12-04-2021
Por Naix’ieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC
En el futuro, sin duda, habrá incontables viajes de exploración tripulados al espacio. Estos requerirán de investigación científica y tecnológica robusta que los soporte en muchas áreas de la ciencia.
Las misiones análogas son simulaciones de misiones tripuladas reales al espacio. Puede ser que simulen estar en órbita, en un hábitat instalado en la Luna o en Marte. Imitan las condiciones de aislamiento y falta de recursos que tendrán que experimentar los astronautas al explorar realmente el espacio o cuando se inicie la colonización de otros lugares del universo.
Estas permiten llevar a cabo investigaciones y estudios sobre cómo responde el cuerpo humano física y psicológicamente a condiciones de aislamiento extremas o al consumo de alimentos rehidratados. Constituyen oportunidades extraordinarias para realizar pruebas de equipos y prototipos, estandarizar procedimientos y para entrenar astronautas.
- Eduardo Salazar Pérez es egresado de la carrera de ingeniería mecatrónica de la UNAM, ayudante de profesor en la Facultad de Ciencias y colaborador en el Laboratorio de Instrumentación Espacial del Instituto de Ciencias Nucleares de la UNAM en relación con proyectos de tecnología estratosférica y espacial.
Del 13 al 27 de febrero de 2021, participó en la misión Orpheus 11 llevada a cabo por el hábitat análogo LunAres Research Station ubicado al norte de Polonia en la ciudad de Piła.
Este hábitat es administrado por la empresa Space is More, quien además organiza y controla las misiones, y cuya dueña es la corporación Space Garden. Ambas son empresas basadas en Polonia. La estación fue construida en el 2017 y, en ese momento, era única en su tipo en toda Europa.
LunAres Research Station se encuentra en lo que fuera un antiguo aeropuerto militar. Las instalaciones proporcionan un total aislamiento adecuado para realizar este tipo de trabajos.
En el hábitat hay espacio para suficiente para una tripulación de seis personas en misiones análogas a la Luna o a Marte con un duración de dos semanas. Se dispone de toda la tecnología para observar y controlar el ambiente interior del hábitat, así como obtener telemetría de los estados físico y psicológico de los miembros de una misión.
El hábitat, instalado en lo que fuera un hangar, cuenta con una zona completamente cerrada destinada para simular caminatas por la superficie de la Luna o Marte. Este lugar simula sus superficies; lugares oscuros, inhóspitos, llenos de rocas donde pueden ocurrir accidentes.
Adjunto hay otro espacio más reducido que es propiamente la zona habitable compuesta de diferentes módulos: un espacio central que se llama atrium el cual conecta los distintos módulos, la zona de laboratorio biológico, dormitorio, cocina, cuarto de operaciones, bodega (con aparatos para hacer ejercicio). También cuenta con laboratorios de electrónica y mecánica, así como un área sanitaria.
El joven ingeniero explica que la misión Orpheus simuló una misión de seis personas a la Luna. La diferencia entre una misión simulada a Marte y una misión simulada a la Luna es, entre otras cosas, que las comunicaciones están mucho más restringidas en las misiones marcianas y no se permiten redes sociales ni llamadas.
En una misión real al planeta rojo las comunicaciones tendrían un retraso de 20 minutos; dado que la Luna está mucho más cerca de nuestro planeta son más inmediatas. “Esta diferencia nos ayudó mucho a la larga porque el estar encerrados afecta en lo psicológico y en lo físico”.
Otro ejemplo de cómo se simulan las condiciones de una misión es la ausencia completa de luz natural. En el hábitat se controlan los ciclos de día y noche usando luz artificial. Con estas condiciones se estudian los ciclos de sueño de los miembros del proyecto.
Las misiones análogas aportan información extremadamente valiosa sobre los efectos del aislamiento en el comportamiento, además ayudan a entender los efectos en la salud por la alimentación con productos deshidratados durante lo que sería un viaje al espacio o una estancia en algún otro planeta.
