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8M. Corresponsabilidad en labores de cuidado: no es solo un asunto de mujeres

Las labores de cuidado son un bien común

07-03-2025

Por Liliana Morán Rodríguez, Ciencia UNAM-DGDC


La autonomía y la libertad de las mujeres difícilmente podrá alcanzarse si no se encuentran en igualdad de condiciones con respecto a sus pares hombres. Por ejemplo, en la división equitativa en las labores de cuidado y el trabajo no remunerado en el hogar.

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, el trabajo no remunerado es aquel que se realiza sin pago alguno. Contempla principalmente el trabajo doméstico y las labores de cuidado de niños, niñas, personas de la tercera edad, personas con discapacidad y/o personas enfermas.

“Durante siglos las labores y trabajos de cuidados que no se pagan y que no son remuneradas han estado principalmente en manos de las mujeres”, asegura la doctora Estela Roselló Soberón, investigadora en el Instituto de Investigaciones Históricas e Investigadora Asociada del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM.

¿Quién no conoce una historia donde las mujeres no pueden avanzar a la par que los hombres por labores no remuneradas y/o de cuidados? A lo largo de este texto encontrarás testimonios que sirven de ejemplo.



En México, el estudio “Trabajo no Remunerado de los Hogares” 2018 (con actualización del año 2023) que presenta el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) da cuenta de esta realidad.



La doctora Estela Roselló, especialista en historia cultural y de las mujeres, explica que esta diferenciación histórica se debe principalmente a las sociedades patriarcales y también a partir de una cultura católica. “La religión reforzó mucho la idea de que las mujeres tenían que quedarse en su casa, que no podían salir a los espacios públicos, que tenían que ser madres de familia y esposas virtuosas, que se dedicaran solamente a cuidar y a sacrificarse por los hijos y por las hijas.” 

En ese esquema de familia tradicional católica que todavía está muy vigente en muchas partes de nuestro país, sin duda las mujeres siguen llevando a cabo la mayor parte de las labores de cuidados de los hijos, de los adultos mayores, de los enfermos, de las personas con discapacidad que viven con ellas. “Sin duda, esto sigue siendo una realidad presente en nuestro país”.








Mantener un hogar; las actividades de entretenimiento y esparcimiento; cuando aplica, los gastos de la escuela de los hijos o la salud de los enfermos no es posible con un solo ingreso de uno de los integrantes de la familia. Es por ello que, desde hace varias décadas, las mujeres se han incluido como proveedoras en la economía familiar.

Sin embargo, las labores del hogar y el cuidado las debe seguir haciendo alguien. Pocas personas tienen el privilegio o la capacidad económica para contratar a quien resuelva estos temas para no duplicar o triplicar sus funciones.

La también Coordinadora del Proyecto de Cuidados para la vida y el bien común del C3 considera que las batallas feministas, la necesidad de los propios hombres de redefinir su masculinidad o paternidad, así como las necesidades económicas, la tendencia del cuidado ha ido cambiando y las cifras -aunque siguen en su mayoría cargadas a las mujeres- son muy diferentes a lo que sucedía en los años ochenta o noventas.

Cuidar a los enfermos

En prácticamente todo el mundo, pero especialmente en nuestro país, ocurre una transición demográfica en la que hay menos nacimientos y más sociedad de 60 años de edad o más.

Aunado a que, envejecidos o no, las enfermedades crónicas no transmisibles (cáncer, infartos al miocardio, enfermedad pulmonar obstructiva, diabetes, demencia, etc.) que más afectan a la población mexicana pueden derivar en alguna discapacidad y/o dependencia que puede exigir cuidados a largo plazo.

Según el Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores, las actividades que realizan las personas cuidadoras son:

Supervisar y apoyar en las actividades de la vida diaria (baño, alimentación, vestido, movilidad, etcétera). 

Acompañar y dar contención emocional.

Colaborar en el cuidado de la salud (toma de signos vitales, compra y administración de medicamentos).

Planear actividades rutinarias.

Apoyar en actividades del hogar.

Resolver situaciones conflictivas.


El INEGI, con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (Enasic) 2022 corroboró que en México se estiman 58.3 millones de personas susceptibles de recibir cuidados en los hogares, cifra que se conforma por personas con discapacidad o dependientes (que tienen mucha dificultad o que no pueden realizar alguna de las siguientes actividades: ver, incluso con lentes; oír, incluso con aparato; caminar, subir o bajar; recordar o concentrarse; bañarse, vestirse o comer; hablar o comunicarse; mover o usar sus brazos o manos; y/ o a las personas con algún problema o condición mental que no podría vivir sola).

Esta encuesta mostró que, del total de personas de 15 años y más en el país, 31.7 millones (32.0 %) brindaron cuidados a integrantes del propio hogar u otros hogares. De estos, 75.1 % era mujer y 24.9 %, hombre.


La doctora Estela Roselló explica que la carga del cuidado de personas enfermas puede ser una actividad que no siempre implica una connotación negativa para quien otorga los cuidados, aunque no sea una actividad remunerada.

“Esto también llega a dignificar a la persona cuidadora. Cuando uno se hace cargo de atender las necesidades para acompañar y para que la dignidad humana del otro esté preservada, uno se asume como una persona bondadosa, compasiva, capaz de escuchar”.

Sin embargo, no siempre es completamente satisfactorio cuidar “No es fácil y, en ese sentido, puede ser una actividad profundamente agotadora que genera sensaciones de cansancio, frustración, enojo, tristeza, hastío y hasta también es válido que algunas de las acciones de cuidado nos generen asco”.

