11-11-2020
Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC
Existen espacios en la Tierra que se caracterizan por tener un alto número de especies. Esos sitios han sido privilegiados porque las condiciones geográficas, climáticas, orográficas e hidrográficas les han proporcionado todas las condiciones para que en ellos la vida se exprese en todos sus sentidos.
Así, la distribución biológica no es uniforme en el planeta; algunas regiones albergan un elevado número de plantas, vertebrados, insectos, entre otros organismos microscópicos. No obstante, las áreas con riqueza de especies no necesariamente coinciden con aquellas con abundancia de especies endémicas, es decir, que sólo se pueden encontrar en un lugar o región.
Hoy no es extraño leer o escuchar noticias sobre la extinción de una especie, ya sea animal o vegetal. Pero ¿qué tan conscientes somos de ello, realmente nos queda clara la importancia y las consecuencias que habría si esto ocurriera, o simplemente pensamos que como no las conocemos no puede afectarnos directamente su desaparición? ¿Y cómo podemos cuidar algo que no conocemos?
Ya en 1988, el profesor inglés Norman Myers, estableció que en el mundo existían lugares con altas concentraciones de especies endémicas, que enfrentaban altos grados de amenaza y a los cuales llamó hotspot. En ese momento estableció que en el mundo existían 10 de estos sitios, al 2020 esta lista ha crecido a 36 y tres de ellos se encuentran en México.
Para el año 2000, la organización Conservation International incluyó en la definición que un hotspot es aquella región con al menos 1 500 especies de plantas endémicas que sobreviven en 30% o menos de su hábitat natural, es decir, que al menos se ha perdido 70% de su vegetación primaria, debido a la transformación del ambiente por las actividades humanas.
Otra iniciativa que identifica hotspots es “The Gobal 200”, que comprende 238 ecorregiones prioritarias para la conservación identificadas por el World Wildlife Fund (WWF). Dos artículos que hablan de estas áreas son Global Biodiversity Conservation Priorities y Marine Biodiversity Hotspots and Conservation Priorities for Tropical Reefs, este último se enfoca sobre hotspots que han identificado para el ámbito marino.
Áreas en aumento
1988: Norman Myers, profesor de la Universidad de Oxford, publica por primera vez en The Environmentalist el término de hostpot. Lo identifica con aquellos sitios con un alto nivel de especies endémicas y que sufren altos grados de amenaza. En ese momento establece 10 de estos hotspots en todo el mundo.
1990: Norman Myers publica un segundo artículo en The Environmentalist en donde sube a 18 el número de hotspots.
2000: Norman Myers y Conservation International publican un artículo en la revista Nature en donde ubica 25 hotspots a nivel mundial.
2020: Conservation International marca que existen 36 hotspots.
Al considerar la distribución de las especies y el grado de amenaza que enfrentan, los hotspots representan áreas importantes para la conservación de la biodiversidad, que requieren atención y acciones de conservación y restauración ambiental urgentes. Y aunque abarcan sólo 2.4% de la superficie de la Tierra, en ellos se ubica más de la mitad de las especies vegetales endémicas y 43% de las especies endémicas de aves, mamíferos, reptiles y anfibios. Es decir, son espacios únicos, que difícilmente se encuentran en otro lugar.
Los tres hotspots que se ubican en territorio mexicano son: el mesoamericano, que va desde México central hasta el canal de Panamá; el de la provincia florística de California que mayormente se ubica en Estados Unidos y abarca un poco de Baja California; y el de los bosques madredenses de pino-encino, que incluye las principales cadenas montañosas del país.
¿Qué amenazas enfrentan los hotspots que se ubican en nuestro país? ¿Se están realizando acciones de conservación? ¿De qué manera la población que los habita o las autoridades participan en su conservación?
Estos hotspots son áreas que se han enfrentado desde hace décadas a distintas amenazas como la urbanización, la deforestación, el cambio de uso de suelo, la venta ilegal de especies, la contaminación y la sobreexplotación de recursos naturales, entre otros.
