13-03-2020
Por Naixieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC
Julia Carabias ha dedicado su vida profesional a la conservación de la naturaleza y el medio ambiente. Es especialista en temas ambientales como la regeneración de selvas tropicales, restauración ambiental, manejo de recursos naturales, ecología y sistemas productivos.
Cuando inició su trabajo en la década de los 70 tenía en la mente la idea de que la biología era un base desde la que se podía aportar mucho al proceso de hacer un país más justo en el que se valorara el conocimiento tradicional, la riqueza de culturas y el conocimiento de los ecosistemas como parte de la solución. “Los biólogos podríamos ayudar a hacer este cambio”, relata.
Desde hace unos años, Julia ha estado presente en la selva Lacandona con la convicción de que el conocimiento científico de plantas y animales, se puede poner al servicio de comunidades campesinas indígenas para que les ayude a lograr un desarrollo sustentable a través de sistemas productivos diversificados que no impliquen la degradación de los recursos naturales.
La investigadora considera la selva Lacandona como el patrimonio natural más importante de México.
La selva Lacandona —dice— es un sitio con problemáticas económicas, sociales muy complejas y diversas, que incluyen la ocurrencia de actos ilícitos y enfrentamientos a las presiones de grupos de poder económico y político. Por eso estima que si los proyectos y líneas de investigación son exitosos en esas condiciones complicadas, se podrían tomar como un modelo a seguir en otros lugares de México haciendo las adaptaciones necesarias para cada lugar.
Esta región, junto con la zona de los Chimalapas en Oaxaca, es el mayor remanente de superficie de selva húmeda en el país. Hace décadas, México tenía 12 millones de hectáreas de selva y ahora únicamente queda un millón repartido en estas dos zonas.
Aun cuando su superficie se ha reducido notablemente la selva Lacandona es el hogar de 50 por ciento de la diversidad de mamíferos, 50 por ciento de las mariposas y 50 por ciento de las aves con las que cuenta el país. “Se trata de la zona más rica y más biodiversa que tenemos en México además de que en las cuencas del Río Grijalva y el Río Usumacinta se genera 30 por ciento de toda el agua dulce de nuestro territorio” abundó.
Los servicios ecosistémicos que presta son abundantes. Entre ellos están los ciclos de nutrientes, la regulación del clima y la generación de polinizadores. Los beneficios que aporta la selva lacandona no son exclusivamente para los habitantes de la zona también alcanzan a toda la población de México y del mundo, asegura la especialista.
En la selva Lacandona se han establecido áreas naturales protegidas. Estas son regiones en las que legalmente está establecido que no puede haber un cambio de uso de suelo. La población que vive en esas zonas tiene que hace un uso sustentable de la tierra y los proyectos del gobierno tienen que orientar y ayudar a la población a lograr este objetivo.
Otras zonas de la selva no tienen ningún habitante y es importante mantenerlas así porque en ellas se pueden dar los procesos evolutivos de la flora y fauna sin interferencia de los seres humanos.
De las siete áreas protegidas que hay en la Lacandona, la más importante es la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, es la mejor conservada y está en manos de los lacandones, un grupo indígena del sureste mexicano. Hasta ahora, de acuerdo con la especialista, los lacandones han hecho un perfecto trabajo de conservación en la selva.
La doctora Julia Carabias asegura que es posible compaginar el conocimiento científico con el quehacer político porque “con la información científica podemos defender una causa que se convierte en una causa política”.
Dicho de otra forma: toda la información científica que generan los grupos de investigación que están en la selva sirve para generar una estrategia de conservación y desarrollo sustentable que al final se traduce en políticas públicas para implementar ahí.
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