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Recogiendo pistas, encontrando los cacaos olvidados

¿Existen cacaos más allá de las regiones donde se produce actualmente?

22-02-2023

Por Gabriel Castro Masegosa* y Mauricio Luna Rodríguez**


El árbol de cacao, cuyo nombre científico es Theobroma cacao, es una especie de gran importancia cultural, pues ha estado ligado a los pueblos originarios de la zona tropical de América. Sonia Zarrillo y colaboradores en 2018 concluyeron que esta especie tuvo su origen en la cuenca alta del Amazonas y fue domesticado en Ecuador ¡hace más de 5 mil años! De ahí se distribuyó a otros territorios en países como Brasil, Trinidad y Tobago, Perú, Colombia, Venezuela, Honduras, Guatemala y México.

Hoy en día, las semillas de cacao son la principal materia prima para la industria del chocolate y su cultivo se desarrolla en zonas productoras, es decir, que cuentan con las mejores condiciones para su óptimo desarrollo. En México, estas regiones se encuentran en Chiapas y Tabasco, principalmente.

Su diversidad genética

Las personas que investigamos el cacao enfocamos nuestro interés en esas regiones productoras, que creemos, albergan la diversidad genética de cacao. Biodiversidad Mexicana menciona que la diversidad genética es el número total de características genéticas dentro de cada especie, a más características de este tipo hay mayor diversidad.

En los cultivos, esta diversidad se va perdiendo con el paso del tiempo, pues los humanos seleccionamos solo ciertos atributos para conservarlos. Parece ser que, para el cacao, hemos adoptado la idea de que la diversidad genética de la especie se encuentra en las zonas productoras.

Conviene preguntarnos ¿existen cacaos más allá de las regiones donde se produce actualmente? Para responderla nos dimos a la tarea de buscar  pistas y las encontramos en disciplinas diversas como la arqueología, la historia y la lingüística, entre otras.



En 2006, Cameron McNeil en su libro Chocolate in Mesoamérica: A cultural history of cacao menciona que la planta se cultivó en zonas de Veracruz, Colima, Michoacán, Nayarit y Guerrero, antes de la llegada de los españoles. En la zona norte de Veracruz, en el centro ceremonial El Tajín, Papantla, se encontró una lápida que data del 800-1100 d. C. donde se observa un árbol de cacao con sus mazorcas desarrolladas en lo que parece ser una representación sagrada de la planta.

En la actualidad, estas regiones mencionadas no son productoras de semillas de cacao en México, sin embargo, es evidente la importancia de la planta para estos territorios.

En Diagnóstico del Cacao en México, Carlos Hugo Avendaño y colaboradores mencionan la presencia de árboles en zonas no productoras, apuntando a la urgente necesidad de estudiarlos y conservarlos, pues pueden tener utilidad en la mejora del cultivo además de formar parte de la diversidad genética de los cacaos mexicanos. 

Con la duda sembrada y las pistas encontradas, decidimos realizar una revisión de diccionarios de las principales familias lingüísticas de México para conocer si tenían palabras para referirse al cacao, chocolate y pataste, este último es un primo del cacao que crece en las mismas condiciones.

 La lengua es importante pues cuando los pueblos nombran una cosa, animal o planta, en su propia lengua, significa que para ellos existe, con un determinado significado e identidad. En algunos casos, conocer las palabras en alguna lengua permite rastrear el origen de los cultivos, algo que se ha evidenciado para maíz y frijol, por ejemplo. 

Con la información de las palabras nos dimos cuenta de que la presencia de vocablos para cacao abarca una extensión mayor a las zonas productoras actuales.



Por otro lado, en la región del Totonacapan veracruzano se ha documentado la presencia de cacao en patios traseros, jardines y potreros. Estos árboles no llevan una intención comercial, es decir que no se cultivan en grandes extensiones ni tienen un control agrícola.

Fueron plantados desde hace décadas y se mantienen por acción de las personas que los custodian. Esto constituye una evidencia directa de la presencia de cacao y, al igual que muchas otras, dichas evidencias estuvieron todo este tiempo ahí, para acceder a ella y echar manos a la obra en la exploración y rescate de estos árboles.

Las pistas eran claras, ahora ¿qué hacer para no redundar en la falta de acción en el estudio de cacao fuera de las plantaciones?

Viaje de campo

Nos dimos a la tarea de emprender el camino y de encontrarlos, guiados por la curiosidad, pero también por la intención franca de realizar una ciencia de mayor perspectiva sobre el Theobroma cacao.

Con ojos de niños haciendo descubrimientos, viajamos por cinco municipios de la zona centro de Veracruz, para estudiar las principales características de estos árboles.

Después de varios recorridos, en el último año de la pandemia de Covid-19, logramos abrir puertas y encontramos, efectivamente, puntos aislados donde el cacao está presente.

Sí, son pocos por el momento: residuos de las plantaciones, árboles en patios traseros ocultos en pequeños agroecosistemas, mujeres que heredaron árboles de sus abuelos y que todavía los tienen. Constatamos lo que se había contado tantas veces pero que casi nadie se atrevió a observar y atender.

