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La familia más bella y sabrosa

La familia Rosaceae. Imagen: Jareni Ayala.

01-06-2016

Por S.Itazami Sandoval Trejo, DGDC-UNAM

De repente se antoja comer un plato de frutos rojos o adornar el hogar con un bello arreglo de rosas, pero ¿cuál es el origen de estas especies tan bellas y sabrosas?

De la familia Rosaceae y de nombres diversos, estas plantas que estudia la bióloga Gilda Ortiz Calderón en el Instituto de Biología de la UNAM, tienen gran importancia a nivel mundial por su belleza y sus derivados frutales de grato sabor.

¿Qué las distingue?

Tienen un impacto económico alto por la producción, exportación y comercialización a nivel nacional e internacional, pues algunas de éstas tienen la posibilidad genética de adaptarse a distintas condiciones ambientales, por lo que muchos de los frutos consumidos en México como la fresa, la rosa, la pera e incluso la manzana, no son endémicas ya que tienen su origen en Europa, Asia, Asia menor y Medio oriente, principalmente.

“Actualmente se han reportado entre 90 y 100 géneros, entre 2,500 y 3,000 especies en todo el mundo. En México hay una gran diversidad de especies definidas científicamente a través del proyecto Flora Mesoamericana, entre el Instituto de Biología, el jardín botánico de Missouri y el Museo Británico desde hace 30 años para estudiar todas las especies de todas las familias que crecen entre Tabasco, Chiapas y Panamá”, comenta la bióloga Ortiz.

¿Cómo se reconocen?

Además de su relevancia comercial, su belleza y sabor, uno puede identificarlas fácilmente por ciertas características como las formas de sus hojas con bordes aserrados o dentados y las cuales pueden ser enteras o separadas para evitar la evapotranspiración acelerada en ambientes templados y secos. También algunas tienen pequeños aguijones como las rosas o espinas presentes en algunos arbustos y árboles.
Entre los arbustos es fácil encontrar el piracanto esparcido en la Ciudad de México, cuyo fruto es venenoso por contener alcaloides y otras sustancias dañinas para el ser humano; árboles como el cerezo o hierbas como la fresa. Se distinguen también por la forma en que crecen: algunas pueden verse muy bien como decoración en un jardín por ser especies de crecimiento voluble al sostenerse de la pared o un alambrado, otras crecen al nivel del suelo como la potentilla o la zarzamora.

Ésta última, al igual que muchas otras variedades de cultivo, han sido modificadas mediante la selección y cruza para la mejora del producto es decir, para ampliar la diversidad y cantidad de producción.
Actualmente no se conoce todavía el grado de afectación al intervenirlas con modificaciones transgénicas debido a que cada una de ellas tiene una carga genética particular, por su capacidad de adaptación en diferentes condiciones ambientes y con sus propios mecanismos de defensa, dispersión y polinización.
Al respecto, la bióloga Ortiz prevé que si existen tales intervenciones en grandes cultivos, se reducirían las capacidades de adaptación y defensa natural de las especies.

Usos y costumbres

En México solo tres especies son endémicas y lo mejor de todo es que son comestibles: “el capulín, el cual venden en tianguis, mercados y en provincia,  a la que llaman la cereza mexicana, crece en muchos lugares de Puebla, el Estado de México e Hidalgo, lugares en los que se tenía un acceso libre para tomar directamente el fruto a lado de las veredas. Actualmente se ha monopolizado el cultivo y comercio del fruto para hacer dulce o licor,” explica la bióloga Ortiz.

También se encuentran el tejocote, duraznillo y el membrillo cimarrón, el cual solamente es de consumo local. De las frutas consumidas cotidianamente y originarias de Asia, se encuentran las cerezas, almendras, níspero de verano, las manzanas, las peras, frambuesas, fresas, entre otras.

El uso de flores es distinto de forma particular y local por ejemplo, en provincia se acostumbra plantar árboles con la flor de durazno para alegrar la vista, similar a la tradición milenaria en Japón, en donde se aprecia el uso de la flor del cerezo como símbolo nacional y mediante el cual se manifiestan la alegría, la paz y tranquilidad.

Algunas especies de esta familia como la pingüica de origen prehispánico o las hojas del tejocote, tienen propiedades medicinales, principalmente para malestares asociados a la bronquitis.

Actualmente, la bióloga Gilda Ortiz colabora en el Herbario Nacional, donde se conserva una parte de las especies pertenecientes a la familia Rosaceae:

“En el herbario tenemos alrededor de 78 géneros representados de diferentes partes del mundo, en su mayoría plantas silvestres aunque también tenemos algunas cultivadas. De ahí que sea una familia muy compleja en su estudio por tener una amplia cantidad de plantas cultivadas,” señala.

Por lo que, gracias a la nobleza de esta familia, actualmente se puede disfrutar de su sabor, de sus formas y colores agradables en nuestro día a día.

 

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