10-05-2023
Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM-DGDC
De los últimos cinco años, 2022 fue cuando menos muertes maternas ocurrieron en México: 644. En 2021 este número fue de 1036, en 2020 llegó a 934, en 2019 a 690 y en 2018 a 667, según los datos del Observatorio de Mortalidad Materna.
La mortalidad materna es el fallecimiento de una mujer que ocurre durante el embarazo, el parto o el puerperio, considerado este último como los 42 días después del nacimiento del bebé, explica la doctora Mary Flor Díaz Velázquez, jefa de la División de Obstetricia del Hospital de Ginecología y Obstetricia del Centro Médico Nacional La Raza.
También existen muertes maternas tardías, las cuales pueden ocurrir hasta un año posterior al nacimiento del bebé, siempre y cuando estén relacionadas con el embarazo.
Las causas principales de este fenómeno en México son las hemorragias obstétricas, sangrado que ocurre durante el parto; las enfermedades hipertensivas, la preeclamsia y la eclampsia; la sepsis o infecciones generalizadas, y el aborto.
La especialista explica que las mujeres en los extremos de la vida reproductiva, ya sea mayores de 35 años o menores de 18 años, son quienes presentan mayores probabilidades de tener alguna complicación debida a la gestación.
“Se presenta más frecuentemente la preeclampsia en estas dos etapas de la vida, o muy temprano o muy tardía. Además, otras complicaciones como las endocrinas, la diabetes gestacional, van sumando factores de riesgo, y entre más nos vayamos alejando de los 35 años, que es el punto de corte que consideramos como edad materna de riesgo, vamos a tener una mayor probabilidad de presentar complicaciones”.
Existe un indicador para medir la mortalidad materna avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y utilizado en todo el mundo. Este consiste en calcular el número de muertes maternas que ocurren en un país por cada 100 mil nacidos vivos.
En 2016, un estudio en el que participaron investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública de México y del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, ya señalaba la importancia de tener un buen registro de muertes maternas con el fin de que se incluyeran aquellas que no sólo murieron después de los 42 días posteriores al parto, como lo establecía la OMS, sino también aquellas que ocurrían hasta después de un año del nacimiento del bebé.
Esto porque con base en un estudio que realizaron al analizar las bases de datos de la Secretaría de Salud (como la de Búsqueda Intencionada y Reclasificación de Muertes Maternas y del Subsistema de Información Sobre Nacimientos) encontraron que entre 2010 y 2013 las muertes tardías y aquellas relacionadas con secuelas (enfermedades renales o hipertensivas) se duplicaron, de 3.5 a 7 por cada 100 mil nacidos vivos en 2013.
Sin embargo, al no ocurrir dentro del tiempo establecido por la OMS no habían sido parte de los indicadores oficiales, lo cual podría dificultar conocer la verdadera magnitud del problema.
De esta manera, registrar adecuadamente la mortalidad materna es fundamental para detectar qué factores contribuyen a su ocurrencia. Y aunque se han presentado casos en donde no se notificaban de forma correcta, la doctora Díaz Velázquez, quien es profesora titular del curso de subespecialidad de Medicina Materno Fetal de la Facultad de Medicina de la UNAM, explica que en la actualidad la codificación de los diagnósticos y la normatividad con respecto a la notificación es más homogénea en las instituciones de salud para que esto no suceda.
Destaca que si hay un diagnóstico que se sugiera sospechoso de muerte materna, las diferentes delegaciones pueden solicitar a las instituciones que envíen los resúmenes de las pacientes para evaluar si realmente se trata de este tipo de fallecimientos.
En algunos hospitales ya está unificado cómo se debe notificar la mortalidad materna, sobre todo en los de tercer nivel (los cuales brindan atención de alta especialidad), en donde además se cuenta con la infraestructura para atender a mujeres con complicaciones relacionadas con el embarazo.
