14-06-2021
Por María Luisa Santillán. Ciencia UNAM-DGDC
Diversas ocasiones calificamos como idénticas las conductas manifestadas por padres e hijos. Esta similitud está lejos de ser genéticamente determinada. Más bien parece ser el resultado de un proceso de imitación, ya que cuando somos niños, aprendemos a interaccionar con el entorno través de observar e imitar los rasgos de la conducta expresada por las personas con quienes convivimos (padres, hermanos, tíos, profesores).
Este proceso de imitación es facilitado por diversos grupos de células nerviosas a los que denominamos neuronas espejo. Si una madre gesticula mucho al hablar, es probable que alguno de sus hijos también lo haga, o si un padre mueve mucho las manos cuando conversa, sus hijos también tenderán a hacerlo.
Las neuronas espejo fueron descubiertas por un grupo de investigadores de la Universidad de Parma, en Italia, quienes encontraron que ciertas neuronas de una región cerebral de los monos macacos se activaban en el momento en el que observaban a otros monos o personas mover, por ejemplo, un brazo, al tiempo que imitaban la ejecución de dichos movimientos.
Los doctores Giacomo Rizzolatti, Luciano Fadiga, Leonardo Fogassi y Vittorio Gallese integraron el grupo de investigación que, en 1996, publicó el artículo sobre las neuronas espejo en la revista Science.
Estas neuronas se describieron primero en las zonas premotoras de la corteza cerebral, luego en las regiones motora suplementaria, somatosensorial primaria (responsable de integrar la información adquirida a través del tacto), en la corteza frontal y en la corteza parietal inferior.
“Básicamente lo que hacen estos conjuntos de neuronas es que si yo ejecuto alguna acción de búsqueda utilizando el sentido del tacto y otra persona me ve haciendo esta tarea, sus neuronas espejo empiezan a disparar, lo que conduce a una especie de comprensión de lo que estoy haciendo, aunque no me comunique verbalmente con ella”, explica el doctor Gabriel Gutiérrez Ospina, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM.
Por lo tanto, el papel fundamental de estas neuronas es el de proveer de un marco neurofisiológico que permita entender las acciones, los gestos, las manifestaciones conductuales del otro y, por tal motivo, se piensa que son las neuronas de la empatía, explica el investigador.
Así como el descubrimiento de las neuronas espejo ha abonado al entendimiento del sustrato cerebral de la empatía y otros mecanismos enfocados en el comportamiento, también ha surgido un debate sobre si participaron o no en la adquisición del lenguaje.
Al respecto, el doctor Gutiérrez Ospina explica que si pensamos al lenguaje como la pura emisión de palabras, con contenidos, narrativa, etcétera, es probable que no, pero que si incluimos al lenguaje los elementos paralingüísticos como los gestos o los movimientos de las manos, que permiten enfatizar lo que uno está diciendo, es probable que sí.
“Es como cuando una persona nos dice: la pasé muy mal y sonríe; esta manifestación no tiene sentido, porque estás escuchando una narrativa que es incongruente con el gesto. Las neuronas espejo entran en conflicto, particularmente si se desea ser empático con quien expresa el malestar.”
Por lo tanto, el especialista destaca que las neuronas espejo sí son importantes para la adquisición de los elementos paralingüísticos del lenguaje, ya que mucho de él se adquiere por imitación.
“Tan es así que muchas veces, aún sin tener una definición clara de las palabras que usamos, las empleamos por costumbre utilizando entonaciones y gestos aprendidos por imitación que refuerzan los significados asumidos”.
Un ejemplo de cómo se genera la empatía a través de las neuronas espejo sería cuando una persona empieza a llorar y nosotros no hacemos lo mismo desde el principio, sino que, conforme va contando su historia, su llanto nos contagia y también empezamos a llorar.
“Seguramente lo que pasó en el lapso desde que empezó a llorar hasta que yo lo hice es que algunas neuronas espejearon el sentimiento de la otra persona y una vez que esto ocurre empiezan a convencer a otras de que se sumen al espejo. El grupo de neuronas espejo crece a través de un proceso de reclutamiento que al progresar en el tiempo va formando un ‘ensamble’ que, al alcanzar un tamaño crítico, promueve la conducta: ‘ahora yo lloro contigo’, y el otro se siente empatizado por mí, juntos lloramos, nos desahogamos, nos tranquilizamos y nos sentimos mejor, nos percibimos comprendidos”, explica el doctor Ospina.
Es decir, cuando las neuronas se convencen de hacer algo en conjunto forman ensambles. Esto significa que todas tienen una opinión sobre lo que van a ejecutar, pero a través de cambios en la actividad eléctrica empiezan a charlar entre ellas, a ponerse de acuerdo y, una vez que hay una cantidad suficiente de ellas, se toma una decisión.
Uno de los fenómenos que se está explorando en materia de neuronas espejo es si los sociópatas o psicópatas las tienen, ya que carecen de empatía. El doctor Gutiérrez Ospina, considera que estos individuos sí las tienen, pero que el problema puede estar en la capacidad que tienen dichas en sus cerebros para reclutar a otras y formar los ensambles del tamaño necesario para promover la expresión de empatía por el otro.
- Conductas como la generosidad, el altruismo, la posibilidad de dejar libre a la otra persona de ser quien es y el libre albedrío, entre otras, requieren de la empatía de los demás. Por lo tanto, muchos de los valores netamente humanos están influenciados, de alguna manera, por el espíritu empático que nos proporciona las neuronas espejo en nuestro cerebro.
“Las neuronas espejo podrían ser un sustrato neurobiológico interesante como mediadores de estas interacciones sociales. Seguramente no es el único, pero es un buen sustrato que podría integrar la información y llevarnos a entender al otro incluso sin necesidad de conocerlo demasiado, sino sólo entendiéndonos a partir de los valores y necesidades humanas básicas.”
Debido a lo anterior, es probable que las neuronas espejo fueron una parte importante para ayudar a consolidar las bases de la socialización. Esto porque si uno no se liga a la sociedad, las posibilidades de sobrevivir ante cualquier evento son muy bajas. Es decir, como especie humana, desde pequeños dependemos de alguien y para involucrarnos con la sociedad necesitamos adaptarnos, lo cual se logra siendo empático, proceso en el que este tipo de neuronas están involucradas.
Al respecto, el doctor Gutiérrez Ospina agrega que otro elemento importante para la estructura social son las mentiras, sobre todo aquellas que –acota– son dichas “con buena intención” o “sin la intención de dañar a alguien”, ya que son emitidas de esta manera por un proceso de empatía, relacionado con las neuronas espejo.
Señala que estudios hechos por investigadores de diversas universidades han mostrado que la cohesión social se facilita gracias a que no somos estrictamente honestos, porque si lo fuéramos, teniendo las estructuras afectivas tan inseguras como las que tenemos, nadie podría con la verdad relativa del otro.
“Esto conduciría a una deconstrucción social. Por lo tanto, la mentira sirve como un agente de coligación social, sobre todo aquella que es manifestada en buena lid, lo cual se convierte en una demostración absoluta de empatía. En estos contextos, la mentira funciona como un elemento de protección y probablemente se produce con la bendición de nuestras neuronas espejo, reforzadas por la benevolencia de la educación provista por nuestros padres de quienes seguramente aprendimos que algunas mentirillas no hacen mal a nadie y, por el contario, permiten la armonía familiar”, concluye.
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