La maestra Wolke Tobón Niedfeldt, de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), explicó que en nuestro país se han establecido áreas prioritarias para la conservación, que albergan especies y ecosistemas se deben conservar de forma más urgente, porque están siendo amenazadas y son vulnerables.
Entre las principales amenazas a la biodiversidad se encuentran la destrucción del hábitat y la fragmentación de los ecosistemas, por lo que es importante –dijo– mantener o recuperar la conectividad ecológica de dichos ecosistemas para que se permita el movimiento de los organismos o incluso el flujo genético entre éstos.
“Se ha perdido alrededor de 70% de la vegetación original de los bosques y selvas del país, y lo más triste es que, además de esta pérdida, los remanentes están altamente fragmentados. Eso resalta la importancia de establecer áreas prioritarias para la conservación, así como de la restauración para mantener la biodiversidad”, explicó.
Ante la pérdida, degradación y fragmentación de los ambientes naturales surgieron nuevas disciplinas como la biología de la conservación que integra aspectos sociales, económicos y ambientales.
Además, se han desarrollado diversos protocolos para apoyar el diseño de áreas de conservación como la planeación sistémica para la conservación que les permite saber dónde conservar, qué conservar y cómo conservar. Dicha programación se basa en herramientas que incorporan una gran cantidad de información de aspectos sociales, económicos, ecológicos y también permite reducir los sesgos y las limitaciones que esto conlleve.
La maestra Wolke Tobón, especialista en Planeación para la Conservación, explicó que la conservación hoy en día no sólo busca establecer bajo la dinámica de áreas prioritarias de conservación a aquellas que tienen un determinado número de especies, sino que implica aspectos relacionados con la restauración de las áreas degradadas y el uso y manejo sostenible de los recursos.
Explica que para saber qué conservar también se deben conocer cuáles son las tendencias de pérdida de la vegetación y el impacto antropogénico. Además, por lo general los recursos destinados a la conservación y restauración son limitados, lo que destaca la importancia de identificar áreas prioritarias para la conservación con el fin de focalizar acciones. De esa manera, una de las principales estrategias es proteger a las especies amenazadas, las cuales, en el caso de México, se incluyen en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-Semarnat-2010, así como las endémicas y las especies de distribución restringida.
Establecer áreas prioritarias de conservación como los hotspots ha permitido generar conocimiento alrededor de éstas, para determinar cuáles son las especies que las habitan, sus interacciones biológicas y sus hábitats.
Ante la pregunta ¿por qué es importante conocer la diversidad vegetal de un país, así como su distribución geográfica? el doctor Juan Pablo Jaramillo Correa, del Instituto de Ecología de la UNAM, es enfático en decir que “debemos saber lo que tenemos, cómo se puede aprovechar o no se puede aprovechar y cómo funcionan los ecosistemas, porque al final del día nosotros dependemos de éstos”.
De esta manera, agrega, nadie puede cuidar, invertir, utilizar y proteger lo que no sabe que tiene.
“Muchos ecosistemas funcionan como castillos de naipes: a veces uno quita una especie y el ecosistema se viene abajo, porque las interacciones no son las mismas, el equilibrio se rompió y al final terminamos perdiendo una gran cantidad de especies. Estos conceptos no los tenemos claros y hay mucha ignorancia ecológica de la parte de los tomadores de decisiones; ecología en el sentido no de pensar verde y conservar, sino en el sentido estricto de conocer cómo funciona un ecosistema”, puntualizó.
El doctor Jaramillo Correa, quien ha enfocado sus investigaciones en el estudio de los oyameles y su interacción biológica y ecosistémica, destacó un ejemplo del desequilibrio que puede representar la pérdida de una especie. Dijo que los oyameles son conocidos como los guardianes del agua, se ubican entre los 2 500 y los 3 500 metros de altitud y son fundamentales para resguardar el caudal de los ríos en la parte alta de las montañas.
