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Coronavirus. Cuando los humanos somos los transmisores de enfermedades

El descubrimiento del SARS-CoV-2, que pudo provenir de una especie animal, renovó el interés en la zoonosis, pero se conoce menos el proceso inverso: la antropozoonosis.

28-10-2020

Por Verónica Guerrero Mothelet, Ciencia UNAM-DGDC

La COVID-19, influenzas como la “gripe aviar” y el AH1N1 (mal llamada “gripe porcina”), son ejemplos recientes de enfermedades transmitidas por animales a humanos, un proceso llamado “zoonosis”.

Sin embargo, se habla mucho menos del proceso opuesto: enfermedades en animales que son causadas por contagio o transmisión de los humanos, o zoonosis inversa, también conocido como “antropozoonosis”.

Daniel Alejandro Gómez Pizano, académico del Hospital Veterinario de Especialidades en Fauna Silvestre y Etología Clínica, de la Facultad de Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, nos explica que ambos términos se refieren a cualquier patógeno cuyo reservorio es el humano, quien puede transmitirlo a cualquier otro vertebrado.

Hay un extraordinario incremento en la producción animal en industrias, granjas y mercados legales que, pese a contar con buenos niveles de sanidad y seguridad, en lugares como México “se han visto alcanzados por manchas urbanas y sus desechos, que ponen en riesgo a los animales de producción”, refiere el académico.

También ha crecido la industria de las mascotas y su convivencia diaria con los humanos se ha vuelto muy estrecha, “aumentando el riesgo de contagio para los animales, principalmente perros y gatos, que representan la mayor proporción de mascotas y pueden ser afectados por parásitos, virus, hongos y bacterias en común”.

Con todo, la situación puede ser peor para las especies silvestres: “La vida silvestre en cautiverio se mantiene en constante exposición: En el planeta hay casi 1,300 zoológicos y acuarios, con más de 700 millones de visitantes al año, lo que pone en contexto la gran exposición de esos ejemplares al contagio”, indica.

Asimismo, “las poblaciones humanas han alcanzado parques, reservas y medios naturales, incluso con interacciones ecoturísticas”, por lo que la fauna silvestre se ha visto expuesta a nuevos patógenos, muchos de ellos originados en los humanos”.

Además de existir un enorme mercado ilegal de animales y sus derivados, que incrementa los riesgos de salud y complica la situación, “se agregan los factores de movilización y globalización, importantes tanto en procesos de zoonosis como de antropozoonosis, que han dado pie a las pandemias más recientes”, explica.

Como resultado, los animales, nosotros y los patógenos estamos más interrelacionados que nunca

Casos documentados de infección (por contagio o experimental) por SARS-COV-2 en otras especies. Sin embargo, no existe ninguna evidencia de que estos animales puedan transmitir la enfermedad a los humanos:
  • Gatos: contagio humano 
  • Perros: contagio humano
  • Visones: infección experimental
  • Hámsteres: infección experimental
  • Leones: posible contagio humano
  • Tigres: posible contagio humano
Aunque no hay casos reportados, un estudio genómico reciente de la Universidad de California sugirió que primates, como gorilas, orangutanes y gibones, igual que mamíferos marinos, como ballena gris y delfín nariz de botella, son algunas especies que podrían ser susceptibles de contagiarse de COVID-19.
Fuentes: Scientific American y U.C. Davis


Patógenos transmitidos de humanos a animales

“Actualmente, varios estudios han establecido antropozoonosis prácticamente para todos los grupos de patógenos; existen reportes de agentes bacterianos, virales, micóticos (hongos) y parasitarios, e incluso se han reportado casos con interacción de distintos grupos infecciosos”.

Las bacterias han sido el grupo más estudiado, seguido por los virus, con la influenza como principal tema de investigación.

