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Cómo influyen las emociones en los movimientos sociales

La influencia de las emociones en la movilización social es un campo de investigación reciente.

31-10-2022

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC


En los últimos años en México ha crecido un movimiento social enfocado a la búsqueda de desaparecidos; madres, padres, hermanos, tíos, abuelos, amigos, vecinos, se unen con el fin de encontrar a su ser querido. En esta búsqueda, algunos logran su objetivo, pero otros, lamentablemente no. Una característica de estas personas es que terminan uniéndose a otras que están luchando por lo mismo.

Además de las demandas que llevan a conformar un movimiento, existen más componentes que propician que los participantes sigan en la lucha, la abandonen o transformen su papel dentro de ella. En este sentido, emociones como la ira, la impotencia, el miedo, la desesperanza, la indignación, el orgullo y la vergüenza son experimentadas por quienes forman parte de estos movimientos.

Así, algunos investigadores han detectado que dentro de un movimiento social está presente la dimensión emocional, por lo que las emociones pueden ser tomadas en cuenta como variables de análisis. En la actualidad, este campo de investigación es considerado relativamente reciente y en nuestro país ha sido impulsado por el doctor Tommaso Gravante, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) y la doctora Alice Poma del Instituto de Investigaciones Sociales, de la UNAM.

El doctor Tomasso Gravante, especialista en el tema de emociones y movimientos sociales, explica que el estudio de éstas es muy amplio y puede ser abordado desde áreas como la filosofía, la neurociencia, la psicología, la sociología de las emociones, la historia, etcétera. Sin embargo, él analiza las emociones vistas como un proceso sociocultural.

“Las emociones son un constructo sociocultural, eso significa que, aunque hablamos de indignación, un mexicano se indigna por algo distinto que un italiano, porque social y culturalmente somos distintos”, explica el universitario.

Manejo emocional

Existen emociones que caracterizan a un movimiento, por ejemplo, cuando alguien está luchando porque no se talen árboles se puede experimentar la desesperanza, la rabia o la impotencia. En el caso de los desaparecidos, el dolor por la pérdida de un ser querido es una emoción fundamental, que además crea una identidad colectiva y, si se asocia a la rabia, puede llevar a un mecanismo de movilización.

“Desde la dimensión emocional se puede ver cómo los familiares manejan el dolor y el desgaste continuo, [por] estar presentes y mantener el movimiento. [Responder interrogantes como] cuáles mecanismos utilizan, cómo hacen este manejo emocional o cómo se puede ir adelante cuando se tiene un vacío enorme dentro nos puede dar pistas de cómo el movimiento se construye y comprenderlo bien”, explica el doctor Gravante.

En los movimientos de larga duración, como el de los desaparecidos, en donde durante 15 o 20 años se busca a un ser querido,  los familiares tienen que llevar un manejo emocional, porque sentir dolor durante mucho tiempo puede ser agotador y dar pie a la desesperanza.

Lograr un manejo emocional es útil para la sobrevivencia propia del grupo y la manera como se logra es al realizar algunas actividades entre sus integrantes: hablar con otros familiares, aprender sobre las experiencias que han tenido otros, hacer convivencias, etcétera.

Asimismo, cada grupo tiene una identidad colectiva, la cual está conformada por prácticas, símbolos, canciones y/o emociones. De este modo, distintos grupos pueden tener momentos de unión, ya sea a través de una comida o al sufrir represión.




El investigador explica que existen algunos rituales que los colectivos llevan a cabo, por ejemplo, algunos grupos anarquistas el primero de mayo hacen una comida, que sirve para unir y, por lo tanto, vincular su ideología. Pero también, dijo, sufrir una represión en conjunto fortalece al grupo, porque está viviendo en una misma situación negativa y, por lo tanto, se desencadenan emociones como la solidaridad y el apoyo mutuo, que hacen que la unión sea más fuerte, porque juntos logran superar el miedo.