Después de dialogar con los actuales propietarios de los árboles nos dimos cuenta del valor y significado que tiene el cacao para ellas y ellos. Una señora nos contó, con añoranza, que su abuela viajaba en burro hasta otro pueblo que tenía buen comercio, donde compraban un poco de cacao, que tostaban en el fogón y molían para preparar su chocolate.

Esto lo hacían con el tiempo suficiente para disponerlo en las festividades de Día de Muertos. En otra ocasión, un señor de 84 años, lúcido y fuerte, nos contó cómo su mamá siempre tuvo cacaos en su patio, en una zona cercana a la ribera del río Filobobos; su mamá les hacía chocolate con las semillas que cosechaban.




Desde ahí, el recuerdo de su madre y la planta lo acompañaron durante su vida y, cuando tuvo oportunidad, sembró en su patio un único árbol de cacao como símbolo de esos recuerdos.

Otra historia interesante es la de un señor que por ahí de 1930 viajó por motivos de trabajo a Tabasco, desde donde regresó con plantas de cacao que plantó en un terreno que tenía. Con ello, estableció una plantación de 300 plantas de, aproximadamente.

De esa población, un frente frío arrasó con los árboles y, a la fecha, solo quedan cinco de ellos. Es importante resaltar que, de esta plantación, el cacao se dispersó el cacao en una pequeña región de Vega de Alatorre, las semillas o plantas fueron compartidas a conocidos y familiares del primer sembrador.

En la zona encontramos cacaos muy similares, como si se tratara de parientes cercanos, por lo que las narraciones que nos contaron están en correspondencia con lo que encontramos.

Hasta aquí es necesario mencionar que no todos los hallazgos son alentadores, pues también se observó que los cacaos se encuentran en la etapa final de su ciclo de vida.

Algunos ejemplares tienen más de 80 años, al igual que algunos de sus propietarios. Esos árboles se encuentran ahí, olvidados y solitarios. Han permanecido todo este tiempo sobreviviendo con y en la memoria de los pueblos donde se encuentran, y han sido conservados en el anonimato.

Estudiarlos puede significar mucho para México, en un momento donde la productividad y rentabilidad del cacao se encuentran en declive. Algunos países han optado por cultivar sus variedades locales, que tienen más calidad y valor que la mayoría de semillas que se comercializan en el mundo.



Al final de cuentas, tomamos las pistas que encontramos desde diferentes ángulos y concluimos que no existe duda alguna, la diversidad genética de cacao en México se encuentra también fuera de las zonas económicamente importantes para el cultivo. Por ello, hay mucho que hacer en la investigación de la diversidad genética de cacao en México. Y lo mejor de todo es que hay mucho por encontrar y descubrir.

Lo único que necesitamos es quitarnos esa venda de los ojos, que solo nos permite mirar un poco, y abrir camino a visitar y preguntar en esos lugares llenos de evidencia, de pistas, como si de detectives, y no de científicos, se tratara. Con la curiosidad que nos caracterizó desde niños, cuando hacíamos suposiciones simples y sencillas sin preocuparnos en la respuesta que tuviéramos. Aquellos bellos momentos en que fuimos más científicos que ahora.

Ahora bien, ¿hay que buscar más pistas? No necesariamente. Gran parte del trabajo realizado incluye información para varias zonas del país. Por lo que las pistas que encontramos y organizamos, pueden ser válidas para continuar en el camino de la búsqueda y rescate de los cacaos solitarios que se mantienen perdidos en otros puntos del país.

El otoño está en su apogeo en la zona montañosa de Veracruz. Por las tardes, la temperatura comienza a bajar y las nubes anuncian una lluvia que, si bien no es torrencial, sí es constante y perdura hasta la madrugada. Es obvio que necesitamos abrigo, un suéter, o quizá dos. Y ya que nos hemos cubierto ¿qué tomar para calentar el cuerpo desde dentro? Ya que estamos en una zona prodigiosa para el cultivo del café, bien podría ser una opción.

Pero quizá nuestra memoria cultural nos guíe hacia otra bebida que da fuerza además de calor, que da vigor, que nos hace sentir bien. ¿Qué tal una rica taza de chocolate caliente para no olvidar al valioso y sagrado cacao en nuestras vidas? Quizá, si no olvidamos, los árboles remanentes de cacao no dejarán de existir.


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*Biólogo egresado de la Universidad Veracruzana. Actualmente finaliza sus estudios de la Maestría en Ciencias Agropecuarias, en la misma casa de estudios. Interesado en la relación de las plantas y las sociedades, en el aprovechamiento de los recursos y en las perspectivas sociales entorno al territorio.

**Miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel I. Doctor en Ciencias en Biotecnología de Plantas por la Universidad Veracruzana. Su trabajo se enfoca en el estudio de las interacciones planta microorganismos y la búsqueda de alternativas biotecnológicas para el control de plagas y enfermedades.



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