15-07-2024
Por Elisa Domínguez Álvarez Icaza, Ciencia UNAM-DGDC
Esta historia empieza con una infancia feliz y tranquila, recordada a través de los juegos en las calles. Sandra Rodil Posada nació en México, pronto su familia se mudó a Colombia en donde creció, pero se prometió regresar a su país a estudiar la universidad.
Cambió varias veces de parecer sobre qué estudiar: aeromoza, algo relacionado con los idiomas; hasta que en el bachillerato, un maestro la introdujo a la física y terminó de convencerla. Su primera pasión fue la astronomía. Decidió entrar a la UNAM y logró convertirse en estudiante de la Facultad de Ciencias. Acostumbrada a las calificaciones perfectas, ahí encontró una curva de aprendizaje más pronunciada, pero no imposible.
Mientras aprendía, la vida fuera de la escuela continuaba. Se casó, tuvo un hijo, se mudó a Aguascalientes y luego a Xalapa. Con la asesoría del maestro Andrés Porta, hizo los experimentos de su tesis durante el verano. Investigó a los electretos, materiales capaces de almacenar cargas eléctricas que después, con un poco de calor, las liberan. Ahí se decidió por la física aplicada a los materiales y conoció el Instituto de Investigaciones en Materiales, del que hoy es parte.
Sandra regresó a la Ciudad de México para hacer la maestría. Después se mudó a Cambridge, Inglaterra, para realizar el doctorado. En esos momentos se había desarrollado la predicción teórica de un material más duro que el diamante. Rodil entró al equipo que enfrentaba el reto mayúsculo de encontrar las condiciones experimentales para crear este material. Se pretendía incorporar átomos con alta energía de carbono y nitrógeno, para crecer una película en fase ultra dura.
Se concluyó que no era posible, ya que los enlaces no eran lo suficientemente estables para permanecer en condiciones ambientales normales. “Aun así fue una etapa de enormes aprendizajes”, comparte.
Al volver a México empezó a desarrollar las películas que había estudiado en Inglaterra en búsqueda de una aplicación médica, ya no la súper dureza. Se vinculó con la Facultad de Odontología para desarrollar un recubrimiento para implantes médicos, con el objetivo de mejorar la biocompatibilidad de los aceros. Utilizó carbono amorfo y óxidos metálicos.
La doctora utiliza métodos asistidos por plasmas. “Es una manera de desarrollar materiales en la que vamos agregando átomo por átomo, lo que nos da la libertad de ir cambiando las propiedades de los materiales, incluso las composiciones”, explica. Los plasmas, al ser sistemas fuera de equilibrio termodinámico, permiten expandir las posibilidades sin limitarse a su fase más estable.
Sandra Rodil labora en el Departamento de Materiales de Baja Dimensionalidad que comprende a un grupo de investigadores del área de películas delgadas y recubrimientos. Trabajan con materiales sumamente pequeños, menores a lo tridimensional, como las películas delgadas (2D), los materiales nano-estructurados (1D, 0D), los semi-cristalinos y las nanopartículas.
Se requiere de un conjunto de instrumentación diseñada para medir las propiedades de materiales tan pequeños, como el espesor, la rugosidad, la fuerza. Se apoyan de la microscopía electrónica de barrido o de transmisión.
Uno de los proyectos que más la han enorgullecido es el desarrollo de una película de plata y cobre (SakCu®) con propiedades antibacterianas y antimicrobianas. Al juntar ambos metales, se puede acelerar la producción de iones metálicos que afectan a los microorganismos nocivos.
“La gente tenía interés en que se desarrollaran soluciones alrededor del problema del Coronavirus”, señala la académica.
Pensaron en que esta película podría funcionar contra el virus y lo depositaron en un material con el que se pudiera armar un cubrebocas. En colaboración con el Hospital Juárez y el Instituto Nacional de Rehabilitación, se hicieron las pruebas pertinentes rápidamente y se logró sacar un producto al mercado con una producción pequeña.
La película tiene gran potencial. Lo han seguido probando con otros conjuntos de virus y de bacterias para extenderlo hacia aplicaciones mayores como filtros de aire, vestimenta médica o dispositivos médicos como catéteres que tienen una alta tasa de infección.
Asimismo, hace unos años, la científica participó en una colaboración entre México y la Comunidad Europea cuyo propósito consistió en dar valor agregado a productos mineros nacionales, sobre todo, el bismuto. Normalmente, se vende muy barato en bruto.
Investigaron posibles aplicaciones y notaron que hay compuestos de bismuto que tienen propiedades fotocatalíticas, es decir, al ser iluminados pueden generar ciertas reacciones químicas que degradan contaminantes en el agua, e incluso, descomponen la molécula de agua y se puede obtener hidrógeno para usarlo como combustible.
Al paso de los años, se han encontrado mejores materiales para ese objetivo, como los sulfuros de zinc y de cadmio, que funcionan mejor para la producción de hidrógeno.
Para la científica, es importante crear una red de estudiantes que propongan nuevos temas y se involucren en el campo. Con sus alumnos ha podido cerrar ciclos y abrir nuevas preguntas de investigación.
Trabaja bajo la convicción de que su área de investigación está estrechamente relacionado con las necesidades que expresa la sociedad y nos puede dar la solución integral a los problemas que el desarrollo, el desperdicio y el consumo despiertan.
“Actualmente la única manera de hacerlo es pensar en el ciclo de vida completo de los materiales. Los que trabajamos en materiales estamos convencidos de que las soluciones para la reutilización, para el reciclado, tienen que venir de nosotros”, señala.
En 2023 el Premio L'Oréal-UNESCO como reconocimiento a su producción académica. “Es un esfuerzo dentro de la lucha de género que tenemos las mujeres en las áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), que seguimos siendo muy pocas” añade.
El galardón visibiliza el hecho de que las jóvenes pueden hacer una carrera científica, satisfacer sus deseos y anhelos por más frenos que enfrenten de sus entornos.
En un futuro, la científica continuará con el proyecto de la película de plata y cobre, además tiene deseos de introducirse en el área de aleaciones de alta entropía; es decir, crear compuestos de elementos metálicos con proporciones similares que prometen un sinfín de posibilidades.
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