08-10-2018
Por Guillermo Cárdenas Guzmán, Ciencia UNAM, DGDC
Permanecer enganchado durante horas al teléfono celular para revisar todos los mensajes entrantes, ver series en Netflix hasta el amanecer, tomar selfies, navegar compulsivamente en la red en busca de páginas pornográficas o de sitios de compras on line…
Muchas personas consideran esas conductas como parte normal de la interacción cotidiana en las sociedades de la era digital; sin embargo, si son persistentes podría tratarse de trastornos conductuales con efectos nocivos para la salud física y mental.
También podrían ser señales de que el individuo padece depresión, ansiedad, baja autoestima o dificultad para socializar, explica el psiquiatra Juan Pablo de la Fuente Stevens, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
En los manuales médicos vigentes (DSM-V y CIE-11) se clasifican como Trastornos por Control de Impulsos (TCI). En 1992, la Organización Mundial de Salud los caracterizó por rasgos como actos repetitivos que no tienen una clara motivación racional.
Algunos de ellos, como la cleptomanía, la piromanía y la tricotilomanía (arrancarse los cabellos) están bien descritos en la literatura médica. En otros la definición es polémica, como en el uso excesivo de la TV o Internet (TCI inespecíficos).
En el caso de la ludopatía o juego patológico (antes clasificado como TCI) ahora se considera dentro de las adicciones, pues comparte varios rasgos con la adicción a sustancias, añade el académico de la FM.
Clasificación internacional
- Los Trastornos por Control de Impulsos están clasificados dentro de un capítulo en los manuales médicos DSM-V, de la Asociación Psiquiátrica Estadunidense y el CIE-11, elaborado por la Organización Mundial de Salud.
En ambos casos existe una búsqueda compulsiva, pérdida de control por parte del individuo, así como una sensación de malestar cuando éste se aleja de la sustancia o la conducta que le proveen estímulos placenteros.
Sin embargo, esto debe evaluarse cuidadosamente para evitar patologizar conductas cotidianas, advierte el integrante de la Clínica de Atención Integral para las Adicciones de la FM.
El psiquiatra añade que si bien las adicciones tienen un componente muy importante de impulsividad, éste no es el principal. Además hay que distinguir cuando ésta es un síntoma de psicopatología o un rasgo de la personalidad.
“Se ha formulado el concepto de adicción conductual, que sigue siendo polémico. El que tiene más evidencia a favor es el juego patológico. También se ha estudiado y propuesto incluir en tal definición a la adicción al sexo, al trabajo o a las tecnologías”.
Juana Olvera Méndez, psicóloga de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala (FESI) de la UNAM, aclara que las personas con estos impulsos experimentan gran tensión, que se libera al momento de ejecutar la acción. Por eso no pueden controlarla.
La especialista menciona al Trastorno Explosivo Intermitente como otro de los más comunes. En éste, los individuos manifiestan una serie de reacciones desmesuradas ante una situación trivial sin analizar las consecuencias.
Las personas que sufren este trastorno pueden detonar una riña callejera por cualquier motivo o si conducen un automotor son capaces de bajarse, insultar o golpear a otro conductor por un simple incidente de tráfico, refiere la profesora-investigadora.
Otro trastorno común de este tipo es la bulimia, en la cual las personas tienen episodios recurrentes de ingesta excesiva de alimentos (atracones), que luego compensan al inducirse el vómito o tomar laxantes para evitar la subida de peso.
La psicóloga advierte que en México estos problemas han sido poco estudiados, pese a que han aumentado en años recientes debido a la violencia social, aunque en su origen también influye el entorno, factores genéticos y neurobiológicos.
Olvera señala que estas conductas se vuelven nocivas cuando la persona no puede controlarlas, aunque estén afectando su vida cotidiana o la de otros, al restarle horas al sueño, el trabajo, el estudio, el ejercicio o la convivencia con la familia o la pareja.
Juan Pablo de la Fuente pide observar señales de alerta similares al consumo excesivo de tabaco o alcohol: “si cada vez que uno está aburrido toma el celular o se mete a las redes digitales, ahí hay un foco rojo”.
La profesora de la FESI reconoce que hay muchos problemas para definir la adicción a las nuevas tecnologías, porque se dice que generan, a nivel cerebral -en el sistema de recompensa- el mismo efecto que el consumo de sustancias adictivas.
En la Clínica Universitaria de Salud Integral de la FESI, aclara la especialista, tras evaluar al paciente se le brinda un tratamiento integral, generalmente basado en terapia cognitivo-conductual, sin descartar el uso de fármacos cuando sea preciso.
“Algunos pacientes decían ser adictos a la pornografía. Pero en la consulta hallamos problemas de trasfondo como ansiedad o baja autoestima. No podían socializar o no tenían pareja. Por eso se enganchaban fácilmente a la TV o la red.”
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