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Propulsión UNAM llega cada vez más lejos

Estudiantes comparten sus experiencias y habilidades en la cohetería experimental.

17-11-2022

Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza*, Ciencia UNAM-DGDC


En medio de un campo baldío sale disparado un cohete. Una trayectoria prácticamente recta que se pierde en el cielo provoca los gritos entusiastas de un grupo de estudiantes. Se trata del equipo de Propulsión UNAM, que reúne a jóvenes estudiantes interesados en las ciencias aeroespaciales.

El equipo se formó hace dos años y desde entonces ha trabajado en múltiples proyectos relacionados con la cohetería espacial. Este año concursaron en el Latin American Space Challenge (LASC) celebrado en Brasil y en el Encuentro Mexicano de Ingeniería Cohetería Experimental (ENMICE).

Propulsión UNAM es una de las divisiones de la Asociación Aeroespacial de la Facultad de Ingeniería (AAFI). Actualmente hay 15 miembros, pero están en un proceso de reclutamiento para expandir el equipo. Estudiantes de Ciencias de la Computación, Ingeniería Mecánica, Ingeniería Química o Ingeniería Mecatrónica adquieren conocimientos adicionales a sus planes de estudio para desarrollar cohetes de alta potencia cada vez más ambiciosos. 

Desafíos alcanzados

Su reciente participación en LASC Brasil es descrita como toda una aventura. Tuvieron que integrar el cohete, llamado “Insurgente”, en un país desconocido. El combustible, que no puede transportarse en un vuelo comercial, les exigió improvisar con los materiales que encontraron allá.

Los lanzamientos son procesos muy complicados que requieren gran preparación. Cinco días intensos, privados del sueño y la calma, estuvieron llenos de compañerismo. “Lo lindo que se sintió representar a México y la UNAM en otro país; fue de lo más inolvidable que yo sentí”, expresa Luis Bolívar, líder del equipo, en entrevista con Ciencia UNAM. 

“Cuando llegamos a México, al despertar al día siguiente, como que no te cae el veinte de que fuiste a Brasil, con tus amigos, a lanzar un cohete”, dice Isaac Aztatzi. Aunado a la experiencia, obtuvieron el segundo lugar de la competencia, que reconoció la calidad  de su cohete, capaz de llegar a 3 kilómetros de apogeo con una pequeña carga útil.

En el ENMICE celebrado en Guadalajara, obtuvieron el primer lugar en general de la competencia y los reconocimientos de Excelencia técnica y de Lanzamiento con carga útil con sistema de propulsión sólido IDE (Investigación y Desarrollo Experimental) en la subcategoría de 3 kilómetros. Además del reto técnico, implicó toda una logística para concretar su participación.



  • “El Insurgente” es un cohete de  2.7 metros aproximadamente y 22 kilos de peso, diseñado para llegar a una altura máxima de 3 kilómetros.
  • Alcanza una velocidad máxima de 980 kilómetros por hora; 80% de la velocidad supersónica (1234,8 km/h.).
  • La mayoría del fuselaje es de fibra de vidrio.
  • Tiene dos tipos de computadoras de vuelo y un motor de combustible sólido que da un impulso total de 10,000 Newtons por segundo.
  •  El empuje que da la combustión surge de la mezcla de nitrato de potasio como oxidante y sorbitol como combustible.


 “Todo lo hacemos nosotros. La filosofía de trabajo que tenemos es que todo lo que vayamos a volar o que desarrollemos sea propio”, menciona el equipo. Para ellos, parte de la adrenalina y de la capacitación es poner a prueba lo que hicieron con sus manos y cerebro.

Sebastián Polo explica que el cohete prácticamente es un vehículo completamente sellado. Se pone en un riel de lanzamiento que le da estabilidad y dirección los primeros metros. Cuando alcanza la velocidad suficiente para no desviarse, se acaba el riel y el cohete sigue subiendo solo.

Una vez que el cohete alcanza su apogeo, si cayera por sí sólo, se estamparía a una velocidad muy alta, alrededor de 300 a 400 kilómetros por hora. “Pero la idea es que no se destruya el cohete, sino que lo podamos recuperar íntegro y volver a utilizar”, comenta Sebastián.

El equipo desarrolló un sistema de recuperación que activa dos paracaídas en momentos distintos. La computadora de vuelo, a través de sensores va recopilando datos. Cuando detecta  que el cohete ya va a caer, manda una señal eléctrica que hace detonar unas cargas pirotécnicas. Esa explosión separa el cohete de una forma controlada y deja que salgan los paracaídas que frenan la velocidad del cohete. Además, hay un GPS para localizarlo.

Para probar los motores, hacen mediciones electrónicas para calcular la cantidad de impulso o cuánto tiempo se tarda en quemar. Los datos permiten hacer una simulación para saber qué tan alto llegará el cohete con ese motor.


Recompensas y retos

Además de equilibrar el tiempo entre la escuela y el resto de sus ocupaciones, los estudiantes se dedican de lleno al proyecto. El sacrificio y la organización valen la pena: “Nosotros mismos nos estamos entrenando para en un futuro poder desarrollar proyectos a nivel profesional en esta área”, comenta Luis. 

Asimismo, el trabajo colaborativo en un espacio creado por ellos mismos, así como las vivencias compartidas, entre amigas y amigos, se vuelve en sí otra experiencia valiosa. “Respecto a la comunidad de cohetería, en las experiencias que hemos tenido en las últimas competencias, cuando estamos rodeados de los demás equipos se siente un ambiente de cooperación”, describe Isaac.

Las limitaciones han sido un obstáculo que los ha unido. La cohetería espacial es un sector en México sin suficiente impulso, en palabras del grupo. Si bien han recibido el soporte de algunas empresas y académicos, los requerimientos para seguir avanzando son cada vez más demandantes. Actualmente, la infraestructura que requieren ha superado los cohetes de cartón con los que empezaron y la autofinanciación supone limitar los niveles de tecnología.

Reconocen que el desarrollo de cohetes es especialmente peligroso, por lo que son estrictos con los protocolos de seguridad y reglamentos. Llevan a cabo múltiples pruebas en etapas muy intensas que aseguren una ejecución segura y exitosa.

Perspectivas del futuro

Propulsión UNAM hace honor a su nombre al seguir impulsándose hacia adelante. Piensan empezar a experimentar con sistemas de propulsión líquida; en superar la velocidad del sonido, en recorrer distancias más altas y en utilizar otros materiales compuestos.

“Cuando empezamos, nadie sabía sobre cohetes y ha sido más bien un proceso de investigar, de ir probando y capacitándose, a la par que nos estamos desarrollando. Eso es lo que se busca en los aspirantes para entrar al equipo”, explica Sebastián Polo. Establece que el objetivo primordial es que cada generación vaya superando a la anterior para que el proyecto pueda crecer y progresar.

Asimismo, contemplan al sector aeroespacial con cautelosa esperanza. En el país se está abriendo paso a todo un sistema normativo y educativo que permita en un futuro la factibilidad de los lanzamientos de cohetes.  “Yo pensaría que en las siguientes décadas México podría entrar al mercado y ser un factor importante a nivel mundial” comenta Luis.

El gran esfuerzo que se está dedicando actualmente necesita el respaldo simbiótico entre el Estado y el sector privado. Mientras, proyectos como Propulsión UNAM apuestan por la formación del capital humano, capacitado para incidir desde ahora en la industria aeroespacial. 




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*Becaria en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia

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