18-05-2018
Por Carla Torres, Ciencia UNAM, DGDC
Es común escuchar en nuestros círculos sociales historias acerca de acoso o violencia sexual hacia las mujeres. Las situaciones suelen reproducirse en el transporte público o en la calle, sin embargo, no están exentos los lugares de estudio, de trabajo, e incluso, en el mismo hogar.
El acoso sexual no es necesariamente producto de problemas mentales, de acuerdo con la doctora Ana Celia Chapa Romero, investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM, y encargada del Programa de Atención a Víctimas de Violencia Sexual desde una perspectiva de género.
Aunque no solo los hombres cometen acoso sexual, también hay mujeres que lo cometen, las estadísticas muestran que son ellos los que con más frecuencia expresan esa conducta.
Se ha demostrado que estos hombres no necesariamente padecen una enfermedad mental que los justifique, sino que generalmente tienen un problema de conducta, donde existe una dificultad para controlar sus impulsos, derivado de que han sido socializados bajo mandatos de género donde se normaliza que el cuerpo de las mujeres es “de su propiedad”.
Pueden ser compañeros de escuela y gozar de una buena reputación; o padres de familia, jefes, sacerdotes, etcétera; lo que engrandece la problemática es la justificación de las acciones que hacen: “Es que ella lo buscó”, “Ella lo estaba provocando”, “No fue para tanto, nada más le dije que estaba bien buena”, o “Apenas la toqué” son frases comunes que minimizan el hecho y por lo tanto, les quita la responsabilidad del acto.
Es importante visibilizar que la violencia sexual obedece a premisas y mandatos de género arraigados en la cultura, lo que hace que estos actos sean cotidianos y sistemáticos y los realice cualquier persona, principalmente varones que no necesariamente son enfermos mentales.
- ¿Qué es el género? Mientras la división de los sexos en hombres y mujeres parte de características biológicas, el género hace referencia a seres masculinos y femeninos, cada uno dotado de atributos propios producto de la sociedad y la cultura. En este sentido el género es un proceso de construcción de identidad.
Como resultado de los mandatos de género, el varón ha aprendido que para ser considerado “un verdadero hombre” debe cumplir con una serie de requisitos como tener múltiples parejas sexuales, acosar a mujeres o retar a otros varones. En palabra de la académica Ana Celia Chapa, “la masculinidad es tan frágil que tiene que ser comprobada continuamente”.
Desde pequeños se les enseña a construir su masculinidad, a ganar un lugar para que se les reconozca como hombres y muchas veces lo hacen a través del dominio de los otros, sobre todo en el momento de la relación de pareja.
De acuerdo con algunos estudios, se ha encontrado que mientras más baja autoestima y más necesidad de reconocimiento se tenga, más se presentará este tipo de comportamiento para reforzarlo.
También es común que el “piropo” se justifique. Sin embargo, en diversos países de Latinoamérica ya es considerado un delito.
El acoso sexual aunque esté legislado o esté presente en algunos códigos penales, no necesariamente es visto como una agresión si es difícil comprobarlo, o porque los propios Ministerios Públicos tienen también una ideología machista, lo que dificulta que pueda tener una sanción.
El tema ha tomado relevancia porque cada vez más mujeres han comenzado a compartir sus experiencias, aunque lamentablemente las medidas de prevención que han surgido recaen sobre las víctimas: como no salir muy noche, no vestir “provocativamente”, o llevar un silbato; además de pedir ayuda en diversos centros de atención a las víctimas, sin embargo, existen pocas campañas hacia la raíz del problema.
- ¿Qué está pasando con la construcción social de género que posibilita que los hombres necesiten reafirmarse a través de este tipo de actos?
La solución, de acuerdo con la especialista en atención a la violencia sexual, radica en la educación a los niños. Más que medidas que restrinjan, lo que se busca es que se trabajen más talleres para hombres y el manejo de sus emociones. Que desde niños sean escuchados, que se construya una educación emocional que sea transversal para evitar este tipo de situaciones a futuro.
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