Asegura que la carga cotidiana para quien cuida, conlleva muchos esfuerzos físicos, mentales y emocionales. Y sí, además, nadie reconoce, remunera, agradece o le da importancia a su labor, puede generar una sensación de mucha frustración.

“Yo creo que la principal dificultad para esas personas cuidadoras no profesionales no solamente es que no se les reconozca, no se les remunere y no se les visibilice socialmente; sino que muchas veces, muchas de ellas, no cuentan con el apoyo de instancias gubernamentales de proyectos del Estado que faciliten las tareas de cuidados para la población más vulnerable.

Es decir, en el momento en que los estados dejan solas a las personas para que se hagan cargo ellas de manera individual de sus seres vulnerables, discapacitados, enfermos, niños, ancianos; eso genera una enorme soledad, una enorme sensación de impotencia y de trabajo que no se puede enfrentar fácilmente”.

Reitera que el cuidado muchas veces es algo que “nos toca” o que se hace por obligación, implica trabajo y genera diversas sensaciones difíciles; pero cree que, si se realiza en compañía, puede cambiar en distintos niveles como el emocional, mental o físico. La carga se reduce o se comparte.


¿Cómo acompañar en los cuidados?

Justamente del Proyecto de Cuidados para la Vida y el bien común que la doctora Roselló lleva coordinando desde hace 4 años propone cambiar esta realidad.

“En el grupo multidisciplinario, estamos convencidas y convencidos de que tiene que haber una transformación cultural, civilizatoria, una sensibilización que tiene que transmitirse desde la escuela, desde nuevos proyectos educativos que sensibilicen a las nuevas ciudadanías, en la importancia de cuidar y en la capacidad cuidadora que tenemos todas y todos los seres humanos que habitamos en el planeta”.

A nivel nacional los cuidados son concebidos como una responsabilidad primaria de las familias. Sin embargo, en México, los cuidados familiares han recaído en las mujeres integrantes de la familia. A este fenómeno se le conoce como feminización del cuidado.

En cambio, el proyecto propone el concepto de corresponsabilidad en la que diversos actores y sectores tienen que asumir las distintas responsabilidades que les tocan en función de cómo cuidar y a quién cuidar:

-Familia, cualquiera que sea. Que sean núcleos proveedores de una sensibilidad amorosa, compasiva, no violenta que ayude a la ciudadanía a crecer en una nueva cultura de los cuidados.

-Iniciativa Privada. Apoyar en combatir desigualdades porque el mercado de cuidados está enfocado en los ricos.

-Estado: Proveer la infraestructura, los servicios, medicamentos, equipos y todos los insumos necesarios para que las personas que cuidan puedan cuidar de manera digna, adecuada tranquila, pacífica, sin preocupaciones del acceso a esas herramientas especializadas.

-Comunidades. Que sean núcleos proveedores de apoyo, de red, de sensibilidad amorosa, compasiva, no violenta.

-Academia y el sector educativo. Brindar los conocimientos, los valores, la nueva ética ciudadana: Hay que educar en una nueva cultura de los cuidados a las ciudadanías globales del siglo XXI, que tienen que estar unidas a partir de esta conciencia de su vulnerabilidad y de las de los demás.

-Ciudadanía. Más allá de pensar ¿Quién me va a cuidar a mí, en algún momento cuando lo necesite? Es indispensable que esa ciudadanía piense y se haga consciente de a quién voy a cuidar yo también. Porque el cuidado tiene que ser una acción recíproca, corresponsable, de ida y vuelta.

“La idea es empezar a tejer una red cuidadora que contemple la corresponsabilidad y la suma de esfuerzos de todos estos actores para poder brindar cuidados de una mejor manera para todas y todos”.

No perder la humanidad

La doctora Roselló insiste en que el trabajo conjunto es la mejor forma de llevar a cabo la labor de cuidado, pues en países ricos, en otras sociedades de ingresos altos se ha demostrado que, aunque el Estado tenga en funcionamiento todo para cuidar a los vulnerables (infancias, personas mayores, con discapacidad o que viven con alguna enfermedad), no puede brindar elementos humanos básicos como a compasión, la compañía.

Es decir, en el hipotético caso de que no faltaran comedores, escuelas medicinas, hospitales, ambulancias, hasta robots de cuidado, el Estado no podría sustituir el cariño, la compañía, la escucha, el habla, el tiempo compartido.

“La unidad entre el cuerpo, mente y la emoción de quien nos acompaña es muy importante. El actor persona es indispensable en las acciones de cuidado: el contacto corporal, la presencia de los otros acompaña y nutre”.

Entonces, el cuidado no sólo es también un esfuerzo físico o de tiempo, también es compañía. A veces pasa que a quienes cuidamos no los volteamos ni a ver, no los escuchamos, no los hacemos parte de actividades.

“El abandono y la soledad son grandes males de nuestros tiempos, y ahí el cuidado tiene un lugar importantísimo y no es algo que podamos seguir depositando solamente en las mujeres.

Eso ya está completamente rebasado, no solamente por lo injusto que ha sido, sino por lo caro que resulta y porque hoy las mujeres y los hombres y las personas sexo divergentes -que definen sus identidades desde otros lugares- se han dado cuenta o nos hemos dado cuenta de que todos, o bueno, al menos muchas y muchos somos capaces de cuidar y necesitamos ser cuidados”.




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