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Los microplásticos logran llegar a nuestros pulmones

Respiramos, bebemos y comemos pequeñas partículas de plástico

01-05-2024

Por Liliana Morán Rodríguez, Ciencia UNAM-DGDC


A escala global, existen al menos unas 5 islas de basura flotando en los océanos, se calcula que 8 de cada 10 residuos de esas islas son plásticos. También, hay miles de hectáreas de estos desechos que ocupan los basureros de todo el mundo y una inmensa cantidad de basura plástica que podemos ver cada día en nuestro andar.

A otra escala, pero no menos importante, ya podemos hablar de la problemática de los microplásticos: “Se definen como pequeñas partículas de plásticos que tienen un tamaño menor a 5 milímetros y hasta 1 micrómetro. Más pequeños son considerados nanoplásticos y también son un gran problema”, explica el doctor Priyadarsi Debajyoti Roy, investigador del Instituto de Geología de la UNAM.

No los podemos ver a simple vista porque son muy pequeños, medidos a nivel micra, la milésima parte de un milímetro. Si observamos una regla que se divide en centímetros y éstos los dividimos en 10 mil partes iguales, obtenemos una micra.

Con diversos estudios científicos, los microplásticos se han detectado en diversas esferas ambientales como agua, suelos y aire. “Esto se ha demostrado al tomar muestras de suelo; muestras de agua superficial como en ríos, lagos, en los mantos acuíferos y, a su vez, ya hemos encontrado en los peces”, manifiesta el doctor Priyadarsi Roy.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), se cuenta con evidencia de su presencia en los productos pesqueros y acuícolas que consumimos. Se han encontrado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales: Mejillones, ostras, almejas, camarón pardo, cigala, anchoas, sardinas, arenques del Atlántico, estornino del Atlántico, macarelas, bacaladillas, bacalao atlántico, carpa común y la corvinata amarilla, entre otros.

La Organización de las Naciones Unidas ha alertado, a través del Foro Económico Mundial que, si continúa la actual tendencia, para el año 2025 el océano albergará una tonelada de plástico por cada tres toneladas de pescado y para el 2050 habrá más plástico que pescado.

“Los humanos, como todos los seres vivos, estamos expuestos a consumir los fragmentos de plásticos. Nosotros, además de los peces y mariscos que comemos, están presentes en refrescos, hielos comerciales, charales, leche y el agua que bebemos, la que se rellena en los centros de purificación y la embotellada”, asegura el investigador Priyadarsi Roy.

Afirma que, a través de diversos estudios que está realizando con su equipo de trabajo del Instituto de Geología y en él Cinvestav, han encontrado microplásticos en el agua potable que se rellena en los quioscos de CDMX: “Considerando cuánta agua bebemos, estamos consumiendo 10 mil piezas de microplásticos al año. Entonces, entre lo que consumimos, bebemos y respiramos podrían ingresar de 20 a 30 mil de estas piezas a nuestro cuerpo cada año.

¿Respiramos microplásticos?

En efecto, respiramos estos diminutos fragmentos de plástico. Así lo demostró en un estudio del doctor Roy con otra investigadora visitante, Dra. Shruti Venkata Chari, en un proyecto posdoctoral en el año 2022, publicado en la Revista Science of the Total Environment. Proyecto financiado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico (DGAPA) de la UNAM.

“La idea era buscar metales y microplásticos en los polvos urbanos, pero nos tocó pandemia y eso complicó la salida de campo, el muestreo, y los permisos para estudiar el polvo en la CDMX, donde casi todo estaba cerrado. Entonces, orientamos el estudio de polvo urbano hacia depósitos en la atmósfera; el primer estudio en toda América Latina de microplásticos en depósitos atmosféricos”.



El investigador explica que se trata del polvo que generamos en suelo, en las calles, que de alguna forma se levanta y se queda en la atmosfera; de ahí se depositan en seco como partículas suspendidas PM10 y PM2.5 (los números en relación a micrones o de menos diámetro). Por ejemplo, con los polvos tirados en un balcón.

Nos exponemos a ellos porque caen, se suspenden en el aire o en la lluvia atmosférica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado que la exposición a partículas PM10 y PM2.5 o menores, son generadoras de enfermedades cardiovasculares y respiratorias y de cáncer pulmonar. Impacta principalmente a personas que viven en países de ingresos bajos y medianos y que soportan desproporcionadamente la carga de la contaminación del aire de exteriores.

