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Ciencia Patológica ¿engaño o autoengaño?

Cuando las personas se dejan llevar por sesgos propios al hacer investigación científica

03-06-2025

Por Isaac Torres Cruz, Ciencia UNAM-DGDC


En 1903, pocos años después del descubrimiento de los rayos X, el físico francés René Blondlot aseguró haber detectado otro tipo de radiación: los rayos N.

La N representaba a “Nancy”, su ciudad natal y que albergaba la universidad donde impartía clase.  

Los rayos eran apenas detectables, “producto de ligeras variaciones en el brillo de una pequeña chispa eléctrica cuando los rayos caían sobre ella”, refiere un artículo de la American Physical Society. Blondlot utilizó pantallas con un revestimiento fosforescente, que supuestamente brillarían un poco más al ser impactadas por los rayos “N". Los rayos N(ancy) eran una manifestación de la luz que, aseguraba, podría polarizarse, reflejarse y refractarse.

Meses después, científicos de otras universidades reportaron sus “hallazgos” en torno a esta lánguida luz, incluso se publicaron alrededor de 300 artículos sobre ésta años después: estipulaban que era una luz que podía emitirse por el Sol, quemadores de gas y metales. Incluso las “investigaciones” referían que este tipo de luz podría ser útil en la obtención de imágenes médicas, como lo hacían los rayos X.

Pero todo fue un (auto)engaño. Aunque había dudas sobre su existencia –Robert Wood, de la Universidad Johns Hopkins, comprobó de primera mano en el laboratorio de Blondlot la precariedad de sus experimentos–, alrededor de 30 años después se siguieron publicando artículos sobre los rayos N, refiere el físico Mayo Villagrán, quien en conferencia a distancia expuso que este es un emblemático caso de lo que se ha acuñado con el nombre de “ciencia patológica”.

La “Ciencia Patológica, la ciencia de los fenómenos que no son tales”, es un término que alude a aquella investigación que sigue el método científico, pero con sesgos que puede derivar en obtener lo que el investigador quiere encontrar, precisa el investigador del Laboratorio de Fotofísica del Instituto de Ciencias Aplicadas y Tecnología (ICAT) de la UNAM.

Quien acuñó el término fue Irving Langmuir, el Nobel de Química (1932), en 1953, recuerda Villagrán.

“Es un proceso psicológico en el que un científico, que originalmente se ajustó al método científico, inconscientemente se desvía de ese método y comienza un proceso patológico de la interpretación de datos ilusorios”. Esto quiere decir, “yo quiero este resultado y comienzo a sesgar los datos, descarto lo que no va con la idea original y obtengo un resultado… ese resultado”.   

La ciencia patológica no significa que el científico quiera mentir, sino uno que usa el método y ‘hace las cosas bien’, quiere llegar a un lado, pero descarta datos que no le son favorables, aquellos reales y conlleva a un resultado “patológico”: Mayo Villagrán, físico

Autoengaños al descubierto

Aunque no siempre existió el término “ciencia patológica” para describir el fenómeno, se ha repetido constantemente en la investigación científica, aunque cada vez menos debido a la revisión con seriedad realizada por pares y con la que funciona la publicación de estudios en las revistas científicas.

Incluso destacados científicos se dejaron influir por su falta de parcialidad, como el evolucionista alemán Ernst Haeckel, quien aseguraba que los embriones de especies distintas eran iguales entre sí.

El físico enlista otras ficciones: la poliagua, la fusión fría, la fusión por sonoluminiscencia, rayos mitogenéticos, la existencia del bosón T o el mesón F, además del descubrimiento de la “quinta fuerza”, en la que respecta al modelo estándar de la física de partículas.

Incluso destacados científicos se dejaron influir por su falta de parcialidad, como el evolucionista alemán Ernst Haeckel, quien aseguraba que los embriones de especies distintas eran iguales entre sí.

A finales del siglo XIX se observaban las muestras a través del microscopio y se dibujaban, no obstante, con el avance de la tecnología y la capacidad de fotografiar las muestras, se observó que no era así. “La gente quería hacerle caso a Haeckel y veían sus dibujos como reales”.

Fusión por sonoluminiscencia

La ciencia patológica no es sólo una anécdota del siglo pasado, sino que incluso ha habido ejemplos significativos de como en el siglo XXI muchos científicos siguen viendo lo que quieren ver. Tal fue el caso de la “fusión por sonoluminiscencia”.

En 2002, la revista Science, una de las prestigiadas del mundo, publicó datos de un experimento que daba "evidencia de emisión de núcleos de cavitación acústica", es decir, una burbuja que implota y que genera luz, rayos X y neutrones. 

Mayo Villagrán relata que en su instituto hacían investigación con sonoluminiscencia –hacer sonido con luz– desde el 2000 e incluso formularon un experimento didáctico que llevaban a diversas escuelas de nivel medio superior.

“Lo hacíamos como hobbie y aparece este experimento en ‘Science’ donde aparece un neutrón, lo cual generó gran revuelo”. Incluso con dudas del mismo comité editorial de la revista: “¿publicar o no publicar?”, decía la editorial del número, relata.

Villagrán conoció de cerca el caso de cómo se comprobó que no existió tal fenómeno.

Carlos Cámara, estudiante de posgrado en su instituto, aprendió a realizar experimentos de sonoluminiscencia en una estadía en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) con Seth Putterman.

“Fue él quien desmitificó el experimento y que no había fusión. Lo publicó en Physical Review Letters (#98) en 2007; en esa época estaba en mi laboratorio”.

Aunque hubo medios que dieron a conocer el supuesto hallazgo de fusión por sonoluminiscencia, Villagrán no logró convencerlos de hacer una publicación con los hallazgos del mexicano.

“Les digo: miren, el que demostró que eso no es cierto es un joven mexicano, quien además está en el país, vengan y hagan un reportaje (…) No vino nadie. Sólo pude publicar un artículo en el boletín de la Sociedad Mexicana de Física para darle el crédito a Carlos, un joven científico mexicano que había descubierto la verdad de esta ciencia patológica”.

El físico recomienda a los jóvenes investigadores a no dejarse engañar por sí mismos y con ello sumar casos de ciencia patológica. “No se dejen influenciar por lo que quieren ver, reproduzcan sus resultados”.


 


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