15-10-2020
Por Natalia Verónica Soto-Coloballes*
Si alguna vez has transitado por la autopista de Texcoco o por el Circuito Exterior Mexiquense, te habrás dado cuenta de que hay una gran extensión de tierras sin urbanizar y con poca vegetación. Esa es la Zona Federal del Lago de Texcoco. Ahí es donde el ex presidente Enrique Peña Nieto quería construir el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y donde el actual presidente Andrés Manuel López Obrador ha anunciado la construcción de un Parque Ecológico.
Estos terrenos se ganaron al Lago de Texcoco en 1900, cuando el entonces presidente Porfirio Díaz llevó a cabo la obra cumbre de su mandato: el Gran Desagüe del Valle de México. Entonces, eran más de 27 hectáreas, de las cuales unas 12 mil todavía estaban ocupadas por el Lago de Texcoco.
En la actualidad queda menos de un tercio de esas tierras y aunque el lago como tal ya no existe, se han creado varios humedales artificiales para llevar a cabo sus funciones: contener las aguas de los ríos que ahí llegan, evitar las inundaciones y la contaminación atmosférica, así como recargar los acuíferos e impedir el hundimiento de la ciudad. El más grande de todos ellos es el Lago Nabor Carrillo, hogar también de unas 200 mil aves.
Desde que se desecó parcialmente el inmenso Lago de Texcoco, varios políticos, ingenieros y otros expertos empezaron a especular sus posibles usos. ¿Qué podría construirse en esos terrenos? ¿Qué actividades beneficiarían a los habitantes de la metrópoli?
En efecto, el aeropuerto y el parque ecológico no han sido los únicos proyectos. A continuación un recorrido histórico por las diferentes propuestas que se han hecho a lo largo del siglo XX.
La creencia de que los terrenos desecados podían convertirse en campos cultivables inspiró el “Proyecto de Bonificación” del ingeniero Mariano Barragán, quien, en julio de 1912 inició el drenado, lavado y fertilización de las tierras del vaso del Lago de Texcoco, a fin de hacer cesar su esterilidad y convertir aquel llano salado en tierras para sembrar maíz, trigo y frijol.
Así, en 1930, el entusiasmo por la explotación agrícola y los beneficios que traería para el futuro de la nación llevó a la administración del presidente Pascual Ortíz Rubio a aprobar el Parque Agrícola de la Ciudad de México, sin que éste pudiera llevarse a cabo.
Miguel Ángel de Quevedo y la Sociedad Forestal Mexicana creían que la forestación con arboles, arbustos, hiervas y pastos resistentes a la sal era la mejor vía económica y técnicamente posible para restablecer la salubridad, regularizar el clima, evitar la erosión, y también contribuir a la belleza del paisaje.
En el sexenio de Manuel Ávila Camacho se creó la empresa Paraestatal Sosa Texcoco, la industria de álcali más importante de América Latina; en 1948 producía 100 toneladas diarias. Este jugoso negocio inspiró al funcionario Miguel Brambila, quien presentó un anteproyecto de obras hidráulicas dedicadas a la explotación de sales alcalinas en toda la zona del Lago, con el que pretendía generar 40 millones de pesos anuales para el Gobierno Federal.
A mediados de siglos se consideró el llenado o la regeneración del Lago de Texcoco. En 1949, los ingenieros Fernando Vizcayno y Pablo Bistráin propusieron mantener sumergidas las áreas del lago (correspondientes a 122 kilómetros cuadrados) y húmedos los terrenos colindantes.
En ese mismo tenor, el agrónomo Gonzalo Blanco Macías sugirió la reposición del agua a todos los vasos de los ya extintos lagos del Valle de México. Esto a fin de revertir el proceso de desecación, elevar el nivel de las aguas freáticas, enriquecer los mantos artesianos, aumentar el caudal de los manantiales, reponer la fauna acuática, aumentar la humedad atmosférica, estabilizar el subsuelo deteniendo su hundimiento y terminar con las tolvaneras.
Estas propuestas influyeron en Eduardo Chávez, Secretario de Recursos Hidráulicos (1952-1958), quien en abril de 1953 devolvió temporalmente las aguas al desecado lago. De este modo, en la prensa escrita se anunciaba que “16 mil hectáreas [se arrebataban] a las tolvaneras”.
Ilustres hombres se opusieron en aquel momento a la regeneración de los lagos, entre ellos los miembros de la Comisión Técnica Intersecretarial para las Obras del Valle de México, Adolfo Orive Alba, Secretario de Recursos Hidráulicos (1947-1952) y Miguel Ángel de Quevedo.
