sin embargo, y a pesar de lo aparentemente poco viable, continua realizándose, ya que, de acuerdo con la especialista, “los subsidios cobran mucha importancia, porque hacen que este sistema nada eficiente en uso de recursos, sea económicamente rentable, ya que al menos hasta la administración pasada, en México había facilidades y apoyos para toda la cadena de producción ganadera”.

  • De acuerdo con la Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales (FRA), el porcentaje de tierras forestales con respecto a la superficie terrestre mundial había disminuido del 31,6% en 1990 al 30,6% en 2015.

En mayo de este 2019, la Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) grupo de la ONU al que pertenece la doctora Kolb, presentó una síntesis para tomadores de decisiones donde se abordan el estado de los ecosistemas y la biodiversidad, los conductores y los factores de cambios en las últimas cinco décadas, así como una evaluación sobre escenarios futuros posibles.

En dicho informe, algunas de las propuestas frente a un futuro cada vez más complejo e incierto es aumentar la eficiencia de las áreas cuyo uso de suelo se ha modificado, producir por hectárea tanto como sea el máximo posible para aprovecharla mejor y no tener que deforestar más.

Y por supuesto tratar de hacer más eficientes todas las etapas de la producción de alimentos, incluyendo los usuarios finales, donde se desperdicia una enorme cantidad de alimentos. El dejar echar a perder grandes cantidades de alimento,  obliga a su vez a la Tierra a producir más.

Sin embargo, la doctora reflexiona que si bien existen propuestas que podrían ayudar a mejorar la situación actual, no podemos quitar de la ecuación el factor humano, es decir, la necesidad de obtener recursos naturales que sustentan todas nuestras actividades.


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