12-10-2018
Por María Luisa Santillán, Ciencia UNAM, DGDC
Una de las migraciones que más se han estudiado en nuestro país, es la de los mexicanos que buscan llegar a Estados Unidos. Sin embargo, a finales del siglo pasado, los estudios de migración rural-urbana arrojan que dentro de esta categoría, una de las más importantes es la de los indígenas que migran a la Ciudad de México.
Uno de los casos típicos que se estudiaron fue el de las llamadas “Marías”, mujeres indígenas mazahuas del Estado de México quienes llegaban a laborar a la capital del país, en la mayoría de los casos, como trabajadoras domésticas.
En las décadas de los 70 y 80 se documenta la presencia de distintos grupos indígenas que desde hace años viven en Ciudad de México, entre ellos destacan mixtecos, zapotecos, triquis, ñañús, mazahuas y nahuas. Habitan en la llamada zona metropolitana, ubicada en los límites entre el Estado de México y el entonces Distrito Federal, sobre todo en Nezahualcóyotl, Los Reyes y Chalco.
De esta manera, con la llegada de distintos grupos indígenas a la Ciudad de México, ésta se convierte en una ciudad multicultural con diversos rostros. Además de que poco a poco puede observárseles no sólo como migrantes y trabajadores, sino que también se nota su presencia, ya que se convierten en protagonistas de sus propios procesos políticos, señaló el doctor Sergio Sarmiento Silva, del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.
En la actualidad viven en la capital del país más de 700 mil indígenas y de éstos, de acuerdo con datos del Inegi, poco más de 122 mil personas de cinco años o más hablan alguna lengua originaria. La mayoría de ellos son de los estados de México, Puebla, Hidalgo, Guerrero y Oaxaca.
Este fenómeno migratorio de indígenas a la Ciudad de México ha ido cambiando con el paso de los años. La mayoría de las veces, la pobreza sigue siendo el factor principal que los impulsa a migrar y cuando llegan a la capital del país y no conocen a nadie con quien convivir, se les dificulta mucho su estancia, pues tienen que lidiar con la policía, la discriminación, etcétera.
“A veces es común ver a gente con su corneta y su tambor recorriendo las colonias de la Ciudad de México pidiendo limosna. O gente que nada más tiene la educación básica y son acomodadores, lavacoches o albañiles, algunos vienen a trabajar aquí y se quedan”, comentó el doctor Sarmiento Silva.
Sin embargo, el universitario destacó que también existe un sector de estos indígenas que migraron a Ciudad de México y hoy son residentes de ella, acudieron en búsqueda de trabajo y con el paso del tiempo se establecieron en la ciudad. Además de que algunos incluso no sólo migran por pobreza, sino porque vienen a estudiar.
Por lo tanto, en la actualidad existe un cambio en la figura del migrante, porque muchos de estos grupos indígenas se han establecido en Ciudad de México. Algunos se quedan varios años y terminando el propósito por el que migraron, regresan a sus lugares de origen; pero otros más se establecen definitivamente en la capital del país.
- También existe la migración golondrina que es la de los jornaleros, es decir, indígenas que trabajan por temporadas en distintos lugares y después de algunos meses regresan a su lugar de origen.
El doctor Sarmiento Silva explicó que se ha visto que entre los grupos indígenas que habitan la Ciudad de México hay una revalorización de su cultura y su desarrollo. Por ejemplo, desde hace algunos años es común observar la celebración de la Guelaguetza en la ciudad.
“Tratan en lo posible de construir sus casas o sus lugares habitacionales con algunos elementos de su cultura, empiezan a cambiar muchas cosas porque la migración no se observa solo como una migración de paso, sino que hay muchos indígenas que se han quedado a trabajar o a estudiar, hay algunas escuelas bilingües, interculturales e intercambios culturales entre los propios pueblos indígenas que habitan en la ciudad”, comentó el investigador.
Además ocurre que cuando los hijos de estos indígenas entran a la escuela, no encuentran retroalimentación en su lengua materna y empiezan a perderla, pero con el tiempo estos jóvenes crecen, encuentran en su identidad una revalorización de su ser y comienzan a solicitar la educación bilingüe e intercultural.
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