12-01-2015
Por María Luisa Santillán, DGDC-UNAM
En esta era de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) con tan sólo un click podemos enviar o recibir documentos, libros o fotografías; no importa la distancia que tengan que recorrer, ni la hora en que los enviemos.
Estas tecnologías son más usadas y en ocasiones mejor comprendidas por niños y adolescentes, por haber nacido en un mundo completamente digital. Sin embargo, también son los más vulnerables a sufrir distintas formas de violencia a través de las TIC.
Tal es el caso del ciberbullying o acoso digital, el cual está relacionado con el uso de Internet o distintos medios digitales –como el celular, mensajería SMS, whatsApp, portales web o redes sociales– para agredir a través de amenazas, burlas, intimidaciones o insultos a una persona.
La doctora Milagros Figueroa Campos, profesora de la Facultad de Psicología de la UNAM, señaló que a diferencia del bullying –la modalidad de acoso en que la víctima reconoce a sus agresores– en el ciberbullying se utiliza el anonimato para llevar a cabo la agresión.
“De hecho, el bullying se acaba cuando la víctima queda fuera del alcance de los agresores. Pero en el ciberbullying cualquier lugar puede ser el escenario de esta agresión; a cualquier hora del día o de la noche empiezan los mensajes ofensivos o amenazantes, es decir, todo aquello que alguien está deliberadamente haciendo y que con un solo click provoca que no sólo se enteren personas cercanas a la víctima sino de cualquier parte del mundo”, explicó la universitaria.
Este tipo de conductas ocasiona un fuerte impacto en los adolescentes, incluso hay quienes tienen que modificar algunas de sus actividades para no seguir siendo agredidos. Pero muchas veces la agresión continúa, ya que se ha descubierto que frecuentemente quien produce este daño emocional es alguien cercano a la víctima.
Los responsables del ciberbullying suelen ser adolescentes con poca supervisión de sus padres y con un buen manejo de las tecnologías de la información, además, tienen acceso a dispositivos como la computadora o el teléfono celular.
El agresor, al igual que en el bullying, es alguien que puede tener alguna problemática familiar o personal. En el caso del ciberbullying también pueden ser personas que no tienen amigos y por lo tanto utilizan una computadora o cualquier dispositivo móvil para acosar, intimidar o agredir a otros, incluso, llegan a alterar sus horarios para dormir, pues se desvelan por estar al pendiente de su víctima.
Figueroa Campos señaló que aunque no hay una agresión de tipo física como en el bullying, el ciberbullying afecta emocionalmente a las víctimas, pues alguien que es bombardeado por ofensas, amenazas o insultos ve mermada su salud, al no poder dormir, tener pesadillas y terrores nocturnos, sobre todo si la víctima es un niño.
Alguien que es víctima de ciberbullying constantemente está revisando su celular o sus redes sociales para ver si han dicho algo en contra de él o, por el contrario, puede ser el último que se entere de lo que se está hablando sobre su persona.
Cuando el estado emocional permanece alterado continuamente o por largos periodos, puede llegar a desencadenarse algún problema de salud física como gastritis o presión arterial elevada, ya que la víctima no duerme, no come y está muy afectada. Inclusive, hay casos en que la personalidad y la vulnerabilidad emocional pueden llevar a un individuo a un intento de suicidio.
Las víctimas de acoso cibernético tienen ciertas características. Normalmente son elegidas por los acosadores debido a que las perciben como débiles emocional y físicamente, que se sienten o son diferentes y quienes no van a tener el apoyo de sus iguales, pues estos los han hecho a un lado. Es decir, son fácilmente identificables por aquellos que van a molestarlos.
Los tipos de agresión que se dan en el ciberbullying, el cual es más frecuente entre los 12 y los 19 años de edad, son rumores, ofensas, amenazas e intimidaciones, entre otros. De lo que se trata es de amenazar a una persona hasta inmovilizarla, pues ya no acude a la escuela, no quiere salir sola o deja de asistir a sus sitios preferidos porque tiene miedo y no se atreve a denunciar.
“Las fotos pueden borrarse de un dispositivo, pero una vez puestas en la red es muy difícil que puedan quitarse. Además, pueden ser utilizadas por otra gente con intenciones delictivas, como trata de personas”, agregó la psicóloga.
Muchas veces las víctimas no piden apoyo porque piensan que el agresor se cansará y dejará de agredir. Por lo tanto, llegan a modificar sus rutinas, cambia de número de teléfono e incluso puede cambiar de casa. A veces no comentan con nadie sobre el ciberacoso que viven, porque creen que de esa manera evitarán que se siga difundiendo la agresión.
Víctimas de ciberbullying pueden desarrollar a largo plazo
Para promover el uso responsable de las tecnologías de la información y evitar el acoso cibernético, los sectores empresarial, académico y gobierno de México han impulsado la campaña #yoloborro. ¡Participa!
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