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En el Día Internacional de la Madre Tierra: Salud de las Plantas, vital para todos

Valorar y proteger la superficie vegetal del planeta.

22-04-2020

Por Guillermo Cárdenas Guzmán, Ciencia UNAM-DGDC

"El impacto del coronavirus es inmediato y terrible.                                                                                                                     Pero hay otra profunda emergencia: la crisis ambiental que se está produciendo en el planeta."                               António Guterres, secretario general de la ONU

Ante los grandes problemas asociados con el cambio climático y la deforestación creciente, evitar el deterioro y la pérdida de superficie vegetal en el planeta constituyen dos de los más grandes retos ambientales que enfrenta la humanidad en el siglo XXI.

Además de producir oxígeno, regular la temperatura y contribuir al equilibrio de las especies y ecosistemas, las plantas son una fuente de sustento, pues más del 80% de los alimentos que consumimos provienen de ellas. Por tanto, preservar la sanidad vegetal no sólo es una cuestión ambiental: también puede contribuir a erradicar el hambre y reducir la pobreza en el mundo.  

Por desgracia, cada año se pierden hasta 40 por ciento de los cultivos destinados a la alimentación humana debido a prolongadas sequías, plagas y enfermedades, entre otros factores, mientras la población mundial continúa creciendo y con ella la demanda de mayor producción agrícola. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) anticipa que para alimentar a una población mundial que rondará los 9100 millones de habitantes hacia el 2050 se necesitará aumentar la producción agrícola en al menos un 70 por ciento.

Pero hasta hoy, los avances para erradicar el hambre y la malnutrición resultan insuficientes para cumplir al menos con los objetivos de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que ha delineado la misma organización.

Por ello, y ante la urgencia de aplicar medidas para valorar y proteger este patrimonio natural, la FAO designó a 2020 como el Año Internacional de la Sanidad Vegetal.

Sin embargo, lograr tales objetivos será complicado dadas las tendencias agrícolas actuales, que demandan una mayor producción, pero al mismo tiempo reducir su impacto ambiental.

“Al hablar de inocuidad vegetal debemos considerar un amplio abanico de aspectos que van desde los microorganismos patógenos en productos orgánicos al uso de pesticidas y la contaminación, ya que no se limita sólo a los organismos genéticamente modificados”, comenta el investigador Agustín López Munguía Canales, del Instituto de Biotecnología de la UNAM. 

El académico, que encabeza varias investigaciones enfocadas a la caracterización y producción de enzimas para la industria farmacéutica y alimentaria, considera que se ha satanizado a la biotecnología moderna basada en la recombinación genética, sin considerar que ofrece múltiples opciones para incrementar la productividad agrícola.

“Existe la posibilidad de sustituir a los pesticidas dando a los cultivos resistencia (a plagas o enfermedades) a partir de proteínas de defensa provenientes de bacterias, pero más recientemente se han identificado también los mecanismos genéticos de resistencia propios de las plantas”, refiere el especialista del IBT.  

Los biotecnólogos pueden aprovechar este conocimiento y aplicar estrategias para movilizar genes que resultan de utilidad y así mejorar las características de las plantas.  

Con estas técnicas, expertos en África y EU estudian cómo devolverle al chocolate genes de resistencia a las plagas que perdió durante su domesticación.   

Otro ejemplo reciente es que investigadores también en EU probaron con éxito el uso de ARN de interferencia para impedir que hongos del género Aspergillus produzcan un tipo de toxinas (aflatoxinas) que afectan a diversos cultivos alimentarios, como el maíz, los cacahuates o los frutos secos. 


Esta tecnología, que no tiene nada que ver con la transgénesis convencional, puede ser de suma utilidad para combatir estas sustancias cancerígenas, a las que están expuestos tanto los agricultores en el campo -si hay plantas contaminadas- como los consumidores de productos derivados de ellas.

Desafortunadamente, añade López Munguía, en algunos países como México ni siquiera existe una evaluación sobre el nivel de aflatoxinas que podrían estar presentes en los maíces locales. “Este es el tipo de temas que deberían preocuparnos al hablar de sanidad vegetal en el país”, afirma.  

Resolver problemas locales 

López Munguía enfatiza la necesidad de fomentar la investigación con nuevas herramientas tecnológicas en beneficio de la producción agrícola pero, aclara, ninguna de ellas por sí sola podrá resolver problemas tan complejos como el abasto de alimentos o acabar con el hambre, que dependen de otros factores fuera de la ciencia.  

Por ejemplo, podrían aplicarse las mencionadas técnicas de interferencia de ARN -como ya lo ha hecho Brasil con su producción de frijol- u otras más recientes como CRISPR-Cas-9, que permite una edición genética de muy alta precisión, para inducir mutaciones que permitan mejorar a los maíces criollos que se cultivan en México.

“Un espacio donde la biotecnología moderna tiene muchas oportunidades de actuar es a nivel local, resolviendo problemas locales”, asegura Agustín López Munguía. Por ejemplo, con el desarrollo de proyectos para atacar a la roya del café en las zonas donde esta plaga causa estragos.

Es decir, las soluciones a los grandes retos de la producción agrícola no vendrán de las grandes empresas multinacionales con un enfoque global, sino de los grupos de productores a nivel regional. Y en este punto es donde se requiere vincular a la ciencia con las necesidades de la agricultura local, advierte el académico del Departamento de Ingeniería Celular y Biocatálisis del IBT.   

A escala global, un estudio reciente sobre los impactos negativos de la agricultura en el ambiente señala que estos van en aumento, pero deberán reducirse si queremos conservar el agua potable y estabilizar el clima. Al mismo tiempo, los agricultores necesitarán mantener la calidad de los suelos y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. 

“En las próximas décadas, la agricultura será imprescindible para alimentar a la gente y tener un medio ambiente sano”, señala el investigador principal del estudio Mitch Hunter, de la Universidad Penn State. Lograr semejante balance no será sencillo sin articular los esfuerzos de científicos, productores y gobiernos para diseñar las mejores estrategias.

Al respecto, López Munguía cita como ejemplo los proyectos implementados en Holanda para desarrollar agricultura de precisión basada en invernaderos. Este país, al igual que otros altamente tecnificados como Japón, no posee superficies agrícolas en cantidad suficiente para abastecer su propia demanda de alimentos.  

A pesar de ello, no han esperado a que ocurra una crisis alimentaria para actuar. A la fecha Holanda se ha convertido en el segundo país con más exportaciones de hortalizas en el mundo solo después de EU, subraya el académico del IBT.

Es en esta clase de soluciones donde debemos enfocar la mirada para enfrentar los retos que plantea una agricultura sustentable, anticipa el biotecnólogo, quien con sus colaboradores estudia, entre otras cosas, los procesos biológicos que permiten a algunas bacterias, presentes en alimentos fermentados, y a plantas como el agave, producir fibra.

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