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No existen genes de la maldad: Feggy Ostrosky

Entrevista con Feggy Ostrosky, autora del libro Mentes asesinas. Diseño: Bárbara Castrejón Gómez.

04-01-2013

Por Naix’ieli Castillo García, DGDC-UNAM



Son muchos los factores que influyen para que alguien sea un criminal. Algunos especialistas están convencidos de que si la ciencia fuera capaz de comprender la neurobiología de la violencia, la sociedad podría tomar medidas para contenerla.

Feggy Ostrosky ha dedicado su vida a la relación entre el cerebro y la conducta humana. Entre sus estudios se encuentran algunos realizados a asesinos seriales y otros individuos extremadamente violentos, tanto en prisión como fuera del ambiente carcelario, para comprender cómo funciona la mente de un criminal.

La doctora Ostrosky es psicóloga por la Facultad de Psicología de la UNAM, cuenta con estudios de posgrado en el Departamento de Trastornos de la Comunicación en la Universidad de Northwestern, Evanston, Illinois y  un doctorado en biomedicina en la Facultad de Medicina de la UNAM.

Es autora del libro Mentes Asesinas, la violencia en tu cerebro, en el cual analiza el caso de criminales célebres como la Mataviejitas, Ponchis, el niño sicario y el Caníbal de la Guerrero. Actualmente dirige el Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM.

¿Los cerebros de los criminales son diferentes?

El cerebro es el órgano de la conducta en todos los seres humanos, es el órgano con el que sentimos, pensamos y memorizamos, entre otras funciones y sus características funcionales son similares en todos nosotros.

Si tuviéramos enfrente dos cerebros, el de una persona normal y el de un asesino, a simple vista sería muy difícil encontrar diferencias en el tamaño de sus estructuras.  Sin embargo, recientemente hemos estudiado el metabolismo cerebral de individuos muy violentos, no necesariamente criminales sino policías judiciales o maridos golpeadores, mientras procesaban emociones de miedo o emociones morales.

En sus cerebros encontramos diferencias sutiles pero significativas en el volumen de la amígdala izquierda, una estructura subcortical que procesa emociones de miedo y que en ellos tiene un menor volumen.

¿Qué tecnologías se han desarrollado en los últimos años para explorar el cerebro de los criminales?

En los últimos 15 años, ha habido un desarrollo enorme de las técnicas para estudiar la estructura y la funcionalidad del cerebro. Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus desventajas.

Por ejemplo, existen técnicas muy invasivas pero con muy alta resolución, en las que se colocan electrodos en el cerebro para ver lo que sucede ahí, estas técnicas solamente se utilizan para animales, como primates, no en humanos.

Para estudiar el cerebro humano disponemos de otras técnicas, algunas de ellas no tienen tan alta resolución pero sí aportan información importante. Las evaluaciones neuropsicológicas son pruebas científicas que se hacen con papel y lápiz y permiten ir mapeando cómo el cerebro procesa información o cuál es su rendimiento en pruebas de atención, memoria, lenguaje o funciones ejecutivas, que son las que permiten planear y organizar la toma de decisiones.

Hay otras llamadas técnicas de potenciales relacionados a eventos; estas nos permiten medir la actividad eléctrica cerebral asociada a cómo se procesa un estímulo. Ahí se observa, por ejemplo, el número de decisiones correctas que una persona puede tomar en un minuto o qué pasa en el cerebro cuando procesa una emoción, como el miedo, por ejemplo.

Otra técnica de reciente creación es la de resonancia magnética funcional, la cual permite estudiar el metabolismo cerebral, captando la cantidad de oxígeno que el cerebro está utilizando mientras procesa información. La combinación de todas estas técnicas nos ayuda a tener una idea más clara de lo que sucede en el cerebro de un criminal.

¿Existe un componente genético?