“Lo único que consumimos, durante esos 14 días fueron alimentos rehidratados, los análisis que hagan, por ejemplo sobre la dentadura, van a dar resultados importantes para las misiones futuras”, señala Eduardo Salazar.
“No teníamos ni café ni golosinas, cuando teníamos un antojo solamente podíamos comer una manzana o fruta deshidratada”.
- Los estudios psicológicos también son fundamentales en este tipo de misiones.
Al estar dos semanas encerrados, se presentan cambios en las relaciones del grupo por la diferencia de edades y de culturas entre otros aspectos. Eso permite vislumbrar que problemas podrían presentarse en ambientes multiculturales y multidisciplinarios en condiciones extremas de aislamiento y confinamiento. Estudiar esto es importante ya que lo más seguro es que conquistar el espacio sea un esfuerzo internacional.
Al hablar de su rutina al participar en Orpheus 11, el ingeniero dijo que en cualquier tipo de misión tripulada, es obligatoria la actividad física, por eso los astronautas análogos diariamente hacían una hora de ejercicio y adicionalmente en las mañanas practicaban yoga y estiramientos.
En la cocina se podían reunir para comer juntos los alimentos deshidratados y platicar. El desayuno más común era avena y fruta, pero deshidratada. El dormitorio, era un espacio compartido para seis personas pero permitía conservar cierta privacidad al dormir, porque disponían de unas literas que son semejantes a unas cajas donde si se puede tener un descanso pleno.
Los sanitarios eran bastante novedosos porque en ellos se utiliza agua gris que es la que sale de las duchas y los lavamanos. Así se evita el desperdicio de agua limpia. Estas tecnologías son importantísimas porque cuando se haga la exploración espacial, los recursos van a escasear y se debe buscar la forma de aprovecharlos al máximo.
En el laboratorio biológico se mantienen plantas que se tratan con hidroponía y aeroponia con el objetivo de hacer estudios de sustentabilidad. En ese mismo espacio se lleva a cabo el monitoreo médico diario de la tripulación (temperatura, presión, ritmo cardiaco, oxigenación).
Dentro de su rutina tenían que limpiar el hábitat, verificar que todo funcionara, reportar o reparar algo que se hubiera descompuesto. El equipo tenía la libertad de revisar los procesos del funcionamiento del hábitat y proponer prototipos empleando algunos materiales disponibles. También podían hacer sugerencias a los controladores para mejorar la misión. Otra parte de las actividades era simular caminatas en la superficie lunar.
Para llevar a cabo otras tareas de la misión hay un cuarto de operaciones. “Este es semejante a una oficina donde podíamos tener nuestras computadoras, materiales de trabajo, y pizarrones para planear e incluso podíamos usar una impresora. Los laboratorios de electrónica y mecánica eran los espacios para crear prototipos o hacer reparaciones, eran mis lugares favoritos porque me recuerdan el lugar donde trabajo en el Instituto de Ciencias Nucleares”.
Eduardo Salazar Pérez comenta que si bien cada uno de los miembros del equipo tenía una serie de tareas asignadas, todos los participantes apoyaron a los demás y aprendieron de los conocimientos de los otros.
“Hubo una gran cohesión entre los integrantes, nos teníamos confianza y había un espíritu de equipo muy importante y se crearon muchos dispositivos nuevos como una pequeña estación satelital ”.
El egresado de ingeniería mecatrónica asegura que le gustaría participar en futuras misiones análogas y que los administradores de LunAres Research Station sí están abiertos a que una persona vuelva a formar parte de una misión análoga. Por otro lado, expresa su deseo de ver la posibilidad de ir al espacio en algún momento.
Además, quisiera que su experiencia inspire a más mexicanos de diversas disciplinas para que se inscriban en este tipo de misiones, ya que los organizadores de la misión se sintieron muy satisfechos de trabajar con un mexicano.
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