14-12-2018
Por Xavier Criou y Claudia Juárez, Ciencia UNAM-DGDC
A lo largo de la última década, investigadores de distintas disciplinas han estado, en diversas instituciones y empresas alrededor del mundo, en la búsqueda de aprovechar tecnologías para afinar registros del comportamiento de las personas y así predecir sus acciones futuras, por ejemplo, el suicidio.
En un extenso artículo publicado el 30 de octubre del 2018 en la edición de la revista Nature, Matt Kaplan ofrece un interesante recorrido por la aventura de la ciencia y la tecnología del pronóstico de las emociones y el comportamiento humano, abordando los posibles beneficios, los retos y a la vez, sus excesos y problemas éticos.
Todo comienza con el impactante recuerdo de Matthew Nock, quien en su época de estudiante de psicología conoció a Tim, paciente con trastorno bipolar e intento de suicidio. Hicieron una buena amistad, pero el hecho de que Tim finalmente acabara con su vida dejó una huella profunda en Matthew, no solo personal sino también profesional.
Matthew Nock, ahora investigador en psicología de la autolesión en la Universidad de Harvard en Cambridge, Massachusetts, se enfocó en desarrollar una manera de predecir la probabilidad de que las personas intenten suicidarse.
Aunque todavía le falta afinar su proyecto, desde enero de 2016 ha estado desarrollando brazaletes inteligentes y una aplicación de celular para estudiar el comportamiento de los pacientes que están en riesgo de suicidio, en el Hospital General de Massachusetts en Boston. Hasta el momento, aunque sus resultados aún no se hayan publicado, su tecnología parece capaz de predecir con un día de anticipación y con una precisión razonable, el momento en que los pacientes monitoreados podrían pensar en quitarse la vida.
Nock colabora con Rosalind Picard, una ingeniera eléctrica e informática del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en Cambridge. Picard lidera un equipo que ha rastreado a cientos de estudiantes universitarios en universidades de Nueva Inglaterra con teléfonos y muñequeras, e informa que puede predecir episodios de tristeza en estos estudiantes un día antes de que aparezcan los síntomas.
En el artículo titulado “Happy with a 20% chance of sadness” (Feliz con un 20% de probabilidad de tristeza), el autor profundiza en que la posibilidad de hacer un seguimiento de la vulnerabilidad emocional inminente de las personas, han provocado un fuerte interés comercial de algunas empresas. Es el caso de Mindstrong Health, una compañía en Palo Alto, California, que ha invertido fuertes montos de dinero para detectar cambios en la función neurocognitiva.
En marzo pasado, Mindstrong informó haber encontrado biomarcadores digitales que se correlacionan con las puntuaciones en las pruebas de rendimiento neuropsicológico, afirmando haber completado cinco ensayos clínicos; esto en asociación con Takeda Pharmaceuticals, con sede en Tokio, Japón, para explorar el desarrollo de biomarcadores digitales para enfermedades como la esquizofrenia y la depresión resistente al tratamiento.
Pero conforme avanzan en sus trabajos, los investigadores, incluida la ingeniera Picard, se cuestionan acerca de los inconvenientes potenciales de sus creaciones y de las derivas que estos desarrollos pudieran generar, por ejemplo, en áreas de recursos humanos para emplear candidatos potenciales, o buscar beneficios económicos a costa de situaciones sensibles, como casos de depresión y riesgo suicida.
En este artículo en Nature, el autor relata cómo, desde hace una década, la ingeniera Picard se enfocó en la investigación del estado de ánimo, fundando, en el 2013, Empatica, una compañía en Cambridge que vende sensores y otras herramientas para monitorear el estado de ánimo de las personas y emitir alertas cuando los datos recopilados lo consideren oportuno.
Y aunque todavía carece de fiabilidad en casos de alteraciones ligeras, el poder interpretar el estado de ánimo de alguien usando este tipo de tecnología, es un gran logro.
Entre pasión por los retos científicos y atracción por un inmenso mercado de consumidores potenciales, la carrera innovadora en el campo del pronóstico del comportamiento humano está en auge. Y si bien, podría mejorar la atención de la salud mental, el riesgo de que no haya únicamente intenciones filantrópicas hará necesario un marco jurídico bioético.
Pues una cuestión clave de estos avances es qué hacer con esos datos, cómo ayudar a las personas… la lectura del artículo de Kaplan sin duda es un estímulo a la reflexión en torno al impacto social de la ciencia y la tecnología.
Fuente: Nature 563, 20-22 (2018)
doi: 10.1038 / d41586-018-07181-8
Artículo original: https://www.nature.com/articles/d41586-018-07181-8
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