30-11-2016
Por Naix’ieli Castillo García, DGDC-UNAM
Más de 11 millones de mexicanos residen en Estados Unidos de América, según cifras del Instituto de los Mexicanos en el Exterior. Esto es solo un estimado, pero en la realidad son muchos más, pues esta cifra solo considera a quienes se registraron ante representaciones diplomáticas, trámite que no es obligatorio.
Parte del dinero que estos millones de mexicanos ganan allá con su trabajo, lo envían a sus familias que quedaron en México. Solamente en 2015 ingresaron al país 24 mil 771 millones de dólares por concepto de remesas familiares. Son muchos miles de millones de dólares que tienen un notable impacto en la economía mexicana; equiparable con los ingresos por la venta de petróleo y por el turismo.
Las remesas son una invaluable ayuda para las familias que las reciben. Este dinero lo usan para su manutención, en salud y educación. Además se estima que estos dólares han ayudado a disminuir los niveles de pobreza en algunos sectores de la población.
La doctora Ana Melisa Pardo Montaño, investigadora del Instituto de Geografía de la UNAM, ha estudiado el impacto que tiene este dinero. En especial ha analizado lo que sucede en comunidades de los estados de Puebla y Morelos donde hay constante migración a Estados Unidos y en consecuencia, la recepción de estos recursos.
La investigadora señala que un problema relacionado con las remesas es la dependencia que hay de ellas tanto a nivel de las familias como de país. Equivocadamente se piensa que estos recursos son una fuente infinita de ingresos; cuando la realidad es que no son estables pues dependen de muchos factores, entre ellos que los migrantes puedan trabajar en Estados Unidos sin ser deportados o las condiciones de la economía de ese país.
“Las circunstancias tanto de los que están en Estados Unidos como de sus familiares de este lado de la frontera son complicadas. Ellos mandan lo necesario para el gasto diario y son pocos los que pueden ahorrar, quienes lo hacen por lo general usan el dinero para comprar una casa o remodelar la que tienen” explica.
Todas estas son buenas formas de usar el dinero, admite la investigadora, pero insiste en que sería importante que las familias de los migrantes se preguntaran: en caso de que este dinero ya no me pudiera llegar ¿Qué podría hacer para tener un ingreso?
El flujo de dinero que viaja de Estados Unidos a México es considerable y, aunque actualmente no hay un impuesto como tal, los gobiernos sí pueden querer aprovechar parte de ese recurso. Un ejemplo es el muro que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso construir en la frontera y que supuestamente se pagaría en parte con impuestos que podría imponer a las remesas.
El gobierno mexicano no cobra un impuesto a las remesas pero sí ha puesto en marcha programas que aprovechan los recursos que llegan del norte para supuestamente impulsar proyectos productivos en beneficio de la población, comenta la investigadora.
Un ejemplo es el programa 3x1 de la Secretaria de Desarrollo Social, el cual tiene entre sus objetivos apoyar las iniciativas de los migrantes sumando recursos de los tres niveles de gobierno, municipal, estatal y federal, al dinero que aporten las comunidades de migrantes para impulsar de proyectos de infraestructura, comunitarios, educativos y productivos aquí en México.
Aunque este programa ha tenido un éxito parcial, la especialista destaca que de acuerdo con el análisis que ha hecho, los recursos se destinan principalmente a proyectos de infraestructura, por ejemplo, pavimentar calles, mejorar una escuela, remodelar iglesias o embellecer una plaza pública.
A los migrantes les entusiasma contribuir a mejorar el entorno de las comunidades donde nacieron, aunque en realidad estos proyectos ayudan al gobierno a hacer su trabajo y no resultan productivos para las familias que siguen dependiendo de las remesas. Además se han reportado obras terminadas cuando en realidad no se llevaron a cabo y los migrantes sí contribuyeron con su parte.
Una tarea importante para el gobierno sería mejorar sus programas e impulsar aquellos que realmente tengan como meta que la población migrante fuera cada vez menos dependiente de las remesas. Una forma de usar bien ese dinero sería el impulso de la educación promoviendo que los jóvenes decidan estudiar una carrera universitaria y no solamente aspiren a emigrar como sus predecesores.
Otra buena idea sería usar dinero de las remesas para impulsar grupos de pequeños emprendedores o artesanos que acudan a ferias y que se preparen para crear fuentes de ingresos.
Ana Melisa Pardo Montaño, señaló que existe la posibilidad de que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump tome medidas que afecten el flujo de remesas entre México y Estados Unidos. Por ejemplo, podría establecer mayor control al dinero que se envíe para que se demuestre que fue obtenido legalmente; como ya ha anticipado el gobernador del Banco de México Agustín Carstens. Además, Trump ha señalado que deportará a los mexicanos que tengan antecedentes penales.
Por otro lado, se espera el aumento de la migración a países como Canadá y otros destinos y que se incrementen las expresiones de odio y rechazo hacia los mexicanos, ahora que los que practican el racismo y la discriminación se sienten apoyados por el presidente.
Finalmente la especialista señaló que las nuevas circunstancias presentarán oportunidades de investigación y análisis no solo para la geografía sino para todas las ciencias sociales, por ejemplo, la respuesta del gobierno mexicano para defender a su población o el fenómeno de la deportación. Las familias son muy resilientes y será interesante revisar cómo enfrentan esta crisis.
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