Agrega que dentro de los movimientos sociales se puede hacer un uso estratégico de las emociones, por ejemplo, cuando las mujeres se pintan con color rojo su cuerpo para simular una violación. Asimismo, es posible que esto tenga un impacto que puede o no ser voluntario, y de existir, éste puede ser de tres tipos: político, cultural y biográfico.

El político surge, por ejemplo, cuando gracias a un movimiento social se logra cambiar una ley o se derroca a un gobernante. El cultural surge cuando después de años de lucha aquello por lo que se luchó se vuelve parte de nuestra cotidianeidad, como ejemplo se encuentra el movimiento LGTB+ o el movimiento zapatista.

Y los impactos biográficos surgen cuando hay un cambio en el pensamiento y actuar de una persona, por ejemplo, las mujeres que participaron en el movimiento feminista en Estados Unidos, en la década de 1970. Respecto a esto último, se ha comprobado en estudios posteriores que estas participantes estudiaron más que la media estadounidense y se casaron y tuvieron hijos más tarde que la edad promedio en ese momento.

“Los impactos tienen una componente emocional porque claramente la esperanza es una de las emociones que más se puede ver. La felicidad, el amor, el respeto…, todas hacen un paquete emocional que caracteriza a los movimientos, y además los nuevos movimientos que vendrán pueden aprender de esta experiencia y nutrirse, alimentarse”.

Desconfianza, característica de los mexicanos

Una de las emociones que más se manifiestan en los movimientos sociales mexicanos es la desconfianza hacia las autoridades y el Estado. Por lo tanto, todo lo que surge desde la institución generalmente no está bien visto, ya sea por grupos enfocados en conflictos socioambientales, feministas, de búsqueda de desaparecidos, pueblos indígenas, comunidad de la diversidad sexual.

En algunos casos este rechazo se origina porque se asocia a las autoridades con las empresas –por ejemplo, cuando se quiere destruir algún bosque, construir en zonas protegidas, etcétera–. “La confianza es una de las emociones morales más fuertes y si se rompe es muy difícil reconstruirla”, precisa el doctor Tomasso Gravante.

Agrega que cuando se rompe el contrato social hay poco que hacer, es decir, la relación ya no es equilibrada, a pesar de que haya cambio de gobierno la desconfianza sigue presente, aunque, dijo, en los grupos que ellos estudian hay una fuerte desconfianza hacia todo, pero hay confianza y solidaridad con respecto a otras personas que luchan.

Trabajo de investigación

El doctor Gravante ha dirigido sus investigaciones a distintos movimientos sociales, algunos enfocados al activismo climático, grupos feministas de Oaxaca, un colectivo de Jalisco orientado en la protección de los bosques o uno de los Altos de Jalisco que luchaba por defender su pueblo de la destrucción de una presa, entre otros.

Por ejemplo, con el grupo feminista de Oaxaca buscó analizar cómo a través de las emociones estas mujeres habían cambiado a nivel individual. Esto porque este colectivo promovía la emancipación de las mujeres contra la violencia de género.

Alguna de las características de este grupo es que tenían su propia agenda, la cual era a nivel local; asistían a las comunidades indígenas de la zona y estaba creado para las mujeres mayores, además de que buscaban alternativas para sustentarse.

Uno de los hallazgos es que esas mujeres habían reinterpretado la violencia de otra forma, es decir, aunque siempre la habían sufrido, nunca se habían dado cuenta de que eran violentadas por el papá o el hermano, por lo que el trabajo en el colectivo les permitió ver que sí habían sufrido violencia durante años.

“Eso ya es un cambio importante: darse cuenta de esto y, sobre todo, juntas interpretar lo adquirido bajo un marco de injusticia. Esto ha permitido a algunas mujeres del colectivo superar la dimensión de víctima aislada: “no soy una víctima, he pasado una injusticia” y, por lo tanto, si hay esa interpretación –en lugar de vivir la desesperación de víctima–, tienen la rabia, y la rabia es una alta emoción movilizadora”.

Concluye que esta rabia moral, la que proviene de la injusticia, tiene un alto procesamiento cognitivo, es una emoción moral y tiene un alto impacto en la política.


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