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La investigación interdisciplinaria, fundamental para la arqueología moderna

Murales del barrio teotihuacano. Fotos: Linda Manzanilla. Diseño: Bárbara Castrejón Gómez.

18-09-2012

Por Naix’ieli Castillo García, DGDC-UNAM


El arqueólogo del siglo XXI, utiliza los conocimientos de las ciencias exactas y la tecnología en su trabajo cotidiano. Le sirven para analizar las diversas manifestaciones de las trazas materiales del pasado como instrumentos, objetos tallados, desechos, materias primas, construcciones, compuestos químicos, restos óseos, isótopos y ADN, entre otros restos materiales.

A partir de los datos obtenidos sitúa a cada sociedad pasada en sus contextos geomorfológicos y ambientales, describe sus medios de subsistencia, sus formas de vida cotidiana, la organización familiar y comunal, así como sus tipos de gobierno y sus relaciones de intercambio con otras sociedades. También registra cómo se ha transformado una sociedad a través del tiempo.

Un ejemplo de los resultados de este trabajo interdisciplinario son los conocimientos que ahora se tienen sobre el barrio de Teopancazco, en Teotihuacan. Linda Manzanilla, integrante del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional, se especializa en el estudio del surgimiento y transformación de sociedades urbanas tempranas en Mesoamérica, Mesopotamia, Egipto y la región andina.

Desde hace décadas, la investigadora, quien fue distinguida con el doctorado Honoris Causa de la UNAM en 2010, y sus colaboradores han excavado y estudiado distintos lugares de Teotihuacan y otras ciudades, tratando de entender cómo era la vida cotidiana en estos primeros asentamientos urbanos. Teopancazco es parte de sus objetivos arqueológicos.

Ciencias exactas al trabajo del arqueólogo

Los arqueólogos no estudian objetos aislados, sino que analizan asociaciones funcionales denominadas “áreas de actividad”; por ejemplo, se sabe que hubo una cocina o un área de cocción de alimentos no solamente por la presencia de un fogón, sino también por la presencia de cenizas, las anomalías de pH que se presentan por la presencia de estas cenizas y fragmentos de ollas que tienen señales de exposición al calor, además de una banda semicircular de residuos orgánicos que atestigua el consumo de alimentos.

En su trabajo, el arqueólogo funge como un puente entre las ciencias sociales y las ciencias exactas, ya que estudia las sociedades humanas haciendo un análisis de las trazas materiales de actividades repetidas que éstas dejan, con las técnicas de las ciencias exactas y naturales.

La biología, por ejemplo, permite la identificación de plantas y animales que yacen alrededor de los asentamientos humanos y que podrían ser recursos para la subsistencia o el trabajo artesanal; otros organismos son marcadores de paleoambiente.

Por otro lado, la física y la geofísica ofrecen información cronológica de los hechos del pasado, y las anomalías magnéticas eléctricas y electromagnéticas revelan la ubicación de estructuras sepultadas.

Estas ciencias exactas también proporcionan información sobre la caracterización de los materiales arqueológicos y la ubicación de las fuentes probables de su procedencia. Los estudios isotópicos en restos óseos ya sean de humanos o de animales, revelan las altitudes y la geología de origen de estos organismos y ayudan a entender el fenómeno de la migración.

La química ayuda a los arqueólogos a revelar los tipos de actividades que se llevaban a cabo en los espacios arquitectónicos, al observar las concentraciones de residuos en los pisos. Se pueden distinguir zonas de cocción de alimentos, zonas en las que se consumían y zonas en que se almacenaban, así como los sitios en donde se llevaba a cabo el trabajo artesanal y el ritual.

El análisis químico de los residuos en el fondo de las vasijas cerámicas, permite conocer el contenido original de las mismas y, por ello, el uso que se le daba a esos objetos. La genética también tiene mucho que aportar a la arqueología, al contribuir a aclarar el movimiento y la migración de poblaciones, además de la descendencia y el mestizaje.

El arqueólogo, mediante una articulación y comparación cuidadosa, integra  toda la información procedente de múltiples disciplinas y le da sentido. Linda Manzanilla fue una de las primeras arqueólogas en usar las herramientas de las ciencias exactas en su trabajo arqueológico. Uno de los sitios que se han estudiado de esta manera integral es el barrio teotihuacano de Teopancazco.

