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Los antiguos códices mayas, un tesoro astronómico y religioso

Libros antiguos que son parte de nuestra historia

15-10-2018

Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM, DGDC

Los códices mayas son los libros que elaboraban las antiguas élites de dicha civlización que sabían leer y escribir. Estaban asociados con la religión, el sacerdocio y el culto politeísta, y contienen escenas figurativas, pinturas generalmente de sus dioses y textos jeroglíficos.

Los códices se elaboraban en la época prehispánica, aunque también se siguieron haciendo durante los primeros siglos de la época colonial. Sin embargo, los mayas dejaron de realizarlos y de cultivar su escritura jeroglífica, porque estaba asociada con el politeísmo y la religión católica estaba en contra de esto.

“El Provisorato de Indios de Yucatán perseguía estas prácticas, decomisaba esos códices, los destruía, castigaba a los que los hacían, los leían, hasta que llegaron a cumplir su meta, que era extirpar la escritura jeroglífica maya y la elaboración de códices”, explicó el doctor Erik Velásquez García, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM.

En la actualidad, existen cuatro ejemplares de esos libros de la civilización maya: el Códice de Dresde, el Códice de Madrid, el Códice de París y el Códice Maya de México. Un posible y dudoso quinto manuscrito, el llamado Códice Praga, constituye todavía un enigma sin aclarar, pues parece tratarse de un libro maya antiguo, pero ampliamente modificado con pinturas modernas.

Estos libros básicamente tienen dos tipos de capítulos. Unos son los almanaques de 260 días, cuya función era la predicción del futuro (un futuro que ya era antiguo, pues no era sino la repetición del mito), es decir, eran adivinatorios; mientras que los otros son las llamadas tablas astronómicas. Dentro de éstas, la más conocida y estudiada es la tabla del planeta Venus, que utilizaban entre otras cosas para pronosticar eclipses, y en donde se pueden encontrar conocimientos relacionados con el calendario y la astronomía.

“Estos códices eran muy avanzados para su época, pero estaban al servicio de la adivinación y la religión; no se pueden entender estas tablas astronómicas sin las creencias religiosas”, destacó el investigador.


Descripción de los códices

Los cuatro códices que se conocen en la actualidad son del periodo Posclásico, es decir, todos son posteriores al año 1000 de nuestra Era.

El Códice de Dresde se encuentra en la biblioteca de la Universidad de Dresde, en Alemania; el Códice de Madrid está en el Museo de América de Madrid; el Códice de París está en la Biblioteca Nacional de Francia, y el Códice Maya de México está en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México.

  • El Códice de Dresde siempre ha sido conocido así, pero el de Madrid antes se llamaba Códice Tro-cortesiano; el Códice de París se llamaba Códice Pereciano, y el Maya de México se llamaba hasta hace poco Códice Grolier.

La mayor parte del Códice de Dresde son tablas adivinatorias del calendario de 260 días, las cuales servían para adivinar el destino; los temas eran la agricultura, la cacería, la diosa de la luna, las lluvias y la sequía. Otra parte son las tablas astronómicas de eclipses y de Venus. Además, está integrado por otras secciones que hablan sobre los mitos de creación del calendario y tablas relacionadas con los fenómenos meteorológicos y el llamado “año computado” de 364 días (4 veces 91 días). “Es un códice muy complejo”, destacó el doctor Velásquez García.

El Códice de Madrid es el más largo de todos, pues tiene 112 páginas. Al parecer es un códice de uso más popular; los temas son agricultura, cacería, siembra, la crianza de las abejas y la extracción de la miel. Todos los anteriores con temas de adivinación, o sea, marcados en almanaques de 260 días para que los agricultores, meliponicultores y cazadores supieran cuándo era un buen o mal día para hacer sus actividades.

El Códice de París es el más corto de los que están en Europa (exceptuando el dudoso Códice Praga) y el más dañado, pues todo su contorno está estropeado y sólo es posible ver su parte central. Es el más difícil de entender porque sus textos escritos contienen muchos jeroglifos no descifrados. Las primeras trece páginas de este códice son los augurios de los k’atuunes, que son los periodos de 20 años de 360 días cada uno, en los cuales dividían el calendario. Es decir, se encontraban pronósticos sobre si las cosas irían bien o mal durante cada dos décadas.

De acuerdo con el doctor Velásquez García, otros capítulos de este códice son polémicos y aún no se entienden en su totalidad. Uno de ellos, al parecer, incluye una tabla de las constelaciones que estaban alrededor de la banda del zodiaco, y se muestra al Sol en su camino por el cielo. Es un tema que sólo aborda este códice.

El tema del Códice Maya de México es un registro de la revolución sinódica del planeta Venus, con sus cuatro fases de estrella matutina, estrella vespertina, las fases de conjunción superior y de conjunción inferior, y los pronósticos de estas apariciones y desapariciones de Venus que los mayas asociaban con muerte, enfermedad, guerra y hambre. Según los especialistas, es el más antiguo de los cuatro, pues data del Posclásico Temprano (1000-1200), mientras que el Dresde, Madrid y París son posteriores a 1350 d.C.

Otros códices más antiguos

Además de estos cuatro códices que sí pueden ser vistos y consultados en la actualidad, se sabe de la existencia de otros que nunca se han podido abrir. Por ejemplo, los arqueólogos han encontrado códices mayas en tumbas, al parecer, de gobernantes del siglo V o del siglo VI de nuestra era; algunos se han encontrado del lado guatemalteco, otros del lado mexicano.

No se pueden abrir porque se desmoronarían debido a que el material orgánico de sus hojas de amate se descompuso hace siglos, a causa del clima húmedo y tropical de las tierras bajas mayas, y tan sólo quedan los finos recubrimientos de estuco o carbonato de calcio que revestían aquellas hojas.

  • Estos libros, que se doblan como los biombos, eran tiras de varios metros de largo y luego se les ponían tapas, al parecer de madera, forradas de piel de felino e inclusive se sabe que tenían broches.

“Al depositarse en las tumbas de los gobernantes, de sus sacerdotes, no duraban mucho: el papel de amate se descomponía, también las tapas que eran de madera y estaban forradas de piel. Lo único que han encontrado los arqueólogos son las huellas de estos códices, unas especies de ladrillos o tabiques de estuco, que es lo que recubría las hojas. No se pueden abrir y si se intentan abrir se desmoronan, se hacen polvo”, destacó.

También se tiene referencia de la existencia de otros códices de los siglos V al VIII, porque han sido representados o pintados principalmente en las vasijas policromadas, en donde se observan escenas de estos libros y también en algunas figurillas de Jaina, ilustradas con personajes que tienen libros.


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