El investigador Priyadarsi Roy y su equipo comprobaron esto analizando en siete  diferentes sitios del Valle de México, algunos hacia el norte como Tlalnepantla, otros hacia el oriente como La Merced y hacia el sur como el Pedregal. Eligieron sitios donde había infraestructura de monitoreo de medio ambiente entre los 10 y 15 metros de altura.

“Se colocó un equipo pequeño que era una bomba que podía succionar el aire durante 24 horas a través de un papel filtro y todas las partículas PM2.5pm y PM10 quedaron depositadas sobre el papel filtro. En esos siete sitios se colectaron más o menos 215 muestras en todo el año, desde enero hasta noviembre del 2020, en los que se representó la estación seca y la estación de lluvia”.

Las muestras depositadas en el papel filtro se llevaron a microscopio y así se pudo observar qué tipo de microplásticos estaban presentes.

En un estudio más detallado identificaron que los microplásticos provienen principalmente del Polietileno Tereftalato (PET), celulosa y celofán.

¿Son tóxicos?

El doctor Roy asegura que, debido a que los ingerimos y respiramos, ya se han encontrado microplásticos en sangre, heces fecales y en distintos órganos como los pulmones o el cerebro.

“Todavía no está muy claro a ciencia cierta qué tanto daño causan, pero sabemos que los microplásticos contienen metales tóxicos. En el estudio que hicimos de los depósitos atmosféricos en CDMX, encontramos presencia de aluminio, fierro, cadmio.

Los metales tóxicos tienen efectos sobre la salud desde irritación en la piel, en el sistema nervioso, sistema digestivo, sistema inmune, difusión renal. El plomo, el arsénico y el cadmio pueden causar cáncer, entonces indirectamente estamos expuestos a estos riesgos”, advierte el doctor Roy.

No sólo las personas de la CDMX están en este riesgo, la problemática es a nivel mundial. “Tengo la fortuna de tener colaboración en diferentes países, estamos estudiando este problema en la India, México, Sudáfrica, en diversas partes del mundo, donde se han encontrado en ambiente como agua, aire y suelo”.



Una problemática vigente

Casi a principios del Siglo XX comenzó la era de los plásticos, mismos que facilitaron la vida de las personas al sustituir otros materiales y al cubrir diversas necesidades que los otros -como metales, madera, vidrio- no podían. Además, para el usuario hubo una reducción significativa de precios; quizá por lo mismo los convirtió en productos de vida corta o desechable, de ahí el gran problema de residuos al que nos enfrentamos ahora.

De unos años para acá se habla de la crisis del plástico por su altísima producción a nivel mundial (casi 400 millones de toneladas métricas en 2021), otra cantidad casi igual de alarmante es desechada cada año, misma que se une al acumulado existente, debido a que el plástico es de difícil descomposición.

Las características físicas y químicas hacen del plástico un material casi imposible de desaparecer. De forma natural, puede permanecer por siglos y, al intervenir para degradarlo, requiere demasiada inversión, una que pocos quiere asumir.

El problema no es el material en sí mismo, si no el uso que le damos y la forma en que lo desechamos: un vaso de plástico desechable puede tener un uso efímero de menos de 5 minutos, pero tardará al menos unos 75 años en degradarse. Algo parecido pasa con las prendas de vestir con fibras sintéticas que la industria textil hace cada vez menos duraderas para la persona usuaria, pero la pedacería estará por siglos en el ambiente.

De ahí que se busque sustituirlos por otros materiales o utilizarlos menos, en especial a los que son de un solo uso. En la Ciudad de México, el 1 de enero de 2020 entraron en vigor los cambios a la Ley de Residuos Sólidos en los que se prohibieron las bolsas de plástico de un solo uso, mismas que pueden tardar entre 100 y 500 años en degradarse, según cálculos de la Secretaria de Medio Ambiente de la Ciudad de México.

Un año después, quedaron prohibidos los productos de plástico desechables como mezcladores, platos, cubiertos, tenedores, cucharas, de los que se generan más de 1,500 toneladas al día, tan sólo en la CDMX… ¿Tú cumples con esta Ley?


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