10-12-2018
Por Guillermo Cárdenas Guzmán, Ciencia UNAM, DGDC
A mediados del siglo 19, el hallazgo de yacimientos de oro en la región de Sierra Nevada, en el actual estado de California, Estados Unidos, desató una enorme oleada de inmigrantes norteamericanos que se establecieron ahí en busca de hacer fortunas de la noche a la mañana.
Esto estimuló la fundación y crecimiento económico de California, pero a la vez tuvo efectos negativos, pues propició el desplazamiento de tribus nativas, la explotación de trabajadores inmigrantes y de los recursos naturales. Un dilema similar se plantea hoy ante la perspectiva de desarrollar minería en mar profundo.
Varias compañías han hecho prospección de minerales en zonas del Pacífico correspondientes a la zona económica de las islas Solomon, Fiji, Papúa Nueva Guinea y Tonga. Sólo Japón ha extraído minerales dentro de sus propias aguas territoriales, en torno a las costas de Okinawa.
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos de la Organización de Naciones Unidas ya elabora un código para regir esta actividad. Hasta ahora ha otorgado 29 contratos para explorar recursos submarinos en aguas que no pertenecen a ninguna jurisdicción nacional, por lo que se consideran un “bien común”.
Elva Escobar Briones, directora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, explica que hay tres tipos de recursos minerales submarinos: los nódulos polimetálicos; los sulfuros polimetálicos -en las zonas de fractura donde se forma el lecho marino- y las cortezas de ferromanganeso rico en cobalto.
Los nódulos polimetálicos (cuerpos rocosos en forma esférica) contienen metales como magnesio, níquel, cobre, cobalto, molibdeno, hierro y aluminio, entre otros que son muy demandados por las industrias automotriz y electrónica. Los sulfuros polimetálicos son exhalados por las ventilas (chimeneas) hidrotermales en el fondo.
Estas exhalaciones forman depósitos que también poseen metales preciosos como plata, oro, cobre, manganeso, cobalto y zinc. Además de estos recursos, en los fondos marinos existen vastas fuentes de minerales fosfóricos que son esenciales para la producción de fertilizantes agrícolas.
Marco regulatorio
- La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos elabora un documento para regular la minería en mar que puede hacerse a profundidades entre 400 y 6000 metros- en las aguas que no están dentro de los límites territoriales de ningún país.
Las tecnologías para extraer estos “tesoros” -cinturones transportadores, robots o sistemas de succión hidráulica apoyados en barcos nodriza- están suficientemente desarrollados para hacer a la minería submarina tanto o más rentable que en los depósitos terrestres, según argumentan sus promotores.
Sin embargo, científicos y ambientalistas advierten que antes de iniciar la explotación intensiva de esos depósitos, deben seguirse valorando los riesgos que esto implicaría para los frágiles ecosistemas submarinos y para las comunidades que subsisten gracias a las pesquerías en algunas zonas.
“No hay modelos de cómo se va a hacer la extracción, sólo reglamentos para prevenir daños irreversibles en los fondos marinos, tener áreas protegidas y reportar el conocimiento adquirido para saber si el impacto podría potenciarse con otros fenómenos como el cambio climático”, asegura Escobar Briones.
La investigadora de la UNAM describe la biodiversidad del fondo marino como un enorme mosaico, donde las formas de vida que existen a nivel micro en una zona son diferentes a las que están al lado. Así, la suma de los conjuntos integra una enorme y compleja riqueza de la que apenas conocemos una mínima parte.
“En las distintas escalas de diversidad biológica puede haber una diversidad genética (organismos con un vasto repertorio de genes) de gran interés para la humanidad, que podría aprovecharse para procurar bienestar, mejorar la salud o depurar sustancias contaminantes”, afirma la directora del ICMyL.
Dado que hay enormes diferencias en los fondos marinos a escala local, regional y global -pues además de las variaciones de especies, hay condiciones geológicas y oceánicas muy distintas- resulta difícil establecer de manera generalizada qué tipo de perturbaciones podría provocar la extracción de minerales.
Sin embargo, dice la científica, hay algunos riesgos que se han documentado. “Los recursos minerales están en el fondo marino, pero la columna de agua que se forma al extraerlos podría mover los sedimentos (que pueden quedar suspendidos por décadas) y afectar a las cadenas alimenticias.
Ante ello, advierte Escobar, es preciso no sólo atender los lineamientos que piden evitar afectaciones a los ecosistemas marinos, sino seguir haciendo estudios en zonas particulares -incluidas las que se designen como de conservación- y reportar este conocimiento para evaluar si hay impactos y será viable la explotación mineral.
Por su parte, expertos de la Universidad de Harvard señalan en un reporte que el lecho marino profundo, y en particular las ventilas hidrotermales, hacen contribuciones “potencialmente críticas” a la biodiversidad y a la regulación del clima global, que podrían verse seriamente alterados por las labores de extracción.
Los organismos que habitan en las ventilas hidrotermales (crustáceos, anémonas, almejas, gusanos tubulares, peces) son especies únicas, capaces de sobrevivir en temperaturas superiores a 113º C y realizar quimiosíntesis (en vez de fotosíntesis, ya que no les llega luz solar), escriben los investigadores.
Además, según citan en su reporte, se han descubierto más de 300 especies animales (evolutivamente distintas y muy raras) alrededor de las ventilas hidrotermales, que contribuyen a capturar carbono en la atmósfera. 80% de ellas son endémicas, lo que hace únicos a cada uno de esos ecosistemas.
En el documento advierten que aún en su fase exploratoria, los barcos de prospección han alterado las rutas de bancos de peces en islas del Pacífico oriental que son el sustento de comunidades locales de pescadores. En estas condiciones, los daños por esta actividad podrían ser similares a los de la minería en tierra.
En ese escenario, Elva Escobar recuerda que los reglamentos piden evaluar los posibles impactos por extracción; desarrollar tecnologías para hacerlo sin dañar la diversidad; estimar el monto de los recursos disponibles y su valor en el mercado, así como si éstos aportarían un beneficio común a la humanidad.
“Este conocimiento será muy importante para saber si se da luz verde a esta actividad o se establece una moratoria hasta que exista la certeza de que no va a generar daños irreversibles a la biodiversidad y los ecosistemas”, prevé la académica del ICML .
- ¿Y en México? Hay sulfuros polimetálicos en el Golfo de California y en casi todas las dorsales del Océano Pacífico. La Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales permitiría esta actividad en el Golfo de Ulloa (BCS) si no se afectan especies y hábitats submarinos.
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