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Especial Día de la Mujer. La mutilación genital femenina no solo daña el cuerpo

Por lo general, se les realiza a las mujeres desde el nacimiento y hasta la preadolescencia.

07-03-2022

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC

“Me habrán arrancado la carne, pero nunca el corazón”, dice Abida Dawud de la región Afar, ubicada en Etiopía, mujer sobreviviente de la mutilación genital femenina (MFG). Narra que tuvo problemas urinarios, su periodo menstrual era doloroso, aún después de tener hijos sigue sintiendo dolor y perdió el deseo sexual.

Esta mujer, quien ahora enseña sobre los efectos nocivos de la mutilación genital en una región donde la prevalencia de esta práctica es de 91%, cuenta que solía preguntar a su madre por qué le habían mutilado. “La interrogaba sobre por qué me expuso a tanto sufrimiento. Me prometí que no mutilaría a mi hija”.

En el documental Una parte de mí, realizado por el Fondo de Población de las Naciones Unidas, puede verse éste y otros testimonios de mujeres que han decidido levantar la voz para detener esta costumbre.

 La doctora Olayinka Koso-Thomas, ginecóloga y activista de los derechos humanos y la justicia social, destacaba en una conferencia en la UNAM en 2015 que este tipo de mutilación parece “ser una conspiración para negarles (a las mujeres) la educación y sus derechos legales y mantenerlas sujetas a todos los niveles de domesticación y servidumbre a sus contrapartes masculinas.” 

La doctora Koso-Thomas, nacida en Nigeria, recibió en ese año el grado de doctor Honoris Causa por la UNAM, por su trabajo dedicado a combatir la mutilación genital femenina en su país.

Según la Organización Mundial de la Salud, la mutilación genital femenina es la resección parcial o total de los órganos genitales externos femeninos sin razones médicas. Al menos 200 millones de mujeres y niñas en el mundo han sufrido este tipo de amputación.


Por lo general, esta práctica inicia desde en el nacimiento y se extiende hasta la preadolescencia. Entre sus consecuencias físicas se pueden mencionar las infecciones, hemorragias, complicaciones en el parto, problemas urinarios, incapacidad para sentir placer e, incluso, la muerte. Por su parte, entre las secuelas psicológicas están la baja autoestima y la depresión, entre otras.

Para la doctora Helena López González, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, la mutilación genital femenina es una práctica que viola de manera clara los derechos de mujeres y niñas.

Práctica atroz

Entre los motivos por los que se lleva a cabo esta mutilación se encuentran aspectos tradicionales de las comunidades en donde se realiza, por ejemplo, prácticas rituales de purificación del cuerpo de las mujeres o algunos aspectos religiosos.

De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas, la mutilación genital femenina es realizada mayormente por mujeres de la misma comunidad, por ejemplo, parteras, pero también puede ser hecha por “curanderos, barberos, miembros de sociedades secretas, herboristas o a veces una pariente”.

Y, aunque en algunos casos también es realizada por personal médico, esto no deja de lado que es una práctica atroz, destaca la doctora López González.

La investigadora refiere que las mujeres que se resisten a la mutilación genital son vistas en sus comunidades como cuerpos impuros, además de que son estigmatizadas dentro de las lógicas sociales.

Algunas mujeres que se resisten a esta práctica se han convertido en activistas, quienes han participado en distintos foros con el fin de erradicarla.

  • El 6 de febrero de cada año se conmemora el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina. La ONU estableció esta fecha como una forma de crear conciencia hacia su eliminación. En la actualidad se realiza en 30 países de África, Oriente Medio y Asia. Es importante mencionar que muchas de estas poblaciones migran a otras naciones, por lo cual también se exporta esta práctica.

“También hay avances y [esta fecha] no es un día para demonizar a determinadas culturas y ponerlas a todas en un mismo cajón de la catástrofe y el desastre social, sino que también sirve también para reconocer los activismos de muchas mujeres, y los avances en legislación favorable a los derechos de las mujeres en países como Burkina Faso, Egipto y Etiopía”, puntualiza la especialista.

Controlar el cuerpo de las mujeres

La doctora Helena López, quien es investigadora en el área de representaciones y prácticas culturales, destaca que la mutilación genital femenina se puede ver además de como un rito de purificación, como una práctica de control del cuerpo de las mujeres, lo cual es un rasgo persistente de las culturas patriarcales, entre ellas las nuestras –dijo.

“Con esto quiero decir que el control del cuerpo de las mujeres tendría que ver con la mutilación genital femenina, pero también con la negación de derechos reproductivos, con todos los mandatos de belleza sobre las mujeres más jóvenes, con el feminicidio, con el matrimonio infantil, las cuales también son prácticas patriarcales”.

Por ello, puntualiza, es importante que se haga una denuncia en materia de mutilación genital femenina, la cual viola los derechos de las mujeres y las niñas. Además, es necesario hacer una autocrítica y ver este fenómeno en un contexto de una cultura patriarcal amplia, que tienen distintas maneras de apropiarse del cuerpo de las mujeres.

Explica que esta práctica se realiza sin el consentimiento de las mujeres o niñas, pues son sus familias, los médicos o la misma sociedad, quienes deciden por ellas. En el caso de la mutilación genital de menores de edad, la OMS también señala que es una violación a los derechos de la infancia y, en cuanto a las mujeres, es una forma extrema de discriminación hacia ellas.

Con el fin de erradicarla, la doctora López González señala que uno de los principales frentes que se buscaría trabajar es el de la transformación cultural, es decir, “que nuestras culturas patriarcales se conviertan en climas y atmósferas más igualitarios, más tolerantes con los derechos de las mujeres y las niñas”. Para ello, concluyó, es necesario propiciar estos cambios a través de la educación, la política pública y la legislación.


 Yo espero sinceramente que con tiempo y la extensión de oportunidades para la educación de mujeres y de niñas va a surgir una nueva generación de mujeres progresistas que eventualmente va a emerger y van a ver esta práctica de mutilación genital femenina como una intervención física dañina e innecesaria y ellas van a insistir que la práctica no sólo destruye parte de sus cuerpos, pero también causa tanta debilidad física y tanto daño psicológico que esta práctica no va a tener lugar en una sociedad progresiva. 

Dra. Olayinka Koso-Thomas. Activista y doctora Honoris Causa por la UNAM, 2015


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