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Un mundo de bioartefactos

Transgénicos, patentes, armas biológicas y clonaciones ¿Qué implica la tecnología aplicada a los organismos vivos?

06-10-2023

Por Elisa Domínguez Álvarez-Icaza, Ciencia UNAM-DGDC


¿Qué tienen en común un perro dócil que funge como mascota y un jitomate púrpura alto en antioxidantes? Ambos han pasado por un proceso de interacción y modificación del que la humanidad es responsable. Son creaciones biotecnológicas que han pasado por mejoras técnicas para su aprovechamiento, es decir, son bioartefactos.

El doctor en Filosofía Jorge Linares Salgado, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, explica que estos organismos vivos modificados técnicamente por los seres humanos, son muy antiguos, producidos por procesos empíricos a lo largo de miles de años. En el Neolítico, la agricultura y la ganadería generaron los primeros bioartefactos: los cultivos y los animales domesticados y en crianza.

Las primeras modificaciones fueron gracias a la selección artificial. Se escogieron variedades de especies tratando de obtener ciertas propiedades. Los largos procesos de cambio permitieron la adaptación climática y geográfica en diferentes partes del mundo.

A finales del siglo XIX, se descubrieron los mecanismos de transmisión genética que posteriormente pudieron ser aplicados. Eso sí, esta larga cadena de antecedentes no nos pudo haber preparado para la biotecnología actual, cuyos métodos aceleran a ritmos frenéticos los procesos artefactuales, menciona Linares, quien se dedica a la bioética.

La biotecnología hoy 

Actualmente, se utilizan distintos métodos para modificar organismos con fines productivos. Por ejemplo, los transgénicos.  Al bombardear las células, se insertan genes externos que no pertenecen al organismo para dar lugar a alteraciones. Dicha tecnología levantó una ola de opiniones debido al desconocimiento sobre sus efectos.

También se encuentran los métodos de clonación en mamíferos. Se creía que en la industria ganadera sería muy importante porque permitiría obtener ejemplares con ciertas características de interés humano y se acabaría el problema de la crianza. Sin embargo, la técnica no es fácilmente controlable.

Asociado a la biotecnología, existe el método CRISPR de edición genética. Se dice que es más exacta que la transgénesis, ya que con enzimas se puede cortar un fragmento específico del genoma y controlar la inserción de otro.

La biología sintética es un término asociado a la idea de sintetizar genomas enteros, es decir, crear especies nuevas o quiméricas. “La producción de la biotecnología empieza a postular lo que fue un viejo sueño, una idea muy antigua en muchas culturas: producir organismos por diseño a nuestro antojo para satisfacer nuestras necesidades”, señala el filósofo.

Sin embargo, que contemos con el conocimiento técnico disponible no significa que debamos utilizarlo. Las líneas evolutivas se dan mediante la adaptación geográfica, todos los animales tuvimos un hábitat originario. En su opinión, los organismos sintéticos no tendrían un arraigo en un ecosistema y estarían al cuidado humano. Si tuvieran capacidades superiores de fuerza, inteligencia, podrían ser muy peligrosos.


La era de la tecnociencia y el biocapitalismo

No podemos partir con ingenuidad al describir la circunstancia sobre la que se insertan estos nuevos descubrimientos. Para entender los tiempos actuales, el investigador se refiere a la tecnociencia como el proceso que definió cómo se hace la ciencia a partir de la segunda mitad del siglo XX.

Desde la Modernidad comienza a haber una intersección entre ciencia y técnica en donde los conocimientos científicos, principalmente físicos y químicos, comienzan a mejorar la producción de artefactos y herramientas. En la primera revolución industrial, se introduce la mecanización de la producción y en las décadas siguientes, las máquinas se cuelan en todas las industrias y se desarrollan los métodos de producción en serie.

La tecnociencia nace una vez que se afianza la mecanización y las instituciones de producción del conocimiento. Linares la define como un desarrollo acelerado del conocimiento para obtener en un tiempo determinado un producto nuevo; en la que colaboran muchas disciplinas y los científicos quedan subordinados a fines de carácter militar, estatal o privado.

Muchos bioartefactos se articulan bajo los principios de la tecnociencia. Parten de un imperativo de innovación; no surgen de la espontaneidad o creatividad, sino de un plan que obliga a los científicos a producir conocimiento para producir nuevos artefactos El conocimiento se vuelve un insumo subordinado mercantilmente a las empresas que producen, explica Linares.

En la industria biotecnológica, eso se traduce en que los organismos se convierten en mercancías productivas. Se venden, compran y patentan. 

Gran parte está ligada al capital privado, lo que se vuelve un problema serio cuando se concentra, privatiza y monopoliza el conocimiento de acuerdo con quienes tienen mayor poder económico. Para hacer investigación científica, muchos de los insumos, métodos y artefactos no son de libre acceso, por lo que hacer ciencia libre es cada vez más complicado.

Cuestionamientos alrededor del riesgo

En bioética, el principio precautorio es fundamental. El argumento filosófico es que el conocimiento del genoma humano o de las interacciones genéticas entre seres vivos no está suficientemente desarrollado, enuncia el doctor. Hay mucha incertidumbre porque los fenómenos biológicos son sumamente complejos.

El riesgo en el mundo industrial se gestiona mediante una especie de contrato social. La industria tiene la libertad de innovar y producir mientras los Estados regulan, supervisan y aprueban la seguridad de los productos. Cuando causan un efecto perjudicial, los retiran y prohíben. Llega a ser un mecanismo ineficiente porque la intervención no compensa el daño producido, puntualiza el investigador.

El filósofo también señala que esa lógica industrial se ha mantenido durante todos estos años porque el sistema jurídico y político está ligado con el sistema capitalista. Primero están las ganancias de las industrias; en segundo lugar, la seguridad de las personas y en tercer lugar, la de otros organismos vivos.

“La cuestión del riesgo se ha manejado de forma que las sociedades contemporáneas han aceptado, tácitamente, más riesgos porque no los conocen", advierte.

Eso no significa que no hagamos nada. Puede haber usos útiles de la biotecnología como en el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus. Como también hay otras innovaciones que ni siquiera tienen esta primera concepción de beneficio, sino que son creadas para dañar, como las armas biológicas.

"Lo cierto es que la ciencia subsiste libremente en otras instancias, principalmente en las universidades Además de que hay esfuerzos en crear un marco ético partiendo de la responsabilidad colectiva y la autonomía. La biotecnología tiene riesgos esenciales que deberían ser monitoreados por las universidades, agencias independientes, organismos internacionales y la sociedad."

 Dar una perspectiva más enterada del problema a la sociedad puede contribuir a la transformación minimizando riesgos, y es ahí donde la filosofía juega un rol fundamental.


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