Asimismo, en estos nosocomios existen comités que evalúan cómo se llevó a cabo la atención de la paciente y las causas de muerte, con la finalidad de implementar acciones y tratar de evitarla.
Sin embargo, la doctora Díaz Velázquez enfatiza que no se ha podido llevar este tipo de acciones a otros hospitales, sobre todo los de las zonas más retiradas y marginadas.
“Esto es una labor que debe de seguir, porque en las grandes ciudades estos modelos ya se están implementando, pero en los lugares más alejados seguimos todavía un poco rezagados”.
En el artículo Determinantes sociales en la Mortalidad Materna en México realizado por la doctora Graciela Freyermuth Enciso, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas) y publicado en 2016, se señala que en nuestro país existen distintas desigualdades sociales que han imperado en la mortalidad materna.
Dicho estudio parte del análisis de determinantes sociales que “permiten identificar aquellos aspectos estructurales, institucionales y de características sociodemográficas que ocasionan las desigualdades y mayores probabilidades de morir”.
Destaca que los dos indicadores que muestran la mayor inequidad entre mujeres mexicanas es el rezago social y el índice de desarrollo humano (IDH). En cuanto al primero mostró que en municipios con alto rezago social hay hasta cuatro veces más riesgo de mortalidad materna que en aquellos cuyo nivel en este rubro es bajo. Por ejemplo, en el primero estarían comunidades de Chiapas, Guerrero y Oaxaca.
En cuanto al índice de desarrollo humano, que incluye el análisis de salud (expectativa de vida), ingresos (PIB por habitante) y educación (tasa de alfabetización de adultos y años de escolaridad), encontró que en los municipios con el menor IDH había más de cinco veces el riesgo de fallecer que aquellos con mayor IDH.
Otros aspectos analizados fueron la pobreza extrema, el analfabetismo y si eran hablantes de lengua indígena, los cuales mostraron tasas más altas en poblaciones que vivían en estas condiciones.
“Los nacimientos son de menor cuantía en lugares donde la población vive en condiciones de vulnerabilidad, por lo que con relativamente pocos fallecimientos se tienen registros de mortalidad materna más elevados y por ello son invisibilizadas en las estadísticas oficiales”, explica la también integrante del Observatorio de Mortalidad Materna.
- Los estados en los que hay mayor mortalidad materna son el Estado de México, Veracruz, Chiapas y Jalisco.
Estrategias de prevención
Algunas de las estrategias que se están implementando en el sector salud para disminuir este fenómeno son fortalecer la evaluación preconcepcional, que consiste en fomentar en las mujeres que deseen tener un hijo acudir al médico antes para tener una planeación del embarazo.
“En el hospital, 100% de las pacientes que manejamos son de alto riesgo y cuando en retrospectiva les preguntamos: ‘¿te querías embarazar?’, 50% me va a responder que no o que al menos no fue planificado. Creo que ahí es donde debemos incidir: en la educación desde niños y adolescentes, sobre la planificación”.
Otra estrategia es evaluar e identificar aquellas pacientes que tienen factores de riesgo y que pueden incrementar las complicaciones obstétricas y, en consecuencia, la mortalidad materna.
“Desgraciadamente, la mayoría de estos embarazos no fueron planeados y evidentemente empezamos un control prenatal y una vigilancia tardía, y no se pueden identificar los factores que contribuyeron a esta mortalidad”.
Además, se busca identificar aquellas pacientes en edad reproductiva que tienen comorbilidades, por ejemplo, cardiopatías, nefrópatas, enfermedades endocrinas como la diabetes, entre otras.
La especialista destaca que uno de los aspectos para evitar la mortalidad materna es que el enfoque de la vigilancia prenatal sea preventivo, es decir, realizar tamizajes a las pacientes desde el primer trimestre del embarazo para alertar de posibles complicaciones a causa del embarazo.
Recomienda que si el médico familiar detecta que una paciente tiene algún riesgo debe referirla al segundo nivel de atención y si es necesario al tercero, con el fin de que sea atendida oportunamente.
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