01-11-2019
Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC
La muerte encefálica, o más comúnmente conocida como muerte cerebral, se define como la ausencia completa e irreversible de todas las funciones del encéfalo, estructura que forma parte del sistema nervioso central y que controla todas las funciones de un ser humano.
Con la muerte encefálica desaparece toda la actividad cerebral, destaca el doctor Hugo Solís, del Laboratorio de Neurofisiología de la Facultad de Medicina de la UNAM. Aunque explica que cuando un individuo ingresa a una sala de terapia intensiva con esta pérdida, de la conciencia, se le entuba y se mantiene una respiración artificial, con lo que se permite que haya circulación y oxigenación de los tejidos.
Por su parte, los investigadores Estela López, José de Jesús Jaramillo Magaña y Hugo Solís, en el artículo Alteraciones fisiopatológicas en la muerte encefálica. Su importancia para decisiones de manejo y donación de órganos, destacan que “abundantes datos clínicos demuestran que el daño intenso al cerebro puede destruir por completo la función del órgano y su capacidad de recuperación, aun cuando otras partes del cuerpo permanezcan vivas”.
Por lo tanto, aunque permite que el individuo siga con vida, una vez que se diagnostica la muerte encefálica ya no hay manera de que pueda recuperarse. La persona encargada de diagnosticarla es el médico neurólogo, auxiliado por un equipo de enfermería y anestesiólogos.
Las principales causas por las que se presenta muerte encefálica son traumatismo craneoencefálico, provocado por accidentes automovilísticos o de motocicletas o también en algunos deportistas como los boxeadores; hemorragias cerebrales producto de enfermedades como la hipertensión arterial, y complicaciones neuroquirúrgicas, como una ruptura de aneurisma.
- La muerte cerebral no es lo mismo que el estado de coma. El coma es una alteración del estado de conciencia o de alerta de un individuo. Se presenta en distintos niveles: semicomatoso (estar despierto, pero confundido), estupor y coma profundo.
La definición más conocida de muerte encefálica es la establecida por el Comité de la Escuela de Medicina de Harvard, que la enfocó al cese de la función cerebral, sin esperanza de recuperación.
Además, esta entidad determinó qué criterios se necesitan para establecerla como, por ejemplo, que se presente coma sin respuesta; que haya apnea, es decir, que no haya respiración espontánea, o la ausencia de reflejos encefálicos, pues normalmente los ojos se mueven cuando uno gira la cabeza, sin embargo, cuando hay muerte cerebral este movimiento está ausente.
Otras características son la midriasis, es decir, el tamaño de la pupila no mantiene el tamaño normal, sino que está aumentado; además de que hay ausencia de reflejos espinales, el registro electroencefalográfico muestra actividad plana, hay ausencia de intoxicación por drogas o hipotermia y la persistencia de este estado se da por más de 24 horas.
El doctor Hugo Solís agrega que se pueden hacer otras valoraciones médicas como la exploración de reflejos a través de las vías vestibulares, así como potenciales evocados auditivos del tallo cerebral y seguir criterios radiológicos y de imagen para determinar si el tejido cerebral está muerto.
Algunos estudios que ayudan a establecer el diagnóstico de muerte cerebral son el electroencefalograma, el cual registra la actividad eléctrica del cerebro; la resonancia magnética nuclear, y estudios Doppler.
El investigador destaca que desde el área de la salud se ha trabajado en buscar la donación de órganos, una vez que se diagnostica muerte cerebral.
“En lugares de atención de tercer nivel, en donde en principio llega un paciente con una hemorragia cerebral severa, está el neurólogo, el internista, el anestesiólogo, el abogado y la trabajadora social para ver qué se puede hacer en ese sentido, qué órganos se pueden usar, si no hay un factor legal. Por fortuna, ha ganado la cultura y se busca que una vez que se completa el criterio de que el individuo tiene muerte cerebral entra ese aspecto social para solicitarle a la familia la posibilidad de que su familiar se convierta en donante”.
También señala que existen distintos factores que pueden frenar esta donación, como factores morales, éticos, de creencia, e incluso para algunos médicos resulta difícil decirle al familiar que su paciente tiene muerte cerebral y que es posible donador de órganos.
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