Por último, “posiblemente el agente parasitario de mayor importancia actual en todos los grupos, incluyendo animales de compañía, de producción y de vida silvestre, es la Giardia duodenalis, cuyo impacto antropozoonótico posiblemente se ha subestimado”, refiere el académico.

Uno de los primeros estudios que demostró la antropozoonosis en 1988 se concentró en los dermatofitos, hongos que causan infecciones en piel, uñas y pelo, y pueden transmitirse de animal a animal, de humano a humano, de animal a humano y de humano a animales.

Poco después, el enfoque se trasladó a bacterias, como el estafilococo áureo resistente a Meticilina y la Mycobacterium tuberculosis.

“Existe el reporte de tres elefantes que murieron de Mycobacterium tuberculosis. Esos ejemplares estuvieron en contacto con humanos, por lo que se presume que su fuente de infección fue humana. Hoy, se mantiene la teoría de que esta especie es susceptible a contraer tuberculosis por esa vía de transmisión”.

Hacia el final de la década del 2000, comenzó el interés en los virus, que tuvo un apogeo en 2009, con la pandemia de AH1N1. Simultáneamente, desde el año 2000 surgieron estudios que investigaban la transmisión, de humanos a animales, de algunos parásitos.

“Un caso de importancia ecológica se dio en el 2010, en una población de licaones (perro salvaje africano) infestados por el parásito Giardia duodenalis, pues es una población en peligro de extinción”. Se sospecha que los turistas fueron el vehículo de infestación.

  • Una revisión reciente de la Universidad de Florida a estudios publicados hasta 2014, identificó casos de transmisión de bacterias, virus, parásitos y hongos, de humanos a animales, en 56 países de todos los continentes, excepto el Antártico.

Primates, los más vulnerables

Y, como podría esperarse, los primates representan las especies más vulnerables. “Los primates en general tienen mayor riesgo por su cercana relación filogenética con los humanos”, explica Gómez Pizano.

Por ejemplo, en 2003, 2005 y 2006, varios brotes de enfermedades respiratorias fatales devastaron colonias de chimpancés en vida silvestre del Parque Nacional de las Montañas de Mahale, en Tanzania. Se identificó como culpable un virus asociado con humanos, que causa infección en vías aéreas superiores.

Similarmente, en el Congo murieron 6 bonobos por  síntomas respiratorios asociados a un tipo de influenza que no se caracterizó por completo.

También han existido brotes reportados en primates en cautiverio, como en el Lincoln Park Zoo en Chicago, “donde 9 chimpancés murieron de enfermedad respiratoria a partir de un paramixovirus”. En esos casos, se considera que el humano fue el transmisor del agente, refiere el académico.

Expresa que, tal vez por la pandemia actual, la población esté más familiarizada con el término “zoonosis”, con la idea de que los animales podrían ser un posible vehículo de enfermedades infecciosas.

No obstante, “posiblemente, somos un poco egoístas al asumir que, como humanos, no representamos un riesgo de salud para los animales”.

Algunos patógenos con transmisión documentada de humanos a animales

Estafilococo áureo: causa una infección muy difícil de tratar que puede ser fatal. Se conoce como “super bacteria” por su resistencia a antibióticos. Existe registro de contagio a especies no humanas, como perros.

Tuberculosis: el primer caso documentado de transmisión de humano a un perro se publicó en 2004 y costó la vida a un Terrier Yorkshire. También se han registrado casos en elefantes y gatos, aunque estos últimos generalmente se contagian de tuberculosis bovina o, en ocasiones más raras, de una versión transmitida por aves.

AH1N1: el primer caso registrado de una transmisión fatal de humano a gato sucedió durante la pandemia de 2009, en Oregon, E. U. En 2011 y 2012 fueron identificados más de 13 gatos y un perro infectados por H1N1 durante la pandemia humana, con síntomas similares a los que sufrieron los pacientes humanos. También se presentaron casos en cerdos y algunas especies silvestres como civetas (un pequeño mamífero omnívoro de Asia).





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