15-01-2025
Por Liliana Morán Rodríguez, Ciencia UNAM-DGDC
Particularmente la juventud y sus gustos musicales han sido “históricamente” juzgados por el poder, los adultos y los sectores de la “alta cultura” que menosprecian y cuestionan los temas que tocan las llamadas subculturas.
Una inquietud surgida desde las ciencias sociales es si consumir productos de alguna subcultura influye en normalizar ciertos temas. Por ejemplo, el “amor libre” tocado por el reggae; la crítica a la marginación del hip hop y el rap; o el “libertinaje”, drogas y rebeldía del rock.
En México, en la década de los 70, después del Festival Rock y Ruedas en Avándaro (1971), el presidente en turno Luis Echeverría prohibió los conciertos y se penalizó a las estaciones de radio que transmitieran este género.
En la década de los
Ahora, se encuentran en la mira el reguetón y los corridos tumbados, por considerar que promueven la apología de la violencia y el delito. Ciudades como Chihuahua y Cancún han advertido que quienes interpreten canciones en lugares públicos que promuevan la violencia, el narcotráfico o denigren a las mujeres, serán multados.
¿Los narcocorridos y los corridos tumbados llevarán a las siguientes generaciones a normalizar la violencia, la delincuencia organizada y la inseguridad?, ¿Cómo impacta la música en la identidad de las juventudes? ¿Las expresiones musicales deben ser analizadas como fenómenos sociales? ¿Este tipo de géneros musicales son parte de una cultura?
Platicamos con la maestra Sandra Oceja Limón, académica adscrita al Centro de Estudios Sociológicos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
La especialista considera que una manera de analizar la cultura es mediante el enfoque de las intersecciones, por ejemplo, género-clase-raza, útil para explicar los procesos de las relaciones de poder y dominación dentro de la sociedad y que se expresan en los géneros musicales.
“En un país como México vamos a encontrar personas que se involucran en las distintas formas de trabajar para el narcotráfico: asesinar, tráfico de drogas y personas, explotación sexual, “cocinar” y otras actividades en laboratorios. O los campesinos que forman parte de estas actividades ilícitas porque los han despojado de la producción y sus tierras o porque se involucraron en la práctica”.
La influencia del narcotráfico logra ir más allá de la práctica, también consigue que los narcotraficantes y sus estilos de vida sean populares y que esto se imponga como costumbres y tendencias en una sociedad, tanto que se habla de una narcocultura.
En opinión de la maestra en estudios políticos y estudiante del doctorado en Artes, no se puede definir a la
“La cultura, o culturas (indígenas), tiene que ver con amplias formas subjetivas que se materializan simbólicamente: formas de vestir, de hablar y estilos de vida que se configuran en películas, literatura o música”.
La investigadora asegura que, en el caso de México, el Estado está penetrado por el crimen organizado y viceversa. Entonces, también configura a
Por ejemplo, las llamadas clases ilustradas: escritores, directores de cine, guionistas de series, productores musicales, la academia que escribe novelas y cuentos, también participan en la legitimización, son una parte fundamental en la
“Desde la cultura se reproducen las relaciones de poder y dominación. Los grupos dominantes, desde las instituciones, los corporativos, los medios de comunicación e, incluso, desde el crimen organizado, invierten todos los recursos a su alcance para reproducir y distribuir los significados que jerarquizan, o excluyen, en el espacio social (esta perspectiva es del académico estadounidense William Sewell Jr.)”
Por tanto,
En la música, justamente son las letras de las canciones y su contenido, lo que preocupa a ciertos sectores de la población y también es que se considera para los estudios sociales y culturales.
“
Los narcocorridos son una variación del corrido mexicano, con ritmos como la polca, el vals y la mazurca, interpretados por música regional mexicana. Se narran principalmente historias de violencia, el tráfico de drogas, la exaltación de esos personajes y sus lujos, pero no son los temas exclusivos.
Los corridos tumbados incorporan elementos de los corridos bélicos, surgidos durante la Revolución Mexicana.
La música vendría a ser solo un aspecto de la materialización simbólica, de todo aquello que se configura en un espacio social, en este caso en México, en donde se habla de una narcocultura.
Los estilos de vida de quienes
En el caso de los protagonistas de los narcocorridos o los corridos tumbados, no pasan desapercibidos los lujos que presumen en sus redes sociales, en presentaciones, entrevistas o videos musicales: montones de dinero en efectivo, armas, joyas, autos deportivos, ropa de marcas importantes, gadgets y otros electrónicos de última generación, agrega la socióloga.
También resalta que los protagonistas del poder son hombres principalmente y las mujeres suelen ser presentadas como objetos sexuales, como un lujo más. Esto no es exclusivo de estos géneros musicales, recordemos que los considerados los “grandes representantes de la música mexicana” como Pedro Infante y Vicente Fernández, también resaltaban la hegemonía masculina y se promovía la sociedad patriarcal.
Mostrar vidas idílicas asociadas a la cultura del narcotráfico sin pertenecer necesariamente a un grupo delictivo es una moda mostrada principalmente en las redes sociales. Así, podemos ver a personas que dan a entender que trabajan con alguien relacionado al narco o a grupos delictivos por cómo se visten (con chalecos antibalas, ropa y calzado estilo militar), las armas que portan y los lujos que ostentan.
La maestra Sandra Oceja advierte que algunos
Entonces, al querer pertenecer pueden sentirse identificados. “Hay sectores que se enganchan y lo viven. Todo eso suma al discurso de la violencia y la delincuencia, de la misoginia, de la violencia a las mujeres”. Y aunque sólo sea parte del sector que lo escucha, beneficia al sector que lo vende.
La especialista explica que, a través de esa lógica de legitimación del sistema, podemos ver las oposiciones: bueno, malo; bonito, feo; legal y no legal. En esos imaginarios, en esas subjetividades nos vamos formando como sujetos sociales.
Seguir el estilo de quienes lideran la música que escuchamos no es algo exclusivo de este género. Tampoco es algo propio de esta época. Quizá es en la juventud cuando más nos damos el permiso o nos atrevemos a seguir ciertos estilos; todos conocemos a alguien que era hippie desalineado o rebelde rockero y ahora es un adulto que se insertó en las normas de los principales sistemas sociales: laboral, educativo o religioso.
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