Teotihuacán, excepción en Mesoamérica

Teotihuacan fue una de las más grandes metrópolis a principios de nuestra era, en el norte de la cuenca de México. Además de otros aspectos, por las dimensiones del asentamiento urbano planificado de 20 kilómetros  cuadrados, esta ciudad se considera una excepción en Mesoamérica.

Otro aspecto único de esta antigua ciudad es su multietnicidad, reflejada en la existencia de barrios foráneos en la periferia. Los investigadores han confirmado la existencia de un  barrio oaxaqueño, un conjunto michoacano y un barrio de comerciantes que venían de otras zonas del país. También es característica de Teotihuacan la presencia de mano de obra sumamente especializada, muchas veces foránea, que era controlada por élites intermedias en los centros de barrio.

Los arqueólogos que han estudiado Teotihuacan lo visualizan como un enorme asentamiento urbano rodeado de numerosas aldeas y villorrios, en donde se llevaba a cabo la producción de alimentos. La ciudad contaba con una organización corporativa que se hacía patente en la construcción de conjuntos multifamiliares donde vivían personas  que compartían oficios.

De acuerdo con la arqueóloga Linda Rosa Manzanilla Naim, la ciudad posiblemente estaba gobernada por cuatro señores, y especula que era la capital de un Estado tipo pulpo, donde la cabeza estaba representada por la gran ciudad y los tentáculos por los corredores de sitios teotihuacanos hacia los confines de los cuatro rumbos de Mesoamérica, de donde provenían materias primas y productos suntuarios.

El Barrio de Teopancazco

Linda Rosa Manzanilla explicó que, para dar orden a la población multiétnica de Teotihuacán, se establecieron en la periferia de la ciudad barrios foráneos y en el anillo interior de la ciudad barrios teotihuacanos con mano de obra multiétnica para tareas muy especializadas. Teopancazco era un barrio de este tipo.

Este asentamiento teotihuacano se ubicaba al sur de La Ciudadela y, a primera vista, parecía a los arqueólogos un conjunto residencial de clase media alta; sin embargo, descartaron esta idea porque observaron que había escasez de áreas de preparación de alimentos, con la excepción de una alineación de cocinas y almacenes en la periferia norte del conjunto.

Por otro lado, la presencia de contingentes multiétnicos masculinos y de una gran plaza ritual que ocupa el centro del conjunto, así como el hallazgo de rituales que no se encuentran en otros lugares de Teotihuacan, llamaron la atención de los especialistas, quienes se han planteado la posibilidad de que Teopancazco haya sido un centro de barrio periférico.

Los estudios revelaron que en Teopancazco había un sector de sastrería donde se elaboraban trajes y tocados para sacerdotes y militares. Ahí, artesanos de la vestimenta trabajaban con mantas de algodón, cuero y pieles, a las cuales cosían botones, placas y pendientes de concha, hueso, placas dérmicas de reptiles y engarzaban las porciones faciales de mamíferos en los tocados.

Si bien los resultados de la excavación extensiva mostraron que no era un barrio foráneo, como el barrio de los comerciantes o el barrio oaxaqueño, ahí se encontraron muchos elementos procedentes de la Costa del Golfo,  particularmente peces. Estos bienes estaban destinados a la elaboración de trajes y tocados para dar identidad a los sacerdotes y militares.

En dos sectores del conjunto se encontraron una gran diversidad de objetos de hueso, como agujas para bordar, coser y unir telas, así como punzones para hacer agujeros y retocadores; botones de concha y cerámica, y pintaderas para telas. También hallaron ahí restos de animales que proveyeron plumas, pieles, y placas para ser añadidas a las mantas de algodón, así como fragmentos de cerámica foránea.

La hipótesis de la doctora Manzanilla es que la casa noble que estaba a la cabeza del barrio de Teopancazco tenía a su servicio mano de obra masculina que provenía del corredor ubicado hacia la Costa del Golfo, y que elaboraba estos trajes. La evidencia de este hecho son los entierros que los arqueólogos encontraron en el sector de la sastrería, ya que se trata de individuos de sexo masculino, migrantes y que tenían agujas como ajuar funerario.

Los muertos del barrio

Cuando una persona come o bebe, estos alimentos ingeridos llevan una traza isotópica, que permanece en los huesos o en los dientes incluso después de la muerte. Los huesos de estos entierros contienen elementos químicos que al estudiarse mediante técnicas llamadas análisis isotópicos, revelan a los científicos información sobre el origen geográfico, aspectos de migración o, incluso, la dieta de los individuos.

