14-11-2011
Por Luz Olivia Badillo Badillo
La diabetes tipo II o mellitus es la segunda causa de muerte en México porque del 94% de las personas a las que se les ha diagnosticado la enfermedad, sólo 5% lleva a cabo apropiadamente su tratamiento
Alberto Lifshitz, cirujano de la Facultad de Medicina de la UNAM considera que nos tenemos que acostumbrar a que la sociedad funcionará, en el futuro, con una proporción muy importante de gente diabética. Datos de la Secretaría de Salud que datan de 2006 manejan la cifra de más de 14% de los mexicanos mayores de 20 años con diabetes tipo II o mellitus, el tipo de diabetes más frecuente en el país.
La Federación Internacional de Diabetes calcula que el número de pacientes con diabetes tipo II entre 2001 y 2025 se duplicará. En México el incremento será de 2.%. Entre sus rasgos característicos está que hay mayor incidencia entre las mujeres; es más común en la población urbana que en la rural, y hay edades donde se es más susceptible a padecerla: entre los 50 y 70 años, donde uno de cada tres es diabético; no obstante, la tasa va en aumento en niños y adolescentes.
“Al 94% de los diabéticos diagnosticados se les hacen chequeos por lo menos cinco veces al año, pero sólo el 5% lleva un tratamiento adecuado”, comenta el doctor Lifshitz. La esperanza de vida entre los diabéticos que llevan una dieta y hacen ejercicio, y los que no, es de diez años de diferencia.
Cristina Fernández, investigadora del Instituto de Biomédicas de la UNAM, atribuye esta cifra a la idiosincrasia del mexicano, que no es muy dada a cuidar su salud. Como la diabetes no duele, se puede pasar mucho tiempo con la glucosa alta y cuando la detectan suele ser muy tarde. Una vez diagnosticada la enfermedad, la gente se asusta, lleva a cabo una dieta especial durante algún tiempo, y después, se aburre.
“La gente le da la vuelta al medicamento, no le gusta tomar fármacos, y por otro lado, éstos son caros, no todo mundo los puede pagar. Si los compran, suelen combinarlos con remedios: que el tecito o que el jugo de nopal. Además tenemos la falsa creencia de que si se usa cotidianamente una medicamento, el organismo se hará resistente a éste, lo que ocasiona que la gente no se apegue al tratamiento”, plantea la investigadora.
La doctora Fernández dice que si una enfermedad tiene cura, el paciente pone todo su interés en salir de ese cuadro, pero cuando ésta es crónica, psicológicamente se generan mecanismos de resistencia. La gente dice "ya me voy a morir, para qué me cuido" o "el tiempo que viva, lo vivo contento". Además, juegan con la enfermedad, dejan por lapsos el medicamento.
Además, “en las instituciones de salud pública la atención de los médicos es muy básica, tienen tantos pacientes que realmente no les ponen ninguna atención. No por nada la diabetes es la segunda causa de muerte en el país”, de acuerdo a la experta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la diabetes como una enfermedad crónica que aparece cuando el páncreas no produce insulina suficiente (hormona que regula la glucosa en la sangre) o cuando el organismo no utiliza eficazmente la insulina que produce. El efecto de la diabetes no controlada es la hiperglucemia (aumento del glucosa en la sangre), que con el tiempo daña gravemente muchos órganos y sistemas.
Cristina Fernández explica que existe un componente inicial, cuando el cuerpo presenta resistencia a la insulina, hormona encargada de introducir la glucosa en los órganos y tejidos, principalmente en los músculos; en consecuencia, la glucosa se queda en la sangre. El páncreas detecta que hay más glucosa y secreta más insulina que es cuando se considera prediabetes y si se diagnostica a tiempo es reversible. Llega un momento en que el páncreas ya no puede producir más insulina para contrarrestar la resistencia a la insulina y es cuando la glucosa en la sangre se eleva por arriba de lo normal.
“No es que el páncreas deje de secretar insulina, sino que la insulina no puede realizar adecuadamente su función. Éste órgano tiene islotes con células beta, que son las que producen la insulina. A medida que tengamos células beta más eficientes para producir insulina, menos riesgos tendremos de llegar a ser diabéticos”, destaca la experta.
Alberto Lifshitz aclara que la diabetes no diagnosticada no es garantía de que no mine el organismo porque en el momento de su detección hay una reducción funcional de las células beta por apoptósis o muerte celular programada. Una vez que se padece la enfermedad no hay vuelta atrás, no es reversible, si no se controla puede haber ceguera, daños renales o amputaciones con estragos de por vida.
La organización no gubernamental El Poder del Consumidor anota que vivimos en un ambiente obesogénico porque ha disminuido el consumo de frutas, verduras y frijol por refrescos y comida chatarra (cada mexicano en promedio consume 342 litros de refresco al año, según cifras de la publicación Beverages Digest). En consecuencia, los hábitos alimenticios de los mexicanos han sufrido cambios drásticos afectando a las comunidades rurales y la dieta tradicional.
La doctora Cristina Fernández agrega que la diabetes tipo II no sólo presenta mayor incidencia debido a factores genéticos sino ambientales, es una enfermedad que tiene mayor presencia en los países en vías de desarrollo. Las “clases urbanas pobres son las más afectadas porque cada vez es más barata la comida chatarra y con eso se 'alimentan'. Si no tienen tiempo de comer a sus horas, es muy fácil ir a comprar cualquier cosa para saciar su hambre”.