También he estudiado la genética. Sí hay un factor genético, pero no existen genes del mal. Los genes juegan un papel importante en la bioquímica del cerebro y en cómo se comunican las neuronas, y esto a su vez influye en la conducta. Hay neurotransmisores  que regulan el estado de ánimo y el temperamento como la serotonina, la dopamina o la norepinefrina. Estos neurotransmisores determinan que una persona sea muy atrevida y le guste el riesgo o que, por el contrario, sea muy precavida y cautelosa.

En individuos violentos hemos encontrado factores genéticos, sabemos que hay enzimas que en sus cerebros funcionan de manera diferente, hay entre ellos, por ejemplo, alta búsqueda de la novedad y poca aversión al riesgo. Sin embargo, la genética no es destino. Los genes pueden estar presentes, pero no se activan si no se dan otros factores medioambientales. Los científicos estamos aprendiendo que el medio ambiente prende o apaga los genes en muchas enfermedades, no sólo en la violencia.

¿Las experiencias tempranas de violencia influyen en la conducta criminal?

Nosotros encontramos que las historias de abuso físico, psicológico, de negligencia o de indiferencia, hacen que los genes de violencia se prendan, en las personas que tienen una susceptibilidad genética.

Las estructuras cerebrales donde se producen las emociones son muy primitivas y antiguas; mientras que las zonas frontales y prefrontales del cerebro, que son más recientes en la evolución, son las que controlan la apropiada expresión de las emociones.

Precisamente por ser de más reciente evolución, esas áreas, en todos los seres humanos, se encuentran sujetas a procesos de maduración cerebral y de aprendizaje que son progresivos y pueden verse afectadas por el medio ambiente, por ejemplo, experiencias muy tempranas de abuso, podrían afectar el desarrollo de esta corteza prefrontal.

Las experiencias tempranas de violencia o abuso antes de los tres años, generan estrés y este produce un exceso de cortisol en el organismo que afecta el desarrollo y la maduración de estructuras como el hipocampo y la amígdala.

¿Cómo repercuten los estilos de crianza en la personalidad futura?

Los estudios también han revelado que los estilos de crianza de un individuo influyen de manera importante en su personalidad futura y en si éste se vuelve criminal o no. Puede haber estilos de crianza sumamente permisivos o indiferentes. En los individuos violentos que se han estudiado en el laboratorio, se han encontrado estilos de crianza sumamente permisivos o, por el contrario, muy dictatoriales.

Varios de los criminales que yo he entrevistado, me dicen que su mamá era una santa y que siempre les compraba todo lo que querían; aunque no tuvieran los medios económicos, ella hacía todo lo posible por complacerlos. Por otro lado, el estilo de crianza dictatorial, sumamente rígido en donde se piensa que la palabra del padre o la madre es la ley, tampoco funciona porque genera gente hostil, con poco autocontrol y poca responsabilidad social.

Esos estilos de crianza no enseñan a las personas a tener autocontrol. El estilo de crianza que funciona es poner límites, que haya reglas pero que éstas sean negociables de acuerdo a la personalidad individual.

¿Por qué es importante que la ciencia estudie el cerebro de los criminales?

La ciudadanía actualmente no sabe que hacer con toda la violencia que se vive en nuestra sociedad, hay niños abandonados en la calle o personas con carencias y si los ciudadanos no hacemos nada esa violencia se nos va a regresar en forma de individuos criminales.

Nosotros hemos identificado periodos críticos en el desarrollo de un individuo violento o criminal, uno a los tres años, otro a los cinco o seis y uno más a los trece años, de manera que se pueden desarrollar programas de intervención tempranos en los que se modifique la forma de interacción del individuo con su cuidador primario y con los maestros.

En los próximos años, la ciencia seguirá estudiando al cerebro y la conducta de los criminales para conocer mejor los factores de riesgo, tanto biológicos como medioambientales, que se presentan en las diferentes etapas del desarrollo con el fin de aportar nuevas estrategias de intervención.

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