En las excavaciones de Teopancazco se han localizado alrededor de 116 entierros. Los estudios de los restos óseos encontrados revelaron a los arqueólogos el origen de algunos habitantes del barrio. Ocho de los entierros encontrados corresponden a adultos y niños dispuestos en fosas bajo los pisos en posición sentados; otros trece, corresponden a entierros de niños neonatos colocados en vasijas, dispuestos a su vez en fosas bajo los pisos.  Otros niños de segunda infancia se encontraron colocados en altares. Los estudios sobre estos restos indican que eran originarios de Teotihuacan.

Hay otros casos rituales, como el entierro 102. Se trata del cráneo de una mujer que se encuentra rodeado por sus huesos largos, formando una especie de caja, dispuesto en la porción noreste de la plaza ritual del centro de barrio. En este caso, los estudios indican que es una migrante de zonas más altas que Teotihuacan.

Los arqueólogos descubrieron evidencias de un ritual, fechado en el año 350 después de nuestra era, en el que se decapitó a 29 individuos masculinos cuyas cabezas se dispusieron dentro de cazuelas y fueron tapadas con otras vasijas. La mayoría eran individuos foráneos.

A través del estudio de los entierros de Teopancazco, los especialistas identificaron varios rangos de edad, pero principalmente dos: los infantes de alrededor de 40 semanas y los adultos jóvenes de 20 a 25 años. La presencia de juveniles fue un dato sorprendente porque no se ha encontrado este grupo de edad representado en otras excavaciones en Teotihuacan.

De los individuos enterrados, la mayoría son hombres, lo que refuerza la idea de que Teopancazco no era un conjunto habitacional, como se pensaba, sino un centro de barrio. Por otro lado, la tercera parte de los entierros corresponde a decapitados, cuya gran mayoría eran hombres y adultos jóvenes.

Linda Rosa Manzanilla consideró que los 29 decapitados fueron parte de un ritual de terminación de una etapa constructiva denominada Tlamimilolpa, y cuya cronología va de 200 a 350 de nuestra era, para dar lugar a otra. Este tipo de rituales no se ha encontrado en otros lugares de Teotihuacan, pero sí en el sitio arqueológico de Cerro de las Mesas en el Estado de Veracruz. De ahí los investigadores infieren que había una relación entre el barrio de Teopancazco y los asentamientos de lo que hoy es Veracruz, así como con el corredor de sitios que pasaba por Tlaxcala y Puebla  hacia Nautla.

Paleodieta

En colaboración con el Instituto de Física de la UNAM, Gabriela Mejía, una tesista de la doctora Manzanilla, estudió los huesos de 18 sujetos enterrados en Teopancazco para conocer su dieta.

Los resultados indicaron que había tres tipos de sujetos. Unos que tenían una dieta predominantemente marina, otros cuya alimentación era terrestre desértica y algunos individuos que seguían un menú terrestre no desértica. 

Estos registros se compararon con los resultados de otro barrio más señorial de Teotihuacán llamado La Ventilla; ahí se encontraron individuos que tenían una dieta solamente representada por dos tipos. Los encontrados en el llamado Patio de los Glifos que comían más carne y los del conjunto de Los Lapidarios que tenían una dieta en la que preponderaban más los vegetales.

Sólo en el barrio de Teopancazco se encontraron individuos que tenían una dieta mayoritariamente marina. De acuerdo con la investigadora, este hecho se correlaciona con la presencia de más de una decena de tipos de peces procedentes de las lagunas costeras de Veracruz.

El agua que tomaban

En colaboración con el Laboratorio de Isótopos Estables del Instituto de Geología de la UNAM, bajo la dirección del maestro Pedro Morales, se realizaron estudios isotópicos en 38 entierros de Teopancazco, en muestras de carbonatos del esmalte de los dientes. Los estudios revelaron el origen geográfico del agua que consumieron los individuos analizados y la altitud de donde procedían.

Además el equipo del Instituto de Geología analizó el colágeno proveniente de los huesos o la dentina, con el fin de dilucidar los diferentes tipos de comida que consumían y determinar en qué lugar de la cadena alimentaria se encuentra cada uno de estos individuos.

