13-04-2020
Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC
La alteración de la función hepática es un problema de salud pública, en México se ubica entre las primeras cinco primeras causas de muerte; por lo tanto, estudiar las etiologías, relacionadas con el deterioro de la función del hígado, como la hepatitis o su potencial evolución hacia daño hepático crónico, es fundamental.
En el Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIB) de la UNAM se realizan distintos estudios relacionados con la hepatitis E, enfermedad considerada como la causa más común de hepatitis viral aguda en el mundo. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, la hepatitis E causa anualmente 20 millones de infecciones en el mundo, que se relacionan con hasta 2 millones de muertes cada año de acuerdo con el Global Burden Study.
El virus de la hepatitis E es un virus ARN y pertenece a la familia Hepaviridae, la cual tiene dos géneros Piscihepevirus, el cual infecta a peces y el género Orthohepevirus que infecta animales terrestres y humanos. El género Orthohepevirus se clasifica en 4 especies (A, B, C y D).
Este virus es endémico de países tropicales y subtropicales de Asia, África y América, principalmente países en desarrollo. En estas zonas genográficas, la infección se transmite con mayor frecuencia a través de la vía fecal-oral, generalmente por el consumo de agua y alimentos contaminados.
En los países industrializados la hepatitis E también se ha vuelto un motivo de preocupación y se transmite principalmente por la vía zoonótica (transmisión de animales a humanos), pero también a partir de transfusión de sangre o trasplantes de órganos de donantes infectados.
En los países en desarrollo normalmente existen áreas de deficientes en condiciones de higiene, produciendo, brotes y altas tasas de infección.“Es un virus que al parecer ha circulado largo rato con nosotros y no le hemos prestado la atención que merece”, destaca la doctora Nora Alma Fierro González, del IIB de la UNAM.
Durante muchos años, el interés principal de estudio en el área de alteración de la función hepática se centró en las hepatitis B y C, porque fueron las que inicialmente se asociaron con daño hepático crónico, que a su vez puede conducir al desarrollo de fibrosis o cirrosis. Ante esto, las hepatitis A y E quedaron en el olvido, acota la doctora Fierro.
Esto ocurrió porque durante largo tiempo se pensó que la hepatitis E como la A eran infecciones agudas y autolimitadas, es decir, que se resuelven de forma espontánea y que no generan secuelas.
Sin embargo, en años recientes se demostró que en pacientes inmuno suprimidos, por ejemplo, pacientes trasplantados, con VIH, en quimioterapia o que están recibiendo múltiples transfusiones, el virus causante de hepatitis E es capaz de evolucionar hacia la etapa crónica de forma rápida.
“Comparado con hepatitis B o C, en donde la evolución de la infección demora 20 o 30 años hasta llegar a fibrosis, la hepatitis E en pacientes inmunosuprimidos puede causar fibrosis en un periodo de 3 o 4 años”, dijo.
A partir de ese hallazgo los hepatólogos y gastroenterológos empezaron a estudiar con más detalle la hepatitis E, que además de provocar alteraciones hepáticas, está vinculado con una serie de manifestaciones extrahepáticas a nivel neuronal y de la función renal.
En nuestro país, se identificó la hepatitis E a partir de un par de brotes en los años 80. En ese momento, se caracterizaron las muestras y se describió por primera vez en el mundo la variante genotípica del virus denominada genotipo 2, la cual es muy poco común y solo ha sido identificada en México y en África. Posterior a este hallazgo en México, la investigación relativa al virus de hepatitis E estuvo detenida durante décadas.
Sin embargo, la doctora Fierro señala que a partir del 2014 su grupo comenzó a estudiar el virus de hepatitis E. El diagnóstico definitivo de la infección consiste en la detección del ARN viral en muestras de pacientes mediante técnicas moleculares.
El grupo de la doctora Fierro cuenta con las estrategias experimentales que permiten dicha detección, el empleo de estas herramientas permitió la detección de 2 variantes genotípicas del virus de hepatitis E que no habían sido descritas en el país: el genotipo 1 y el genotipo 3. El 1 en pacientes con infección aguda y el 3 en pacientes con daño hepático crónico.
“Estos hallazgos sumados a la detección en los años 80 del genotipo 2 ubican a México como una zona interesantísima, no hay otro país en América en el que se distribuyan esos tres genotipos”, acota la investigadora.
Para saber qué tanto estamos expuestos a este virus, la universitaria y su grupo de investigación identificaron que en población abierta se observa una frecuencia de 2% de muestras positivas a anticuerpos dirigidos contra el virus. Estos anticuerpos dan una noción de la exposición previa con este agente infeccioso.
A partir del análisis de grupos de riesgo, identificaron que en el caso de pacientes pediátricos con hepatitis aguda cerca de 50% presentaban anticuerpos contra el virus, mientras que pacientes hepatópatas con fibrosis o cirrosis la frecuencia alcanza entre 15 y 20%.
Por otra parte, a partir del análisis de muestras de suero de cerdos del occidente del país, identificaron que 75% de las muestras presentan anticuerpos dirigidos contra el virus. Este hallazgo es relevante tomando en cuenta que los cerdos constituyen la especie animal mejor caracterizada en términos de zoonosis asociada a esta infección.
Otro grupo de riesgo son las mujeres embarazadas, ya que se ha visto que en el tercer trimestre de embarazo una infección por virus de hepatitis E puede conducir a hepatitis fulminante, hasta en 25%. La información relativa a este grupo en nuestro país es aún limitada.
Por otra parte, la progresión diferencial de la infección por el virus de hepatitis E (infecciones agudas vs infecciones crónicas) se asocia con el desarrollo de la respuesta inmune. El grupo de la doctora Fierro realiza actualmente estudios con el propósito de dilucidar los componentes inmunitarios que permiten respuestas favorables frente a la hepatitis E y que conllevan a un mejor pronóstico de los pacientes.
“Es importante seguir conduciendo estudios básicos que permitan describir la maquinaria inmune activada en respuesta a la infección con el virus he hepatitis E. Además, implementar técnicas más eficientes de detección del virus, así como continuar estudios de tipo epidemiológico que nos indiquen cuáles son los grupos de riesgo para la infección; esto en conjunto nos permitirá trazar la transmisión de la hepatitis E, generar adecuadas guías de manejo de pacientes y contender así contra la infección”, concluye la investigadora.
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