Más tarde, en la década de los años sesenta Nabor Carrillo propuso al Gobierno Federal la ejecución del Proyecto Texcoco. Se hicieron estudios y experimentos para crear cuerpos artificiales de agua, profundos y de poca superficie expuesta a fin de almacenar y regular las aguas en el Valle de México, así como para introducir la promesa de la fuerza nuclear con fines pacíficos, el tratamiento de aguas salobres y negras y la producción de energía eléctrica. Además del desarrollo de la agricultura, la explotación de sales, la industrialización del área y la edificación de vivienda social.
Por estos años los miembros de la Sociedad Forestal Mexicana, discutieron sobre el tamaño y usos que los cuerpos artificiales de agua. En este marco, Pablo Bistráin presentó “Una aportación para definir la política hidráulica del abastecimiento de agua potable de la Ciudad de México”. El estudio sugería la creación de dos lagos artificiales, uno de 4 mil hectáreas para el fomento del turismo, y otro de 2 mil hectáreas para aumentar la producción de la planta de sales Sosa Texcoco.
Y el ingeniero Mario Macías Villada, desarrolló el “Proyecto para crear en el antiguo vaso del lago de Texcoco un lugar de recreo y turismo”, el cual sugería la construcción de un lago artificial de 6 mil hectáreas para practicar deportes acuáticos y también para criar especies piscícolas y aves, así como una isla, de 1.3 kilómetros por lado, en el centro de dicho lago, con el propósito de albergar el Museo de Historia Natural y edificaciones que recordaran el esplendor de la cultura prehispánica levantada sobre el fondo de los lagos.
Así este recorrido histórico muestra que lo que ha ocurrido en este espacio es reflejo de los anhelos, creencias y ambiciones de expertos y gestores con el poder de decidir, quienes poco tomaron en cuenta la opinión de los pueblos circundantes y la existencia de otros seres vivos dependientes de ese entorno. No obstante, en todos estos años, dichos proyectos se han visto limitados por las especiales características de compresibilidad del subsuelo y el alto contenido salino.
*Becaria Posdoctoral del Programa Universitario de Estudios sobre la Ciudad (PUEC)-UNAM
Artículo completo
Soto Coloballes, N. (2019) “Proyectos y obras para el uso de los terrenos desecados del ex Lago de Texcoco: (1912-1998)”, Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México núm. 58, julio-diciembre. ISSN: 0185-2620, eISSN: 2448-5004.
Archivos
Comisión Nacional del Agua, Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua, Fondo Aprovechamientos Superficiales.
Comisión Nacional del Agua, Archivo Histórico y Biblioteca Central del Agua, Fondo Consultivo Técnico.
Secretaria de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México, Museo Archivo de la Fotografía.
Hemerografía
El Nacional
El Universal
Documentos
Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1969). Proyecto Texcoco: Memoria de los trabajos realizados y conclusiones. México: SHCP.
Secretaría de Recursos Hidráulicos (1972). “Plan Lago de Texcoco”, Revista de Divulgación 12 (2), México.
Bibliografía
Balbontín, M. (1873). “El lago de Texcoco”. Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, p. 372-377.
Bucay, B. (2001). “Apuntes de historia de la química industrial en México”. Revista de la Sociedad Química de México 45 (3), p. 136-142.
Esqueda, E. y M. Ramos, (2013). “Nabor Carrillo: pionero de la energía nuclear en México”. Quipu, Revista Latinoamericana de Historia de las Ciencias y la Tecnología 15 (3), p. 285-319.
González Obregón, L. (1902). Memoria histórica, técnica y administrativa de las obras del desagüe del Valle de México, 1449-1900. México: Oficina impresora de Estampillas.
Peimbert, A., A. Petriccioli y L. Mac Gregor, (1934). “Memoria descriptiva del proyecto del Parque Agrícola de la ciudad de México”. Planificación 2 (5), p. 39.
Quevedo de, M. A. (1927). “Las polvaredas de los terrenos tequezquitosos del antiguo Lago de Texcoco y los procedimientos de enyerbe para remediarlas”. México Forestal 5 (5-6), p. 39-52.
¡Publica con nosotros!
Tus ideas en línea es un espacio de Ciencia UNAM abierto a la participación de estudiantes, profesores, investigadores creativos y profesionales interesados en compartir sus productos para la divulgación de la ciencia.
El nuevo aeropuerto en Texcoco
No existe tecnología para acceder al lugar donde se generan los sismos: Cinna Lomnitz
Ciencia y turismo sustentable conviven en Akumal, lugar de tortugas