25-03-2022
Por Consuelo Doddoli, Ciencia UNAM-DGDC
Después de más de dos años de la aparición del virus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19, la humanidad sigue luchando contra este patógeno que, aunque tiene características semejantes a otros que aparecieron con anterioridad, también ha mostrado peculiaridades que lo hacen distinto.
Una de estas peculiaridades son las secuelas que padecen algunas de las personas que se recuperaron de la COVID-19. Aunque el motivo aún no está claro, los científicos creen que puede ser consecuencia de que esta enfermedad genera un estado de inflamación crónico en el organismo, como también sucede con otras infecciones virales.
En un principio se pensó que el SARS-CoV-2 dañaba únicamente a los pulmones. Actualmente, gracias a la investigación clínica, se sabe que este virus es capaz de afectar otros órganos como los riñones, corazón, cerebro y tracto intestinal, entre otros. Por esta capacidad de infección es que se puede presentar una gran variedad de síntomas, y, por lo tanto, de secuelas.
La inflamación que desarrollan los enfermos de COVID-19 no es provocada de manera directa por el virus, sino que es una consecuencia de la reacción del sistema inmune a las infecciones.
Y es que cuando un patógeno desconocido ingresa al organismo, de inmediato el sistema inmune reacciona liberando una serie de proteínas. Una de estas proteínas es la que se le conoce como citoquinas, cuya función es coordinar la comunicación y la respuesta del resto de las células del sistema inmune.
Otras de estas proteínas son las responsables de señalizar el lugar en el que se encuentra la infección, algunas regulan la respuesta que se debe producir ante el “enemigo”, también hay las que controlan la intensidad de la respuesta inmunitaria y otras más se encargan de regular la reparación de daños en órganos y tejidos.
Una de las primeras formas de actuar de estas células es provocando la inflamación y el aumento del flujo sanguíneo hacia la zona infectada, (por eso esa parte del cuerpo se pone roja y caliente), así como en otros órganos cercanos como músculos y articulaciones.
En ocasiones, el sistema inmunológico de los pacientes reacciona al virus de una forma exagerada, desencadenando una respuesta exagerada caracterizada por una inflamación generalizada o sistémica. A su vez, esto provoca una enfermedad grave y en ocasiones letal.
Durante la pandemia se ha observado que la enfermedad de COVID-19 consiste en dos etapas, afirma la doctora Nora Liliana Martínez Gatica, académica del Departamento de Salud Pública de la Facultad de Medicina de la UNAM.
La primera fase corresponde a los primeros siete días de la enfermedad y en ella se da la replicación del virus.
La segunda fase se presenta a partir del octavo día y consiste en una inflamación sistémica del organismo, es decir, la respuesta del sistema inmune provoca que todas las personas sufran algún tipo de inflamación, en mayor o menor medida, y esta puede suceder en cualquier órgano del cuerpo, corazón, pulmones, cerebro, por mencionar solo algunos.
Sin embargo, este proceso no es igual en todos los enfermos; existen factores que predisponen a una mayor inflamación en el organismo como la edad, el peso, la respuesta del sistema inmune del enfermo y por supuesto de la inmunidad que haya adquirido ya sea por una infección previa o por la vacunación. Del grado de inflamación que desarrolle el organismo va a depender si la persona cursa una enfermedad leve, moderada o crítica.
- Aunque la mayoría de los pacientes regresan a su vida normal después de padecer COVID, se ha observado que alrededor del 20%, uno de cada cinco personas, entre las ocho y doce semanas después de haberse recuperado, presenta uno o varios síntomas de la enfermedad.
Esto es lo que se ha llamado COVID largo, aunque algunos especialistas no están de acuerdo con el término. Sin embargo, añade la investigadora, este término no se refiere a aquellos pacientes que tardaron semanas y hasta meses en recuperarse después de infectarse con el SARS-CoV-2, el COVID largo se refiere a los pacientes que “ya no tienen la infección, es decir, ya no se detecta el virus en el organismo, lo que hay son secuelas”.
El presentar o no secuelas es independiente de si el paciente tuvo COVID severo, una enfermedad leve o si fue asintomático.
Existe una gran variedad de síntomas que puede presentar una persona que sufre COVID largo, los más mencionados son cansancio, falta de aire (disnea), tos persistente, insomnio, dificultad para concentrarse, depresión y ansiedad, taquicardia, perdida de olfato y de los sabores.
Además, este padecimiento puede afectar órganos como el corazón causando miocarditis (inflamación del músculo cardiaco), o el cerebro provocando pérdida de memoria, confusión mental, entre otros.
También los riñones pueden ser afectados por el COVID largo, causando un deterioro renal agudo, así como el tracto intestinal provocando una inflamación prolongada.
Hasta ahora no es posible decir cuánto tiempo durarán los síntomas del COVID largo, pero sin duda, es muy importante que las personas con secuelas acudan con el especialista para que les de un tratamiento y en caso necesario, se le diseñe una terapia de rehabilitación dirigida y personalizada para poder atender correctamente las afecciones y no provocar daños más severos en los pacientes, señaló la doctora.
Coronavirus. Las inquietantes secuelas de la COVID-19
Coronavirus. Avanza la evaluación de medicamento contra COVID-19
Especial Coronavirus ¿Buscas información de COVID-19 y otras enfermedades virales?