02-03-2022
Por Naix’ieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC
Hay quienes piensan que enfermar es igual para mujeres y para hombres. Creen que finalmente es un cuerpo humano biológico en el que algo falla.
Esta idea es equivocada, pues el género de una persona y su orientación sexual determina en gran medida no solo cómo le han enseñado a cuidar de su salud sino su acceso a los servicios médicos y el trato que recibe.
Una persona ideal para explicar por qué es importante impulsar la práctica médica con perspectiva de género es la doctora Luz María Moreno Tetlacuilo; es profesora en el Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina, donde además se desempeña como coordinadora del Programa de Estudios de Género y Salud.
Coordinó el libro La perspectiva de género en la Salud, editado por la Facultad de Medicina de la UNAM, obra en la que diversos especialistas comparten su conocimiento sobre la importancia de incorporar la perspectiva de género en el proceso salud-enfermedad-atención.
Actualmente la doctora Luz María Moreno trabaja el tema de violencia de género hacia estudiantes de medicina. Su investigación busca entender si hay diferencias en el tipo de violencias que enfrentan hombres y mujeres. Hasta ahora hay pistas de que las mujeres suelen enfrentar principalmente acoso sexual, bromas o chistes sexistas mientras que los varones enfrentan principalmente violencia física.
Como muchos niños y niñas, cuando era pequeña jugaba a inyectar y a ser doctora, solo que en su caso ese sueño se convirtió en realidad, pues mantuvo la vocación y el deseo de estudiar medicina durante todos sus primeros años de formación profesional.
“Siempre me gustó la biología, la anatomía y el funcionamiento del cuerpo humano. Aunque también me gustaba mucho la historia o la antropología; nunca pensé en estudiar otra cosa más que medicina. Mi mamá me impulsó mucho a estudiar esa carrera.”
Años más adelante se desarrolló en el área de salud pública y fue mientras hacía su maestría en Enseñanza Superior que tomó un seminario con la doctora Graciela Hierro, pionera en estudios del feminismo y filosofía de la educación. “Tenía curiosidad por el tema y ahí descubrí que en realidad siempre había sido feminista, me identifiqué y me interesaron mucho los estudios de género.”
“Poco a poco fui integrando el género con la medicina. Empecé a pensar en muchos temas, por ejemplo, cómo hombres y mujeres se enferman o de qué mueren; también en cómo el género está relacionado con la atención de la salud; cómo la inequidad y los estereotipos impactan en el acceso a los servicios médicos”, comenta en entrevista con Ciencia UNAM.
Para entender por qué hombres y mujeres no enferman igual lo primero a considerar es que hay diferencias biológicas que son innegables y que van más allá del aparato reproductivo.
La doctora expone un ejemplo de actualidad, relacionado con la pandemia de COVID-19. A diferencia de los hombres que tienen un cromosoma X y un cromosoma Y, las mujeres tienen dos cromosomas X.
“Que las mujeres tengamos un doble cromosoma X nos hace más resistentes que los hombres a las enfermedades transmisibles infecciosas. Esto se debe a que en el cromosoma X hay una buena cantidad de genes relacionados con el sistema inmune. Esta podría ser una de las razones por las que hay una mayor mortalidad por COVID-19 en varones aunque ambos sexos nos infectamos por igual”.
Otro ejemplo de diferencias biológicas se relaciona con las enfermedades cardíacas. Las hormonas que predominan en las mujeres dan una protección en el metabolismo de los lípidos y esto hace que antes de la menopausia ellas tengan una menor propensión a sufrir infartos al miocardio o accidentes cerebro vasculares. Esto cambia después de la menopausia, cuando los lípidos se metabolizan de manera semejante a los varones.
Existen asimismo diferencias en las manifestaciones clínicas de algunas enfermedades.
En el caso del infarto al miocardio se ha encontrado que las mujeres no tienen dolor precordial, ni un dolor que se extiende al brazo izquierdo, como en el caso de los hombres; en ellas el dolor se presenta con mayor frecuencia en la parte superior del abdomen o la espalda, la mandíbula, el cuello o la garganta o un dolor agudo en el pecho.
Los métodos diagnósticos también en ocasiones requieren ser distintos. Por ejemplo, en mujeres no hay los mismos cambios en los electrocardiogramas que en los hombres, porque es más frecuente en pacientes femeninos que el infarto ocurra en la cara diafragmática del corazón, por ello se recomienda más hacer un ultrasonido para encontrar un problema.
Si no se identifican las manifestaciones de las enfermedades, éstas se diagnostican más tardíamente y el resultado son muertes prematuras y más secuelas en las mujeres. Algo que ocurre con el accidente cerebral vascular.
Otro ejemplo es la tuberculosis. El diagnóstico de esta enfermedad se hace a través del análisis de una muestra de esputo o flema, pero las mujeres no expectoran de la misma forma que los varones, y por esa razón podría haber en el caso de ellas más falsos negativos y quedar sin diagnóstico de la enfermedad.
Debería haber muchas más diferencias identificadas, señala la especialista, pero saberlo sería necesario que numerosos especialistas de cada campo de la medicina se interesaran por hacer investigaciones y encontrar diferencias por sexo.
Las diferencias no se encuentran solamente en el área del sexo sino también en el género que es un constructo social, comenta la doctora Luz María Moreno Tetlacuilo.
En la profesión de la medicina hay prejuicios relacionados con el género; se piensa que hay especialidades como la ortopedia que necesitan de “mucha fuerza” y por lo tanto, no son “tan apropiadas” para las mujeres.
La realidad es que es una cuestión de técnica y no tanto de fuerza, señala la doctora. La prueba es que muchas enfermeras a pesar de ser mujeres tienen la capacidad y la habilidad de mover a pacientes que son pesados o robustos.