Si un bosque de oyamel desapareciera, esa agua escurriría afectando a las especies que se encuentran más abajo, incluidas las comunidades humanas; además de que al no existir oyameles que retengan el agua se perderían los nutrientes, podrían llegar nuevas especies menos eficientes en la retención de líquidos e incluso, derivar en caída de laderas.
“Desde un punto de vista ecológico, una vez que se corta un bosque, lo que crezca ahí no va a ser igual a lo que había antes; los ecólogos llaman a eso bosque secundario, que es un bosque que sí tiene muchos árboles, pero en composición, en funcionamiento y en biodiversidad será muy distinto al que había antes, que era conocido como bosque primario”, destacó el investigador.
Uno de los tres hotspots que existen en nuestro país es el de la región madredense de pinos y encinos, que abarca un total de 461 265 km2. Mayormente se ubica en México, aunque también incluye una parte del Sur de Arizona y Nuevo México.
En nuestro país incluye las principales cadenas montañosas, como la Sierra Madre Occidental, la Sierra Madre Oriental, el Cinturón Volcánico Transmexicano, la Sierra Madre del Sur y la Sierra Norte de Oaxaca, así como islas aisladas en la cima de las montañas en Baja California (particularmente alrededor de la Sierra de la Laguna.
Los pinos y encinos son dos de las especies más comunes de los bosques templados, sitios en donde hay un alto nivel de endemismo, además de que, gracias a diversas características biogeográficas, así como a diversos procesos ecológicos, geológicos y climáticos son sitios con una alta tasa de hibridación, de recombinación genética y, en suma, cuentan con una gran diversidad de especies.
El doctor Leopoldo Galicia Sarmiento, del Instituto de Geografía de la UNAM, ha centrado sus líneas de trabajo por varios años en entender la dinámica, la distribución, los impactos del manejo forestal y el cambio de uso de suelo en los bosques templados.
Destacó que entre las amenazas principales en este hotspot de la región madredense de pinos y encinos se encuentran las altas tasas de deforestación, producto del cambio de uso de suelo para la agricultura y la ganadería, la tala y la baja reforestación.
Sobre la tala y la baja reforestación dijo que 90% de la madera que se produce en México se extrae de dichos bosques, sin embargo, no hay un aprovechamiento sostenible de éstos, ya que hay altas tasas de extracción sin regulación y sin planes de manejo que conllevan efectos negativos no sólo para los árboles, sino para todo el ecosistema.
“Los encinos son especies de muy lento crecimiento y no hay reforestación con encinos, sino que están siendo reemplazados por pinos, pues la gente prefiere sembrar pinos que en 30 años ya tienen una cosecha maderable, mientras que eso no pasa con un encino”, explicó.
Asimismo, los efectos del cambio climático también se han estudiado en los bosques templados, que, se ha visto, son los más sensibles a éste, porque sufren de un calentamiento más acelerado, sin embargo, afectan más a los árboles nuevos, además de que son zonas que están sufriendo de mayores sequías.
Al respecto el doctor Galicia Sarmiento, quien pertenece al Departamento de Geografía Física del Instituto de Geografía, dijo que, aunque estos bosques están acostumbrados a los cambios de temperaturas (había largos periodos de altas temperaturas que les permitían adaptarse), hoy éstos ocurren en ventanas de tiempo más pequeñas, lo cual afecta aspectos como la germinación, el establecimiento de las especies o su crecimiento.
Para el investigador definir estos hotspot ha servido sobre todo para la generación de conocimiento y destaca que una de las opciones que existen para disminuir las amenazas en el de la región madredense de pinos y encinos sería establecer un adecuado manejo forestal, que aquellas zonas que no cuenten con una regulación la tengan y dispongan de autorizaciones para extraer madera de forma sostenible.
