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Machos enferman más y viven menos que las hembras

Monitoreo de libélulas en Tehuiztla, Morelos. Fotos: Alejandro Córdoba. Diseño: Bárbara Castrejón.

17-02-2014

Por María Luisa Santillán, DGDC-UNAM



Entre las distintas especies se ha identificado que los machos mueren antes y en mayor proporción que las hembras. Entre otras cosas, porque alojan más patógenos o parásitos en su organismo, además de que su respuesta inmune es más pobre.  

El doctor Alejandro Córdoba Aguilar, del Instituto de Ecología de la UNAM, comentó que este patrón es lo que se conoce como el sexo más enfermizo, término propuesto por la investigadora norteamericana Marlene Zuk para explicar que los machos tienen más parásitos o patógenos y, en consecuencia, se mueren más que las hembras.

Otra idea relacionada señala que cada sexo durante su vida tiene costos diferentes de acuerdo a las distintas funciones que realiza. Por ejemplo, los machos ocupan mucha de su energía para competir por un territorio o producir características como cuernos o musculatura, las cuales les permitirían tener mayor acceso a las hembras. Este gasto es enorme y aunque les da ventajas sobre otras especies de su mismo sexo, también les genera desventajas porque les implica que  destinar sus recursos a estas características y, por tanto, invierten menos en otras funciones, como su respuesta inmune.

Modelo con libélulas

Tomando como base las teorías del sexo enfermizo, el grupo de investigación del doctor Córdoba Aguilar estudió por qué la utilización de los recursos energéticos de cada especie es una variable importante para que éstas afronten mejor los desgastes físicos y tengan una mejor respuesta inmune.

Para este trabajo de investigación, utilizó a las libélulas como objeto de estudio, dado que ha trabajado desde hace muchos años con ellas y conoce cómo funcionan en términos de su fisiología y las características que las distinguen.

“En muchas especies de libélulas ocurre como en el resto de los animales, los machos son los que compiten por hembras, tienen características que sabemos cuáles son y tenemos muy bien determinado a qué destinan esa energía."

"Sabemos que los machos deben volar mucho para poder perseguir hembras o defender un territorio donde llegan ellas. Estos aspectos del vuelo tienen que ser favorecidos por reservas de grasa que acumulan a lo largo de su vida, las cuales se alojan en la musculatura del tórax, que es donde se insertan las alas, lo que les permite volar mucho o poco. En estos animales, el tratar de conseguir más hembras o tener más hijos depende de estos recursos energéticos alojados a nivel de masa muscular”, explicó el investigador.

Dijo que en las hembras de las libélulas no ocurre esta característica del vuelo, pues ellas cuando llegan a la vida adulta enfocan su energía en la producción de huevos. Además de que otro problema al que se enfrentan estos insectos son los parásitos que los atacan, de los cuales se conocen dos, unas gregarinas, que son protozoarios que se alojan en su intestino, y unos ácaros, que se adhieren a su piel.

Las gregarinas las adquieren al comer insectos, los cuales se las transmiten y las alojan en su intestino, en donde absorben el alimento que la libélula adquirió; cuando son muchas, pueden obstruir el tracto digestivo hasta llegar a romperlo, situación que favorece la aparición de infecciones. Por su parte, los ácaros se adhieren a la piel y absorben los líquidos vitales del organismo. El doctor Córdoba Aguilar explicó que estos dos tipos de parásitos reducen la supervivencia de las libélulas.

Sexo débil

El grupo de investigación del doctor Córdoba ha monitoreado una comunidad de libélulas en Tehuiztla, Morelos. Durante dos años comparó si eran los machos quienes más se parasitaban y morían a causa de estos dos parásitos y comprobaron que esto sí era así.

Después el equipo realizó varios experimentos en los que infectó con estos protozoarios a individuos que recién llegaban a la vida adulta, tanto machos como hembras; además de que se tuvieron otros como controles y no se les infectaba. El investigador explicó que esto lo hicieron con el fin de saber si realmente los machos son los más vulnerables o enferman más porque andan en zonas donde hay más parásitos.

“Este experimento lo hicimos bajo situaciones controladas, en donde infectamos a los organismos en encierros, en donde ya no se vuelven a infectar y en donde controlamos las tazas de infección. Lo que vimos es que cuando contamos los parásitos, a pesar de que les dimos el mismo número a machos y a hembras, son ellos los que tienden a desarrollar más parásitos, son menos efectivos a deshacerse de estos, lo cual es muy compatible con la idea del sexo más enfermizo”.

Otro propósito de este trabajo consistió en conocer el gasto energético de cada sexo. Para esta parte del estudio, los científicos manipularon la cantidad de alimento y parásitos que les daban a cada libélula y encontraron que independientemente de si están bien o mal alimentados, siempre será una prioridad de los machos invertir más en la grasa que se aloja en la musculatura del tórax y que les permite realizar un vuelo vigoroso y no tanto en el abdomen, a diferencia de las hembras.

“Incluso, los bien alimentados se siguen muriendo más pronto que las hembras mal alimentadas; el efecto es tan dramático que pareciera que el destino de los machos es morir pronto, porque tienen una respuesta inmune muy pobre, le invierten muy poco y se están infectando mucho más”, señaló Alejandro Córdoba.

“Marlene Zuk decía que si efectivamente esos modelos energéticos tienen razón, esto significa que es una batalla que nunca se va a ganar y nosotros estamos de acuerdo con eso, pues no importa qué tan bien alimentes a un organismo o qué tan bien lo trates, se va a morir más rápido si es macho”.

Si esta situación quisiera modificarse, agregó, tendría que ser a nivel genético, a través del apagado de genes involucrados con la vulnerabilidad inmunológica a la que se enfrentan los machos.

Pero más allá del terreno de las libélulas, concluyó Alejandro Córdoba, este estudio tiene repercusiones interesantes, porque abre las puertas para entender el gasto energético de  los organismos y conocer qué tan diferentes son los machos y hembras, lo cual podría trasladarse al ámbito de los seres humanos para enfocar la lucha por abatir las causas y la mortalidad de los hombres comparada con la de las mujeres. 

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