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Glifosato ¿herbicida que no hace daño?

Los fabricantes de herbicidas con glifosato han asegurado que este compuesto químico es “inocuo”. No obstante, hay evidencias que sugieren lo contrario.

25-03-2021

Por Verónica Guerrero Mothelet, Ciencia UNAM-DGDC

En 1962, “Primavera silenciosa”, libro de Rachel Carson, abrió los ojos al peligro de los pesticidas sintéticos para la naturaleza, en particular el DDT… Sin embargo, el mundo tardó casi cuatro décadas para detener o restringir el uso de esos contaminantes orgánicos persistentes.

Casi 60 años después, vivimos una controversia similar; ahora para esclarecer si es más conveniente seguir empleando, o prohibir, el compuesto sintético glifosato.

El glifosato se utiliza como principio activo en herbicidas, cuyo uso aumentó en las últimas décadas principalmente por su eficacia para eliminar químicamente maleza, como pastos y plantas consideradas “mala hierba”.

“Es, probablemente, el herbicida más utilizado a nivel mundial, en México en particular”, señala la doctora Patricia Ramos Morales, académica de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

La profesora de Genética y Toxicología Ambiental explica que las plantas, así como bacterias, algunos hongos y algas, producen de manera exclusiva un tipo de aminoácidos esenciales (constituyentes fundamentales de las proteínas), llamados “aromáticos”.

Al inhibir la síntesis de esos aminoácidos, los compuestos del glifosato impiden que la planta produzca las proteínas necesarias para realizar sus funciones biológicas y, en consecuencia, muere.

En los cultivos transgénicos, se han introducido modificaciones para que las plantas sean resistentes al glifosato, por lo que no interrumpe su producción de aminoácidos. “Así, por ejemplo, en cultivos de maíz transgénico, el glifosato provoca la muerte de la maleza, evitando que compita por agua, recursos y energía solar”, refiere.

Durante muchos años, los fabricantes de herbicidas con glifosato han asegurado que este compuesto químico es "inocuo". “Una vez en el ambiente, su toxicidad es baja, por lo que se ha argumentado que no representa riesgo para las poblaciones humanas”, indica la académica.

No obstante, hay evidencias que sugieren lo contrario. 

"Existen estudios que relacionan la exposición al glifosato con alteraciones de los microorganismos del suelo", señala Dalia Ayala Islas, consultora en educación ambiental y sustentabilidad. Estas poblaciones son esenciales en los procesos bioquímicos del suelo que facilitan los nutrientes para las plantas y tienen un papel importante en la degradación de sustancias tóxicas y la captura de carbono.

Asimismo, se tienen evidencias de que los residuos de glifosato pueden contaminar el agua, al ser absorbidos por el suelo hacia los mantos acuíferos, o arrastrados por la lluvia hasta los cuerpos de agua.

Diversos científicos han descrito efectos del glifosato y su combinación con otras sustancias que potencian su función, en peces y batracios, como daños respiratorios, aumento del estrés oxidativo y atraso del crecimiento.

Aún más preocupante es su posible efecto como generador de cáncer.

Posible carcinogénico

En 2019, un equipo de la Universidad Emory, en Atlanta, revisó 13 estudios sobre las consecuencias carcinogénicas en modelos animales (ratones) expuestos al glifosato, identificando 37 casos que asocian la aparición de tumores cancerígenos con la exposición crónica a este compuesto.

Este hallazgo confirma investigaciones anteriores en células humanas y de otros animales, que han detectado que los daños del glifosato al ADN pueden desembocar en varios tipos de cáncer.

Evidencias similares llevaron, en 2015, a la Organización Mundial de la Salud a concluir que el glifosato es cancerígeno para los animales y “probablemente carcinogénico para los humanos”.


De acuerdo con la doctora Ramos Morales, así “se clasifican los compuestos para los que existe suficiente información de la carcinogenicidad en modelos animales, pero información limitada para humanos”.

Describe que, “entre los efectos negativos asociados a la exposición al glifosato en humanos destacan problemas de fertilidad entre trabajadores del campo, desarrollo de cierto tipo de procesos cancerosos (linfoma no Hodgkin) y su presencia a nivel de la placenta”.

Además de sus posibles efectos directos, el glifosato tiene también consecuencias indirectas sobre la naturaleza.

“Es un herbicida no selectivo, que podría afectar a casi todas las plantas con las que entra en contacto, incluyendo especies importantes para los ecosistemas”, explica Ayala.

Por ejemplo, desde 2013, investigaciones observaron que la reducción en la población de la mariposa Monarca, en su paso por el Medio Oeste estadounidense, probablemente se debía a la eliminación con glifosato de un tipo de hierba conocida como algodoncillo (asclepia), donde colocan sus huevecillos y que sirve de alimento a sus orugas.

La asclepias y otras hierbas silvestres también son fuente importante de néctar para las abejas, por lo que su erradicación podría ser una de las causas de mortalidad de abejas en el mundo.

En la actualidad, el uso de glifosato está prohibido en varios territorios de Estados Unidos, Canadá, Argentina, Colombia, Escocia, España y Nueva Zelanda; en Austria se prohibió de manera absoluta, como lo será en Alemania a partir de 2023.

¿Y en México?

En fecha reciente, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales de México anunció un esquema para eliminar progresivamente el glifosato y buscar un reemplazo para 2024.

La propia Secretaría comenzó por cancelar la importación de 67 mil toneladas del compuesto en 2019, en conformidad con el principio de precaución, luego de que un par de investigaciones mexicanas detectaron huellas de glifosato tanto en tortillas como en la orina de niños de Autlán, una región eminentemente agrícola.

Las prohibiciones han provocado la respuesta de los promotores del glifosato, quienes argumentan que dejar de emplearlo bajaría la productividad agrícola, generando la necesidad de importar más alimentos, e incluso perspectivas de escasez y hambre.

Pero, el problema del hambre se relaciona más con la mala distribución de los alimentos. “A nivel mundial, se desperdicia la tercera parte de todos los alimentos que se producen, como resultado de las políticas económicas y cadenas de producción”, concluye Dalia Ayala.



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