El estudio “Epidemiología y genética del sobrepeso y la obesidad. Perspectiva de México en el contexto mundial” publicada en la revista Mediagraphic, especializada en biomedicina destaca que, “el sobrepeso y la obesidad no son sólo consecuencia de una gran disponibilidad de alimentos, pues se reduciría a los países privilegiados, sino el resultado de un ambiente obesogénico propiciado por la urbanización que favorece el decremento en la actividad física y el aumento en la disponibilidad de alimentos de alta densidad energética”.
La obesidad se define como el exceso de grasa corporal, consecuencia de malos hábitos alimenticios y una vida sedentaria. La OMS calcula que existe un billón de adultos con sobrepeso y al menos 300 millones de obesos, es una epidemia mundial causante de diversas enfermedades como hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares, problemas renales y diabetes tipo II.
La diferencia entre sobrepeso y obesidad se calcula con el índice de masa corporal (IMC), que es un indicador de la relación entre el peso y la talla. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Un IMC igual o superior a 25 determina sobrepeso, y un IMC igual o superior a 30 determina obesidad en ambos sexos.
El doctor Lifshitz comenta el caso de la tribu de los indios Pima en Arizona, una etnia que presenta el porcentaje de diabetes más alto del mundo con 35 personas de cada 100. Este mismo grupo asentado en Sonora, que en teoría comparte similitudes raciales con los de Arizona, sólo 3 personas de cada 100 tienen diabetes en la población mexicana. ¿Qué provoca la diferencia? El estilo de vida.
En EU, los indios viven en el desierto en reservas donde no se practica la agricultura, la comida es industrializada, la vida es muy sedentaria, trabajan en oficinas de gobierno o en casinos. En cambio, en Sonora viven de la agricultura y la tala de árboles, carecen de electrodomésticos que les faciliten la vida cotidiana, por lo tanto, su actividad física es mayor y su índice de diabetes menor, comenta el titular de la Unidad de Educación e Investigación en Salud del Instituto Mexicano del Seguro Social.
El doctor Lifshitz no descarta los factores genéticos, “hay poblaciones que desde el punto de vista étnico tienen una predisposición a la diabetes tipo II como los mexicanos, mas no es determinante, influye más el grado de occidentalización de la sociedad, unos le dicen civilización y otros cocanolización”.
Al respecto, Cristina Fernández comenta que cuando se pobló América, hubieron etapas de hambruna y se cree que sobrevivieron quienes pudieron guardar nutrimentos en forma de grasa. Hoy en día, ya no se presentan esos factores adversos en el medio ambiente, pero estamos comiendo todo el tiempo sin actividad física que gaste la energía almacenada, de ahí los altos índices de obesidad.
El libro Avances en obesidad-diabetes, investigación de la UNAM (título en inglés: Advaces in obesity-diabetes research at UNAM), da a conocer que se han identificado diversos genes de susceptibilidad para el desarrollo de diabetes tipo II en la población mexicana: “la población mestiza tiene un componente étnico mixto con contribución caucásica, amerindia y africana, los genes y alelos, información genética contenida en los cromosomas, uno es del padre, y otro, de la madre, de riesgo descritos en poblaciones europeas influyen; sin embargo, su contribución es relativamente pequeña”.
En cambio, “los alelos de susceptibilidad particulares de poblaciones amerindias tienen un efecto mayor sobre el riesgo, tal es el caso de la variante R203C del gen ABCA1. Un importante alelo de susceptibilidad para el desarrollo de diabetes mellitus en la población mestiza mexicana”, destaca la publicación.
Cristina Fernández hace hincapié en que una vez que se padece diabetes tipo II, ésta “no tiene cura; se puede controlar con el uso de los medicamentos recetados, mejorando la forma de vida con una dieta baja en azúcares y grasas, y aumentando la actividad física. Sólo así se pueden mantener estables los niveles de glucosa. En la prediabetes ayuda mucho el hacer ejercicio, por eso es muy importante la detección temprana.”
El doctor Alberto Lifshitz recomienda, primero que nada, reconocer que la diabetes es un problema de todos. El paciente tiene que participar en su autocontrol con el apoyo de su familia; es labor del médico fomentar el diagnóstico temprano; las autoridades sanitarias tienen la tarea de emitir normas y recomendaciones respecto a la comida chatarra; las escuelas tienen que participar en la educación física y nutricional.
Por el lado de la industria de la salud, Lifshitz considera que debería producir medicamentos eficientes e instrumentos de control de la enfermedad; los restaurantes deben elaborar menús light y platillos personalizados; y por último, los investigadores deben aportar guías y generación de conocimiento.
El Poder del Consumidor lleva varios años buscando regular le venta de comida chatarra en los colegios dado que ha crecido la tasa de diabetes en niños y adolescentes, a la fecha únicamente ha logrado añadir un párrafo a la Ley General de Salud en donde se establece el no autorizar la publicidad de refrescos, aguas carbonatadas o gaseosas en las escuelas públicas y privadas.
En los últimos tres años se han llevado 30 propuestas al Senado de la República para regular la venta de comida chatarra y promover una alimentación saludable, pero todas fueron desechadas, incluyendo aquella que postula evitar la venta de golosinas y frituras en las escuelas. Cuando se ha detectado que la obesidad en la niñez predispone a mantener el sobrepeso en la edad adulta, y por ende, a ser más propensos a padecer diabetes tipo II.
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