“Que haya un plan de manejo quiere decir que planifiquen tanto en el tiempo como en el espacio cuánta cantidad de madera y cada cuándo pueden sacarla, porque lo que pasa con el manejo es que luego se concentran en una sola especie. Además, se tienen que hacer plantaciones forestales, no creo que tengamos que conservar todo, más bien debemos manejar de manera más sostenibles los bosques”, explicó.
Como se ha visto, la urbanización, el cambio de uso de suelo, la venta ilegal de especies, la deforestación, la contaminación y la sobreexplotación de recursos naturales, son de las principales amenazas de los hotspot en México.
La pérdida de especies y de ecosistemas es más acelerada en el presente que en siglos anteriores, y está relacionada con el impacto que tiene no sólo en la especie que se perdió, sino en la pérdida de múltiples especies, de la diversidad genética que hay dentro de cada una de ellas y de sus hábitats en general.
“Desde la parte biológica estaríamos perdiendo el acervo biótico, ecológico, genético y paisajístico de un sistema, pero también podemos perder servicios ecosistémicos; por ejemplo, los bosques templados capturan agua y hay una recarga de los mantos acuíferos y son una fuente de economías locales para las personas que viven de los bosques”, explicó el doctor Galicia Sarmiento.
Asimismo, perder el equilibrio ecológico que mantiene la biodiversidad tiene consecuencias graves para el ser humano. Al respecto, la maestra Tobón destacó lo que se está viviendo en el mundo actualmente con la pandemia.
“Muchos investigadores asocian esto [la pandemia] a la pérdida de hábitat y al cambio global, lo cual finalmente tiene una repercusión directa sobre la salud del ser humano. Esto sería un ejemplo de qué pasa si perdemos biodiversidad: nos va a afectar directamente y de manera muy drástica”.
Otro ejemplo de las consecuencias de la pérdida de una especie se da en cuanto a la alimentación, pues hay productos que ya no se ofrecen o incluso ya no y, por lo tanto, hemos dejado de consumirlos, lo cual tiene una afectación directa en el surgimiento de enfermedades como la obesidad, la diabetes, etcétera.
Frente a este panorama, el doctor Juan Pablo Jaramillo Correa destaca la importancia de conocer cómo funcionan los ecosistemas para poder protegerlos:
“Un pueblo que no conoce sus ecosistemas termina extinguiéndolos, agotándolos y terminándose sus recursos. Por ello hay que trabajar en hacer investigación básica, en integrar a las comunidades locales y el conocimiento que ellas han acumulado, y crear puentes, crear una especie de tejido de conocimiento entre las diferentes instancias para conocer qué es lo que hay y tomar decisiones mucho más juiciosas basadas en datos reales, no en políticas. Esos datos salen del conocimiento”.
En el juego de Jenga, como en los ecosistemas, quitar una pieza puede desestabilizar la torre. Aunque ocupemos los huecos que se han creado, nunca más volverá a ser lo mismo, pues la construcción quedó debilitada y tarde o temprano terminará por caer.
Lo mismo ocurre con los ecosistemas en donde la importancia de una especie no radica sólo en la propia especie, sino en todo lo que está alrededor de ella y con lo que guarda relación. Por ello, si oímos que en África el rinoceronte blanco está en peligro de extinción o algún tipo de angioesperma endémico de Australia está a punto de desaparecer pensemos que esto también repercute en su ecosistema y, de forma directa, en nosotros, ya que somos parte del mismo hábitat: el planeta Tierra.
Aunque nos suene que esas especies están muy lejanas hoy se tiene la teoría de que el simple aleteo de una mariposa en aquellos lugares puede terminar repercutiendo en la existencia o no de los alimentos que consumimos cotidianamente en este lado del planeta.
Es decir, debemos aprender a conservar, a cuidar y a convivir con las especies en un mundo que cada vez está más fragmentado. Es eso o que se vengan abajo nuestra torre de Jenga, desaparezcan los ecosistemas y eso, de ningún modo, podremos considerarlo un juego.
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