El maltrato ocurre cotidianamente también entre médicos y médicas, cuando se hacen bromas sexistas o a ellas se les da menos credibilidad que a ellos.
En el patriarcado, que es el sistema de dominio en el que las mujeres (y todo lo considerado femenino) está subordinado al hombre y a lo masculino, las mujeres tienen menor valor social que los hombres y eso se refleja claramente en el acceso a los servicios de salud y en el trato que reciben las mujeres en los mismos.
“Las mujeres son más maltratadas por el personal de salud en la consulta, se les escucha menos, se toma menos en cuenta lo que sienten, los médicos se desesperan porque “ellas hablan mucho” y “no dicen concretamente lo que les pasa”. Además muchos médicos esperan que las enfermedades se manifiesten en ellas de la misma manera que en los hombres o le dan menos importancia a las enfermedades de ellas.
Los recursos económicos de una persona impactan el acceso a la salud. Las mujeres que no tienen ingresos propios o una independencia económica enfrentan más problemas para acceder a los servicios de salud y a los medicamentos.
“Con frecuencia las mujeres, por cuestiones de género reciben menos educación que los varones y esto, sumado a la discriminación, a la larga repercute en que tienen limitado acceso a los empleos formales y no cuentan con seguridad social.”
Por otro lado, a ellos y ellas se les enseña a cuidar su salud de manera diferente. A los hombres se les exige no quejarse, aguantar y no manifestar sus dolencias. No es raro que eviten ir oportunamente al médico por sentirse vulnerables.
En el caso de las mujeres se observa que desatienden su salud porque se les enseña que primero tienen que cuidar a otros y ellas “van después”.
Protocolos de investigación mejor diseñados. La investigación biomédica podría beneficiarse de la perspectiva de género. Las mujeres no eran incluidas en los protocolos de investigación hasta finales del siglo pasado y no se conocían las diferencias.
Si bien ahora ya se incorporan a mujeres en algunos protocolos de investigación clínica, no se hace en todos los casos, ni se incluyen en suficiente cantidad para aportar mejores conclusiones. “Muchas veces solo se menciona que hubo mujeres y hombres, pero no se indica si hubo diferencias entre ambos grupos y cuales fueron. Además, es importante considerar en los estudios de investigación básica, incluir animales machos y hembras para ver si hay diferencias a considerar en los futuros ensayos clínicos.”
Hay estudios que muestran que el metabolismo de algunos medicamentos es diferente en hombres y mujeres. Sin embargo, estos conocimientos no se utilizan en la práctica médica y no se enseñan en las materias de farmacología de las carreras de medicina.
Atención a la comunidad LGBT+. En un sistema patriarcal, subraya la especialista, equivocadamente se da por hecho que todas las personas deben ser heterosexuales y cualquier otra orientación sexual es vista como anormal. Si bien la homosexualidad ya no aparece en la clasificación internacional de enfermedades, el personal médico puede ser homofóbico, sexista o misógino, igual que el resto de la población. “Deconstruir estas ideas y conductas en el campo médico es un pendiente en nuestra sociedad”, declara Luz María.
Se ha visto que hay rechazo hacia las personas LGBT+ en los sistemas de salud. Las mujeres lesbianas enfrentan que se dé por hecho que tienen una pareja sexual masculina, o a la creencia de que por su orientación sexual no pueden contraer algunas enfermedades, como el cáncer cérvico uterino.
Desagregar datos de mortalidad y morbilidad por sexo. Esto permitiría a los investigadores indagar más por qué se presentan diferencias en las enfermedades en hombres y mujeres. Las estadísticas de salud que publica del Instituto Nacional de Estadística y Geografía solo presentan diferencias por sexo en edad reproductiva y en adultos mayores, pero los datos de la niñez no se presentan desagregados por sexo. Esto impide por poner un ejemplo, saber si la desnutrición se presenta más en niñas o en niños.
En la única ocasión que se publicaron las estadísticas de mortalidad infantil por sexo, “observé que entre los niños había una mortalidad mayor por accidentes y en las niñas una mortalidad mayor por quemaduras. La razón puede ser que a los niños se les da más libertad de jugar y explorar, mientras que las niñas pasan más tiempo con sus mamás en la cocina”, señala. Contar con esta clase de información podría servir a las autoridades para tomar mejores medidas preventivas.
Nuevos médicos y médicas con perspectiva de género
La especialista comentó que es importante que los y las estudiantes de medicina adquieran una perspectiva de género para que comprendan las problemáticas expuestas anteriormente.
Por esa razón las escuelas de medicina podrían procurar incluir la perspectiva de género en la educación médica, tanto para conocer las diferencias biológicas como para considerar la manera en que las inequidades y desigualdades construidas desde el género, así como la división sexual del trabajo, afectan la salud de hombres y mujeres de forma diferencial. “Tener esta perspectiva nos llevaría a mejorar la atención de la salud”.
La especialista destaca que actualmente, en la Facultad de Medicina se imparte la materia de Práctica médica con perspectiva de género. Por el momento, se trata de una asignatura optativa, pero lo deseable sería que fuera obligatoria porque es fundamental para el ejercicio de la medicina. También se trabaja en la difusión del tema a través de conferencias y publicaciones en redes sociales.
La doctora Moreno Tetlacuilo concluye que es muy importante promover la reflexión dentro de la comunidad médica para que cambien los estereotipos y contribuir a la construcción de relaciones más equitativas entre hombres y mujeres.
Especial Día de la Mujer: Cambio climático con enfoque de género
Perspectiva de género en la ciencia, una forma de erradicar las violencias
Especial Día de la Mujer. La mutilación genital femenina no solo daña el cuerpo