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Calcular la magnitud de un sismo: tiempo y recopilación de datos

La localización y magnitud de un sismo se calculan con los registros de las estaciones del SSN. Foto: Elvia Moreno

27-03-2012

Por Noemí Rodríguez González, DGDC-UNAM

Las escalas de magnitud e intensidad se utilizan para medir los temblores, la primera está relacionada con la energía liberada como ondas sísmicas y la segunda con los daños producidos por el sismo. El temblor del martes 20 de marzo, cuyo epicentro se ubicó en las cercanías de Ometepec, Guerrero, y Pinotepa Nacional, Oaxaca, alcanzó 7.4 grados de acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), pero cómo se calcula la magnitud de un sismo y qué determina la intensidad de los daños.

Al respecto el doctor Carlos Valdés González, jefe del SSN e investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, explicó que el cálculo de la magnitud de un sismo requiere trabajo y tiempo, ya que para hacer una estimación de la energía liberada durante un temblor es necesario tener registros completos.

“Nosotros trabajamos con velocidad y aceleración, en el registro del temblor de 1985 cada línea representa quince minutos, el sismo comienza a las 07:19 y le da varias vueltas al registro, esto indica que la vibración del terreno, aunque ya no era percibida por el ser humano, duraba más de una hora, todo esto es energía y necesitamos medir ese tiempo para hacer una estimación verdadera”, afirmó el investigador. 

En el caso de este sismo el proceso automático lanzó una localización muy precisa, ya que el epicentro es fácil de determinar; en cambio la magnitud es más complicada porque primero mandó una cifra de 6.4, después un 7.8 y finalmente un 7.4, lo anterior no indica que el dato sea incorrecto, sino que entre más datos se tienen mejor es el cálculo. 

Para darnos una idea de lo complicado que es determinar la magnitud de un temblor, el doctor Valdés dijo, “es como estar parados en una estación del Metro, pegaditos al túnel por donde sale el Metro, qué tan fácil sería, si cerramos los ojos, saber qué tan grande es el convoy, si tiene un vagón o veinte, determinar eso a menos que podamos medir y sentir la vibración y el viento es complicado”.

La función del Servicio Sismológico Nacional es detectar todos los sismos que suceden en el país, para lo cual se instalaron sismógrafos, equipos capaces de registrar el movimiento del suelo. En cada estación, de las 44 que conforman la red principal del SSN, hay dos sensores, uno que mide la velocidad y otro que mide la aceleración, cada uno de ellos tiene tres ejes dos horizontales y uno vertical.

Cada estación genera 600 datos por segundo que llegan al SSN por enlace satelital, los datos recibidos se almacenan y se procesan, hay sistemas que indican en que estaciones se rebasan los niveles normales de movimiento.

En el caso del sismo del martes pasado, “nosotros tenemos una estación en Pinotepa Nacional, esa es la primera que empezó a registrar y después todas las que tenemos en Oaxaca y Guerrero, con esos datos comenzamos a hacer los cálculos de la localización y los de la magnitud”, recordó el titular del SSN.

La magnitud y los daños

La magnitud de un sismo depende de la cantidad de energía liberada, de ahí que cuando se acumula mucha energía aumentan la magnitud y las consecuencias. A pesar de que el movimiento telúrico del 20 de marzo tuvo una magnitud cercana a la de 1985, la ciudad de México no sufrió daños estructurales mayores debido a que el epicentro ocurrió a mayor profundidad y distancia, permitiendo que la energía disminuyera al llegar a la ciudad de México.

De acuerdo con Carlos Valdés, los sismos en la ciudad de México provocan movimientos suaves; cuando el movimiento comienza a oscilar la parte en donde se unen las columnas y los entrepisos se debilita, un edificio puede oscilar cinco veces, pero si el sismo es muy largo oscila 30 o 40 veces y el desgaste estructural puede provocar el colapso del edificio.

En el sismo de diciembre de 2011, el epicentro estaba a 200 kilómetros de distancia y a 60 kilómetros de profundidad, la trayectoria de las ondas sísmicas (primarias o P y superficiales o S) permiten que haya un componente vertical. A medida que nos encontramos a mayor distancia del sismo el movimiento vertical disminuye y pasa desapercibido.

Contrario a lo que se piensa, los edificios tienen mayor capacidad de resistencia a los movimientos verticales, en cambio no son muy resistentes a los movimientos laterales. El sismo del martes sucedió a 350 kilómetros de distancia y a una profundidad muy baja, las trayectorias verticales fueron menores y prevaleció el movimiento oscilatorio, aunque cabe mencionar que el movimiento del sismo es muy complejo, no es solo lateral o vertical.

Esta complejidad en el movimiento sísmico provoca que los edificio roten,“cuando hacemos análisis de los edificios vemos que la superficie comienza a rotar, ese movimiento desgasta las uniones, ya que un edificio no está diseñado para rotar. A medida que van pasando más sismos lo edificios se vuelven más vulnerables”, señaló Carlos Valdés. 

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