22-06-2020
Por Naix’ieli Castillo, Ciencia UNAM-DGDC
Durante la actual pandemia de COVID-19 que azota al mundo, muchas personas han hecho compras masivas de vitamina C pensando que podría servirles contra el coronavirus que la provoca. ¿Realmente existe información científica que apoye el consumo de esta vitamina en casos de enfermedades respiratorias graves?
La doctora Armida Báez Saldaña, investigadora del departamento de Biología Celular y Fisiología del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, recuerda que en la literatura antigua el escorbuto estaba asociado con la neumonía como causa terminal en estos enfermos.
Aunque en nuestros días el escorbuto es raro, en la antigüedad era frecuente entre marineros a partir de dos o tres meses de estar en altamar. El escorbuto es una enfermedad provocada por la deficiencia de vitamina C.
- La vitamina C o ácido ascórbico fue aislado por primera vez en 1928 por Albert Szent-Gyorgy, quién también demostró su propiedad antiescorbútica en 1932. En 1953 James Lind descubrió la cura del escorbuto por medio del consumo de frutos cítricos.
Una de las características sorprendentes del escorbuto, es provocar en estos enfermos una intensa susceptibilidad a las infecciones, específicamente los patógenos que infectan los pulmones causando neumonía, misma que es la infección terminal más común.
La doctora Armida Báez Saldaña también menciona que fue el científico Alfred Hess, quien encontró que la neumonía era la mayor complicación y causa de muerte en numerosas autopsias de personas fallecidas durante una epidemia de escorbuto en 1920.
Muchas infecciones aumentan lo que se conoce como estrés oxidativo, refiere la investigadora. Lo que ocurre como parte de este proceso es que los fagocitos, unas células del sistema inmunitario que se encuentran en la sangre, liberan agentes oxidantes que se llaman especies reactivas de oxígeno.
Esto lo hacen para desactivar a los virus y matar a las bacterias. A la vez, los fagocitos usan un sistema especial de importación de ácido dehidroascórbico, que es una forma oxidada de la vitamina C. Cuando el ácido dehidroascórbico entra a la célula, se transforma en vitamina C y la protege por su potente acción antioxidante.
Cuando el sistema inmunitario responde a patógenos como la influenza A y el catarro común disminuyen los niveles de vitamina C en plasma, leucocitos y orina. Estos efectos han llevado a que algunos médicos receten esta vitamina a las personas con catarro común o influenza, evitando que se reduzcan sus niveles en los leucocitos y en el plasma.
Existen numerosos coronavirus que provocan gripa o catarro común. El nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la infección COVID-19, está compuesto por una cadena de ARN envuelta por una proteína, misma que se une a la proteína llamada ACE2 existente en las células de varios órganos, entre ellos el tracto digestivo, los riñones, el corazón y los pulmones, principalmente.
La proteína ACE2 se encuentra en las células del pulmón llamadas neumocitos tipo II. El virus se multiplica dentro de la célula y al hacerlo termina matándola.
Mientras esto sucede, el ARN del coronavirus es reconocido por las células del pulmón como un patógeno y se producen citocinas, sustancias que provocan inflamación y fiebre. Estas a su vez reclutan a otras células del sistema inmunitario llamadas neutrófilos que identifican la amenaza del patógeno y reaccionan destruyendo las paredes entre los alveolos pulmonares y los capilares sanguíneos.
Esto último tiene como resultado final que el líquido corporal se escape y se acumule en el pulmón, causando asfixia.
Existe en la literatura científica evidencia del efecto protector de altas dosis de vitamina C intravenosa, en experimentos de sepsis ( fuerte infección en la sangre que provoca falla multiorgánica) inducida. Administrada vía intravenosa, la vitamina C ayuda a mantener la barrera epitelial alveolar y a reducir la actividad de los neutrófilos que producen inflamación sistémica provocada por la sepsis.
En China, actualmente hay un protocolo de investigación en el Hospital Zhongnan que inició el 14 de febrero de 2020. Tiene como objetivo evaluar la eficacia clínica y la seguridad de la vitamina C en el tratamiento de la neumonía por COVID-19. Ellos plantean la hipótesis de que la infusión de vitamina C puede mejorar el pronóstico de las infecciones agudas graves del tracto respiratorio. Se estima que el protocolo termine en septiembre de 2020.
Se sabe que la vitamina D aminora algunas respuestas de las células del sistema inmunitario y regenera el recubrimiento endotelial. Esto puede ser beneficioso para minimizar el daño alveolar causado por el síndrome de distrés respiratorio agudo.
Hay evidencias de que la vitamina D tiene un efecto protector contra infecciones agudas en el tracto respiratorio por bacterias y virus. Sin embargo, es importante destacar que la suplementación con vitamina D debe ser controlada por médicos o nutriólogos ya que un exceso produce daño toxicológico.
La doctora Armida Báez Saldaña aclara que las acciones más eficientes para lograr una vida sana son las de prevención.
Ante la pandemia de COVID-19 recomienda consumir todos los días algún tipo de fruta de preferencia cítrica, verdura, cereal y carne, con lo que el cuerpo estará en condiciones de contender mejor cualquier infección. También es bueno tomar suplementos de vitaminas (como la C y la D) y minerales en períodos cortos e intermitentes, pero siempre bajo la supervisión de especialistas.
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