Gracias a este tipo de análisis, se sabe que los individuos provenían de diferentes altitudes a lo largo del corredor hacia la Costa del Golfo, de sitios teotihuacanos ubicados en Tlaxcala, Puebla, Hidalgo y Veracruz.

Asimismo, mediante el uso de técnicas de análisis de isótopos de estroncio 87/86, en colaboración con el Laboratorio Universitario de Geoquímica Isotópica del Instituto de Geofísica y el Instituto de Geología de la UNAM, bajo el liderazgo del doctor Peter Schaaf, se analizaron 27 entierros del barrio teotihuacano.

Los resultados revelaron que hay cuatro grupos: uno de los cuales está formado por individuos originarios de Teotihuacan, entre ellos cuatro niños. Otro grupo de 10 individuos eran migrantes cercanos, probablemente de la zona del Valle de Tula en Hidalgo y la Sierra de Pachuca. Un grupo más era de migrantes lejanos que podrían ser originarios de Chiapas y finalmente un conjunto de migrantes inversos es decir, teotihuacanos que estuvieron mucho tiempo fuera de la ciudad, regresaron y murieron en Teopancazco.

Entesopatías y otras patologías

Otro estudio consiste en el análisis de entesopatías que son rugosidades en la zona de inserción de tendones y músculos con los huesos. Las entesopatías se manifiestan como asimetrías en el uso de ciertas articulaciones, según las actividades que realizaban esos individuos en vida. El antropólogo físico Luis Adrián Alvarado, tesista de la doctora Manzanilla, ha estudiado las entesopatías en algunos entierros de Teopancazco.

Algunas de las entesopatías encontradas en restos de la mandíbula se relacionan con el suavizar fibras con los dientes. También se reportaron casos de exostosis auditiva, probablemente debida al buceo. Este hecho es interesante por la gran cantidad de moluscos marinos provenientes del Caribe, el Golfo de México y el Pacífico hallados en Teopancazco, el lugar con mayor diversidad de organismos marinos, conchas y caracoles de toda la ciudad de Teotihuacan.

La investigadora indicó que gracias a la asesoría del doctor Ruy Pérez Tamayo, profesor emérito de la Facultad de Medicina de la UNAM y miembro de El Colegio Nacional, se detectó el caso de un niño con posible hidrocefalia y un individuo quizá con osteomielitis, además de otro caso de parálisis facial detectado por la odontóloga Citlali Funes, ubicados en un subsector del conjunto de Teopancazco. Este hecho ha llevado a pensar a la doctora Linda Manzanilla en  la presencia de un área clínica y de parto para todo este centro de barrio.

Comparación con otros centros de barrio

Al comparar la tabla de edades de Teopancazco con otros centros de barrio más señoriales como La Ventilla o como Tlajinga 33, Linda Manzanilla observó que en Teopancazco, aunque predominan adultos y niños neonatos, sí existe una proporción de individuos juveniles, multiétnicos, masculinos, a diferencia de otros sitios de Teotihuacan, en donde no están representados.

En el futuro, buscarán esclarecer qué papel tuvieron estos jóvenes en las actividades de este centro de barrio, en particular con el sector de la sastrería. Otro lugar donde se han encontrado juveniles es en un conjunto multifamiliar teotihuacano, llamado Oztoyahualco 15B:N6W3, que la doctora Manzanilla excavó en los años 80. La diferencia entre Teopancazco y  este último es que en el primero dominan los individuos masculinos, mientras que en el conjunto residencial hay una proporción equilibrada de hombres y mujeres.

Al hacer un análisis estadístico de los datos de Teopancazco tomando en cuenta los resultados de los análisis isotópicos, la arqueóloga de la UNAM observó que se forman tres grupos poblacionales que ocupan cada uno sectores diferentes del conjunto excavado. Pero la multietnicidad se representa principalmente en el sector noreste de Teopancazco.

Al graficar la procedencia de los individuos según las altitudes de origen, de los datos proporcionados por los isótopos estables se detectó la presencia de gente de todo el corredor de sitios hacia la costa del Golfo en el sector noreste.

Próximamente, se tendrán los resultados de los análisis de ADN de restos óseos de Teopancazco, estudio llevado a cabo en colaboración con el doctor Rafael Montiel, del Laboratorio Langebio del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del IPN en Irapuato.     

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