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Consumo que deja huella

Cálculo de la huella hídrica para producir una taza de café. Gráfico: Elvia Moreno

21-03-2012

Por Paula Buzo Zarzosa DGDC-UNAM


El agua que bebemos, que consumimos en los alimentos y que ocupamos en el hogar es apenas una pequeña porción de la cantidad total que utilizamos y necesitamos para vivir. Su consumo es mucho mayor en la industria y sobre todo en la agricultura, donde grandes cantidades de agua son necesarias para crear todos los productos y servicios que utilizamos a diario, por eso es importante hacer un uso más eficiente de este recurso.

Los problemas de escasez de agua dulce y de su contaminación son cada vez más graves en el mundo. “La disponibilidad de agua per cápita está bajando en nuestro país, está bajando porque la población está creciendo y se necesita más agua. Cada vez tenemos menos agua y demandamos más; vamos hacia un problema muy serio”, dijo el doctor Luis Marín Stillman, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM.

Además de buscar acciones para el ahorro y cuidado del agua, los expertos utilizan los conceptos “huella hídrica” y “agua virtual” como indicadores de nuestro consumo de agua y su impacto en los sistemas de hídricos del mundo.

¡¿Cómo usamos tanta agua?!

La huella hídrica se refiere al volumen de agua dulce que se usa para producir un bien o un servicio, sumado a lo largo de toda su cadena de valor, desde los insumos hasta el producto final, desde el productor hasta el consumidor. De manera similar, el agua virtual es el agua “contenida” en un producto, la cantidad de agua que fue necesaria para producirlo aunque no se encuentre en el producto final.

De acuerdo a los datos de Water Footprint Network, la red global que establece los estándares para calcular la huella hídrica, para producir una taza de café se requieren alrededor de 130 litros de agua, la mayor parte para la cosecha de la planta.
La misma red indica que la huella hídrica de México es de 1 978 m3 al año por habitante, cuando el promedio mundial es de 1 385 m3 al año per cápita.

El cálculo de la huella hídrica de un producto, una persona, una empresa o un país incluye el uso directo e indirecto del agua, expresado en metros cúbicos al año o por unidad. Además se contemplan dos dimensiones: la temporal y la espacial, para saber dónde y cuándo se usó el agua, y así conocer sus impactos concretos en los sistemas hídricos.

La cantidad total de agua que se consume, que es evaporada o incorporada al producto, se reparte entre las huellas hídricas verde, azul y gris. La huella verde es el agua de lluvia, principal para la agricultura, y la humedad en la tierra, así como el agua que se evapora durante el crecimiento de las cosechas. La azul, se refiere a los recursos tomados de aguas superficiales y subterráneas que se evaporan o se descargan durante la producción. La huella gris es la cantidad de agua requerida, dentro de los estándares aceptados, para diluir los contaminantes y no dañar al sistema de agua donde se desechan.

Como ejemplo, en la huella hídrica del algodón el 54% es verde, 33% azul y 13% es gris. El consumo de agua para el algodón tiene mayores impactos locales en las regiones donde se cultiva y procesa, debido a que se debe irrigar constantemente, y se hace una extracción excesiva de agua para ello. En el periodo 1997­2001 el consumo mundial de productos de algodón requirió 256 Giga metros cúbicos (Gm3) de agua al año. En promedio, para producir una camiseta de algodón (250 g) se requieren alrededor de 2 500 litros de agua. 

Sin embargo, la huella hídrica de los productos no es la misma si éstos fueron producidos en lugares diferentes. El consumo depende de las condiciones individuales de producción, la disponibilidad de agua dulce, su calidad, o si en la cadena de valor hay puntos de estrés hídrico, es decir, si se está demandando más agua de la que se recarga a la fuente. También se toma en cuenta el intercambio del agua virtual de los productos entre los países que tienen menor y mayor acceso a fuentes de agua dulce.

La información sobre la huella hídrica y el agua virtual es útil para la toma de decisiones sobre la producción y comercialización. “Si tú vas a hacer consumos que son intensos en el uso del agua, sembrar arroz por ejemplo, siémbralo en Tabasco, en un lugar donde te sobra agua, no lo siembres en Querétaro donde no tienes agua. El agua virtual lo que trata de calcular es que si haber producido una camiseta de algodón son más de 2 000 litros en promedio, no siembres y coseches el algodón en un lugar de estrés hídrico”, dijo el investigador.

A lo largo de la cadena de valor se deben tomar acciones para reducir el consumo o hacer un uso más eficiente del agua en los puntos de mayor estrés hídrico. Si se consideran los flujos de agua virtual contenida en los productos, se puede lograr un importante ahorro de agua al exportar productos de un país con alta productividad hacia un país con problemas de agua. Así se va estableciendo un vínculo entre el consumo y los impactos hídricos en otras regiones, que también dependen de los demás consumidores que usan un mismo sistema de agua.

¿Cuántos planetas necesitas para vivir?

El impacto que tienen las actividades humanas sobre el medio ambiente se puede medir en tres huellas: la ecológica, que indica el número de hectáreas necesarias para la apropiación que hacemos de los recursos naturales; la de carbono, que contempla la emisión de gases de efecto invernadero, principalmente de CO2; y la huella hídrica, que mide el consumo de agua en los productos.

De acuerdo a los hábitos y actividades de la población, se ha estimado que si todo el mundo hoy tuviera el mismo nivel de vida que los estadounidenses, necesitaríamos cerca de 50 planetas Tierra para satisfacer la demanda de recursos naturales. “Como todavía no aprendemos a clonar el planeta… a lo que nos lleva es a buscar la sostenibilidad”, dijo el investigador. 

La sostenibilidad implica la intersección de tres círculos, el económico, el medio ambiental y el social, para lograr el balance en el uso de los recursos y su recuperación en el sistema. En el mundo, las primeras acciones para el desarrollo sostenible se enfocaron hacia el medio ambiente; sin embargo, este modelo no funcionó. “Ahora se está diciendo que la sostenibilidad la tenemos que ver no desde el punto de vista del medio ambiente, sino desde el punto de vista económico; y las empresas ya están respondiendo porque si usan menos recursos y usan menos agua para producir, ahorran dinero y de paso son «amigables con el medio ambiente»”.

 “De hecho, en Europa ya hay en algunos productos una etiqueta con las tres huellas: la ecológica, la de carbono y la hídrica para que tú sepas, en recursos naturales, cuánto costó producirlo”, comentó. Las acciones para reducir la huella hidrológica de los productos implican beneficios económicos y sociales, además de los ecológicos, para los productores y consumidores.

 “Cualquier cosa que ahorre agua, que hablemos de un uso más eficiente, es buena” como tomar baños más cortos, no regar el jardín a medio día y alternativas como la cosecha de agua de lluvia o el tratamiento y aprovechamiento de las aguas residuales. 

A mayor escala, para las acciones de restauración ecológica hay que evaluar bien los sitios, por ejemplo para poder recargar el acuífero, o para reforestar y crear nuevas áreas verdes. Muchas empresas en México están implementando programas de sensibilización para que el uso del agua sea más eficiente, siendo más cuidadosos y reduciendo el consumo en las diferentes etapas de su cadena de producción.

De acuerdo con el doctor Marín, “tenemos que saber más del tema, combatir lo que un amigo llama el «analfabetismo hídrico», porque no nos damos cuenta de lo vulnerables que somos”. Podríamos aprender más sobre el agua, saber de dónde viene y cuánta estamos consumiendo con los productos que utilizamos, y llevar a cabo acciones para lograr un acceso sostenible de este recurso.

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