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Productos milagro carecen de evidencia científica

Los productos “milagro” no cuentan con evidencia científica. Foto: Arturo Orta.

18-10-2011

Por Luz Olivia Badillo, DGDC-UNAM

Hallar sustancias químicas innovadoras para desarrollar nuevos medicamentos, lleva a una empresa farmacéutica a gastar entre 500 y mil millones de dólares por proyecto. El proceso es largo y puede tardar hasta 12 años hasta que llega a las farmacias; implica investigación clínica, pruebas preclínicas y toxicológicas. En cambio, los productos “milagro” no cuentan con ninguna evidencia experimental que garantice su efectividad.

Nuestra vida cotidiana está inundada de anuncios en los medios de comunicación que son difíciles de ignorar: productos que ofertan el elixir de la eterna juventud, geles que reducen las odiadas “lonjitas”, pastillas “naturales” contra miles de padecimientos, potenciadores sexuales, brazaletes que “equilibran” nuestra energía... A su lado, la industria farmacéutica parece incompetente ante las “maravillas” que ofrecen los productos milagro, no obstante, su consumo y el abandono de tratamientos con medicamentos que sí cumplen con las normas establecidas por la Organización Mundial de la Salud, pueden poner en riesgo la vida de las personas.

En contraparte a los productos milagro, las farmacéuticas llevan más de 50 años dominando el concepto de "medicina basada en la evidencia”, se trata de fármacos que han pasado por pruebas experimentales que demuestran su eficacia; sin embargo, su aceptación y difusión entre la comunidad médica a nivel mundial llegó hasta 1991, cuando un grupo de trabajo de la Universidad de McMaster en Canadá en la revista de la Asociación Médica Americana (Journal of the American Medical Association, que cuenta con una trayectoria que data de 1883) publicó: “La actividad médica cotidiana debe fundamentarse en datos científicos y no en suposiciones o en creencias”. Ello generó controversia porque no tomaba en cuenta el expertise, es decir, el conocimiento que el doctor adquiere con los años.

A partir de esa publicación, se estableció que el médico debe seguir una metodología para la prescripción basada en la evidencia: formulación de una pregunta al paciente, búsqueda de la causa de su malestar, hallazgo de la enfermedad, evaluación e interpretación de la información médica, además de contar con el aval del médico, a través de una receta. Cuando un producto se promociona como terapéutico debe estar respaldado por las fuentes de investigación más serias, y por ende, por la comunidad científica. En cambio, los productos milagro se pueden adquirir sin receta alguna porque se ostentan como cosméticos o suplementos alimenticios. 

Fármacos vs charlatanerías

Desde 1985 se frenó la aparición de medicamentos innovadores, es decir, sustancias activas que prevengan, alivien o mejoren alguna enfermedad. El doctor Rodolfo Rodríguez Carranza, jefe del Laboratorio de Desarrollo de Medicamentos, del Departamento de Farmacología de la Facultad de Medicina de la UNAM explica, para una empresa farmacéutica, emprender el hallazgo de una molécula nueva, o sea innovadora y no nociva  puede tardar hasta 12 años y costar entre 500 y mil millones de dólares.

La investigación farmacológica pasa por tres etapas: investigación clínica, investigación preclínica y estudios de toxicología. “Durante la investigación clínica se hace síntesis de estructuras químicas. De 10 mil moléculas que estudiamos a través de los procesos de farmacología preclínica, muy pocas moléculas pasan a ensayo clínico: sólo una o dos moléculas se autorizan para su uso en seres humanos”.

En la farmacología preclínica se ensaya con ratones, perros y hasta primates; el proceso implica una enorme cantidad de estudios, que van, desde detectar qué molécula ataca a cierta enfermedad hasta hacer ensayos comparativos con fármacos de referencia, conocer los efectos biológicos del producto, hacer los estudios de farmacocinética (estudio del efecto que tiene en el organismo desde que se ingiere hasta su eliminación total).

Los estudios de toxicología aguda, subaguda y crónica analizan los efectos secundarios del fármaco y a largo plazo con dosis de administración repetida, una o dos veces al día en un periodo superior a tres meses. Una vez que los resultados superaron todas las pruebas, “hay que mostrarlos a las autoridades sanitarias para ser revisados, analizados y dictaminados por expertos. Si la sustancia química mostró un efecto útil en la terapéutica y no mostró algún efecto dañino, se autoriza su prueba por primera vez en seres humanos. Cuando un producto llega a esta fase, prácticamente está del otro lado”, explica. 

La patente de un fármaco innovador tiene una vigencia de 20 años, durante los cuales la compañía farmacéutica tiene los derechos sobre la venta del medicamento. Pasado ese tiempo, las farmacéuticas rompen con la patente de esa molécula para continuar obteniendo altas ganancias al modificar su estructura química y obtener productos análogos o derivados, su precio es tres veces superior al producto original solo por anunciarlo como novedoso y se desarrolla en menos tiempo. Como el captopril, un antihipertensivo que se desarrolló en 1971y desde entonces cuenta con 14 medicamentos análogos. Sólo varía, del “original” en la incidencia de reacciones adversas.

