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Especies sombrilla ¿pilares de la conservación?

Científicos ponen a prueba modelos para proteger los ecosistemas

31-10-2019

Por Guillermo Cárdenas Guzmán, Ciencia UNAM-DGDC

En todo el mundo, los científicos expertos en conservación estudian cómo proteger a las especies y sus hábitats ante las diversas amenazas que enfrentan debido a los riesgos asociados directa e indirectamente con las actividades humanas, como el cambio climático y la deforestación, entre otros.

Para lograr esta meta, los investigadores han aplicado distintos modelos y estrategias de conservación. Por ejemplo, durante las últimas décadas del siglo pasado utilizaron el concepto de especies sombrilla, acuñado por el biólogo Bruce Wilcox de la Universidad Stanford en un artículo publicado en 1984.

De acuerdo con esta definición, las especies sombrilla son aquellas que resultan significativas porque sus requerimientos (de espacio, alimento, posición en la cadena trófica, etcétera) son lo suficientemente demandantes, y la extensión de territorio que ocupan es lo suficientemente amplia como para incluir los territorios de otras especies de la comunidad a la que se busca proteger.

Según ese razonamiento, al proteger áreas donde habitan esas especies sombrilla (muchas de ellas emblemáticas, como los grandes mamíferos) también se preservaría a muchas otras más pequeñas que comparten el mismo ecosistema, plantas y animales. Aquellas funcionarían, al menos en teoría, justamente como la sombra protectora de un árbol frondoso.

"El concepto surge bajo la premisa de que se requería definir áreas de conservación de manera rápida y con poca información, por lo que la idea de especies sombrilla parecía adecuada en términos ecológicos”, comenta la investigadora Ella Vázquez Domínguez, del Departamento de Ecología de la Biodiversidad del Instituto de Ecología de la UNAM.

El concepto, que entonces era muy atractivo, tenía una base lógica, pues —se suponía— si una especie sombrilla cubría todos sus requerimientos de alimentación, reproducción y sobrevivencia, esto también ocurriría con todas las demás que cohabitan ese mismo ecosistema, precisa la especialista del Laboratorio de Genética y Ecología del IE.

Entre las especies sombrilla se consideraban vertebrados grandes, por lo regular mamíferos como el jaguar o el berrendo en México, así como bisontes de Norteamérica, rinocerontes y elefantes del continente africano. Ello básicamente porque el área que ocupan se extendía a lo largo de vastas zonas, según explica la académica.

Sin embargo, al paso del tiempo el concepto resultó ser problemático, porque hacía referencia a áreas geográficas delimitadas, sin tomar en consideración que las complejas y delicadas interacciones entre las especies comúnmente rebasan esos límites definidos para enfocar los esfuerzos de conservación.


 Ella Vázquez agrega que además de que los estudios de casos de éxito son pocos en la literatura científica, después de algunas evaluaciones en campo los mismos especialistas se dieron cuenta de las limitaciones del concepto.

Por ejemplo, en una evaluación realizada en África, dice la experta, donde se había definido un área de conservación con base en poblaciones del rinoceronte negro como especie sombrilla, se encontró que existía mayor abundancia y diversidad de otras especies, que en teoría deberían de estar protegidas, fuera del área de conservación.

Visto en retrospectiva, para Ella Vázquez el problema resulta evidente: no es posible definir estrategias de conservación para las especies con base sólo en áreas geográficas, sino que deben tomarse en cuenta otros aspectos específicos ecológicos, como interacciones (por ejemplo, competencia y depredación) entre especies, que no necesariamente están cubiertas dentro del área delimitada.

Repensar el concepto

Como lo demostró el trabajo de investigación de un grupo de científicos de la Universidad de Wyoming —publicado en 2018, en el cual se analizaron los hábitos de crianza de diversos tipos de aves— no todas las especies que comparten un hábitat tienen las mismas necesidades específicas.

El ortnitólogo Jason Carlisle, líder del grupo y sus colegas, recopilaron información sobre la abundancia de poblaciones y el éxito en la crianza de polluelos de tres especies de aves canoras, antes y después de realizar una poda de los arbustos donde suelen habitar; esto en una localidad al centro del estado de Wyoming, en EU.

Tras comparar con otros sitios donde no se hicieron podas, los científicos encontraron que dos de las especies examinadas (gorrión de cervecero y cuitlacoche de las artemisas)  dejaron de anidar en las ramas desnudas. Este procedimiento, utilizado para proteger a otra especie de pájaro llamada urogallo, mermó en 50% las poblaciones del gorrión mencionado.

"El concepto de especies sombrilla es un atajo cautivador; sin embargo, cuando se manipulan las condiciones de los hábitats para cubrir las necesidades de aquellas, se corre el riesgo de dañar a otras especies que se asientan en esas áreas”, expresó Carlisle.

Ella Vázquez coincide con esta apreciación sobre los límites del concepto. Por ejemplo, afirma la especialista en genética molecular de vertebrados, un rinoceronte puede ocupar una superficie muy extensa, pero para cubrir sus necesidades alimenticias puede dispersarse fuera del área definida como de conservación bajo la idea de especies sombrilla.

Por eso, añade la investigadora, más que establecer las prioridades de conservación con base en un área, los especialistas empezaron a pensar en otros aspectos realmente ecológicos: con qué otras especies interactúan las catalogadas como sombrilla, si son competidoras, presas o depredadoras, así como aspectos de conducta y reproducción.

Este cambio de enfoque dio paso a otros conceptos que fueron adoptados principalmente durante la década de 2000 a 2010, con la misma meta de definir áreas de protección de flora y fauna.

Uno de ellos fue el de multiespecies sombrilla, que implica tener en cuenta las interacciones de una especie con otras calificadas como tales. También se valoraron otros aspectos como su rareza y la susceptibilidad a los impactos (contaminación, deforestación, entre otros).

No obstante, cuando los científicos evaluaron si con estos nuevos conceptos se cumplían todos los requerimientos para la conservación, por ejemplo comparando la cantidad de especies sombrilla dentro de una zona protegida con las que hay en otras zonas aleatorias sin definición, no siempre se encontraron diferencias significativas.

La consecuencia de todo ello fue que, pese a la urgencia que siempre conllevan las tareas de conservación, pues las especies en riesgo no pueden esperar los análisis detallados, siempre existen mejores formas de lograr esa meta.

Una de las respuestas es que este campo de estudio se volvió multidisciplinario. “Ahora no podemos considerar solo la ecología de una especie o grupo de especies, sino incorporar sus interacciones y sobre todo los impactos a los que están sometidas: caza furtiva, contaminación, deforestación o urbanización”, concluye la ecóloga de la UNAM.

  • Aunque el concepto de especies sombrilla ha dejado de usarse, sirvió para definir flora, fauna y espacios que requieren conservación urgente. Algunos ejemplos de ellas en el país son: el berrendo, el águila real, el oso negro, el jaguar y el perrito de las praderas.


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