Rodríguez Carranza subraya: Los productos milagro no dependen de ningún estudio equivalente a los fármacos, no cuentan con pruebas de eficacia ni de seguridad. ¿Quién los produce y tiene el control de su calidad? No se sabe porque sus resultados no se pueden consultar en artículos ni revistas especializadas. Su éxito en el mercado se debe en gran medida a los altos precios de los medicamentos que desarrollan las farmacéuticas y que ni siquiera son innovadores.

Indiferencia oficial

Los productos milagro se caracterizan por exaltar en su publicidad una o varias cualidades terapéuticas, preventivas, rehabilitadoras o curativas, que van desde cuestiones estéticas hasta la solución a problemas graves de salud. Se elaboran con base en plantas o sustancias de origen natural o sintético. Se presentan en pastillas, soluciones, geles, cremas, parches, jabones, ampolletas, etcétera. En algunos casos, son productos que se promocionan con más de una “cualidad”, pueden ser vitaminas con “quemagrasa” o un suplemento alimenticio con algún remedio herbolario.

Un ejemplo de productos fraudulentos son las pulseras holográficas de Power Balance que  "mejoran el equilibrio y la flexibilidad". En España hasta la ministra de Sanidad, Leire Pajín las usaba. Tras varios estudios se comprobó la nula eficacia de los brazaletes y a la empresa se le sancionó con 15 mil euros. En Italia donde también se distribuía la pulsera, la multa ascendió a 350 mil euros. En nuestro país el producto no ha sido objeto de ninguna multa.

Los productos milagro se presentan como un satisfactor inmediato: se bajan kilos por hora, te pones una crema hoy y mañana bajaste dos tallas... Ni la publicidad ni los empaques mencionan las contraindicaciones de su uso ni los riesgos de consumo. Se anuncian a todas horas en televisión abierta con artistas de la farándula e incluso deportistas. En la página de Internet de Power Balance, el jugador de baloncesto Shaquille O’Neal da testimonio de su experiencia con el brazalete: “mientras jugaba para los Phoenix Suns, había tres de mis compañeros de equipo usando el producto… ¡ganamos ese juego por 57 puntos! Sentía algo cuando usaba la pulsera, así que seguí usándola. Cuando me la quitaba, volvía a la normalidad”.

Probablemente un brazalete no ocasione ningún trastorno, sólo sentirse timado tras usarlo por días sin obtener resultado alguno, pero la situación se complica si se ingieren pastillas o bebidas, y si éstas se combinan con medicamentos: pueden ocasionar trastornos, ocultar síntomas y enfermedades, advierte Lucio Lastra Marín, responsable de operación sanitaria de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). 

En la publicidad no hay avisos por parte de las autoridades sanitarias advirtiendo las contraindicaciones de su consumo y los empaques tampoco tienen ninguna leyenda de advertencia de su uso ni los riesgos de consumo. En la publicidad se anuncian como 100% naturales o innovadores, ¿pero realmente lo son? Lo peor es que a veces los médicos con cédula profesional los recomienden. 

Normatividad vigente

En México existen leyes que regulan la venta y promoción de los medicamentos. La Ley Federal de Protección al Consumidor en su artículo 35, faculta a la Procuraduría General del Consumidor para ordenar al proveedor que suspenda la información o publicidad que viole las disposiciones de la ley, o en su caso ordena al medio la suspensión de un producto. 

La Ley General de Salud, en su artículo 300, faculta a la Secretaría de Salud para autorizar la publicidad relacionada con el consumo de medicamentos, de entrada, ésta no debe inducir a hábitos, prácticas o conductas nocivas para la salud física y mental de las personas. El artículo 414 bis de la misma ley está autorizada a incautar  productos como cápsulas herbolarias, complementos alimenticios, dietas, perfumería, y que indebidamente fuesen publicitados como medicamentos. Si ya se encuentran en circulación, establece infracciones: van de $ 359 mil y $ 719 mil pesos.

Por su parte, la Ley de Radio y Televisión, en su artículo 67, establece que no se debe transmitir propaganda o anuncios de productos industriales o comerciales que engañen al público o le causen un perjuicio. 

El papel de los Gobiernos Federal, Estatal y local es aplicar la ley sin contemplaciones, aunque las sanciones son muy bajas comparadas con las ganancias que se llevan las empresas fraudulentas; pero si se les multa una y otra vez, la gente se dará cuenta de la dudosa procedencia de las maravillas que ofertan y con el tiempo dejará de comprar esos productos. La obligación de los gobiernos es proporcionar información a la población sobre la veracidad de los remedios curativos y promover una cultura de la prescripción basada en la evidencia.

Es difícil no caer en la tentación de poseer un cuerpo escultural con la promesa de tomar dos pastillas al día, o con sólo apretar un botón que lo hará todo por nosotros, pero seamos realistas, esos cambios repentinos no existen, la mejor forma de mejorar nuestra salud es con una alimentación balanceada y la práctica de alguna actividad física. Si usted padece alguna enfermedad, no dude en acudir con un doctor. A todos nos gustan los remedios fáciles y los milagros, y más si se trata de nuestra apariencia, ¿pero qué sucede cuando está en peligro nuestra salud? No se deje llevar por publicidad engañosa, como dice el dicho “lo barato (y en este caso lo fácil) sale caro”.

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