06-04-2015
Por María Luisa Santillán, DGDC-UNAM
Este caso es real: una persona vive con mucha gente en un pequeño departamento. Todas las mañanas debe recorrer largas distancias para llegar a su trabajo. El transporte en el que viaja es deficiente y siempre va rodeado de varias personas que por estar tan cerca, casi no le permiten respirar. Cuando llega a su trabajo, no se siente a gusto; la decoración del lugar no es de su agrado e incluso le produce ansiedad.
Sin embargo, lo que a esta persona tanto le aflige, otra quizá no le cause mayor problema. Es decir, que no le importe viajar en un trasporte deficiente y con mucha gente, así como la convivencia en espacios pequeños.
¿Qué hace que un ser humano pueda sentirse a gusto con la decoración de un lugar, el tamaño de los espacios, e inclusive, la cantidad de gente con la que convive? La psicología ambiental se encarga de averiguarlo, pues estudia la relación entre las características físicas y sociales de un lugar y el comportamiento humano.
Algunas de estas características son el tamaño del lugar, los colores y el nivel de ventilación o iluminación que tiene, entre otros. Estos aspectos pueden hacer que una persona se sienta cómoda o incómoda en determinado sitio o que realice con agrado o desagrado la tarea que le corresponde. Es decir, hay una interacción constante entre los sitios en donde vivimos, trabajamos o nos divertimos y lo que hacemos.
Los orígenes de la psicología ambiental tuvieron como base estudios hechos en hospitales psiquiátricos. Además se analizaron lo que se conoce como ambientes totales, es decir, lugares donde la gente pasa 24 horas del día como cárceles, cuárteles, orfanatorios o asilos. En estos sitios las condiciones ambientales se vuelven más importantes de analizar porque la gente no tiene la oportunidad de ir a donde quiera, sino que debe permanecer ahí.
El maestro Javier Urbina Soria, de la Facultad de Psicología de la UNAM, mencionó que aunque existen varios modelos para explicar la psicología ambiental, uno de los más destacados consiste en asumir que tenemos dos formas de relacionarnos con el exterior, una cognoscitiva y otra conductual. La primera es cómo adquirimos y procesamos información sobre el ambiente que nos rodea y la segunda es cómo nos comportamos en éste.
Así existen cuatro categorías en las que los seres humanos operamos en cualquier lugar: cómo interpretamos el ambiente, cómo lo evaluamos, cómo operamos en él y cómo respondemos a él.
Los diferentes tipos de personalidad tienen distinta sensibilidad hacia ciertos elementos del exterior. Hay gente que gusta de los ambientes naturales y sólo sienten que están en verdadero contacto con la naturaleza cuando se encuentran inmersos en el bosque, en la selva o el desierto, y no hay nadie más a su alrededor.
Sin embargo, otras personas van a comer a un camellón de la ciudad y si hay árboles se sienten inmersos en la naturaleza. Para algunos es disfrutable el ruido que se produce en un mercado, pero otras no soportan este tipo de ajetreo.
El hecho de que quien interpreta el ambiente de forma distinta, está determinado por la personalidad de cada ser humano y la idea que nos formamos de dicho ambiente a partir del espacio, como los sitios por donde caminamos todos los días, la colonia en donde vivimos o los lugares en donde confluimos con otras personas como el Metro, una iglesia o la oficina.
En cambio, el modo evaluativo considera la opinión de la gente acerca de los lugares donde vive, trabaja o se divierte, es decir, qué idea positiva, negativa o neutral tienen del lugar. De acuerdo con el maestro Urbina Soria, este modo permite evaluar desde pequeños espacios hasta grandes escenarios. Por ejemplo, en una casa se puede crear una opinión sólo de la cocina o el baño, o del inmueble completo. Lo mismo puede ocurrir con una escuela o una oficina.
El modo operativo de la psicología ambiental incluye dos aspectos fundamentales, uno es el análisis de la conducta ecológicamente relevante, es decir, si la gente se porta bien o mal con el medio ambiente o por qué se comporta de esa manera. Asimismo, contempla cuáles serían las condiciones para que modificara sus hábitos de vida tales como desperdiciar agua, separar la basura o no usar tanto el automóvil.
Este tipo de modo incluye la conducta espacial humana, en donde se analiza el espacio personal de cada uno y a quién permitimos que cruce dicho espacio; también se incluye la privacidad y la territorialidad, la cual está relacionada con el apego al lugar y el hacinamiento.
Urbina Soria concluyó que la manera en cómo respondemos al ambiente físico está determinada por tres factores: los estresores ambientales, el ambiente edificado y el natural.
Entre los estresores ambientales se encuentran la cantidad de gente con la que nos encontramos todos los días, el tiempo que tardamos en desplazarnos de un lugar a otro y la contaminación visual, entre otros. El ambiente edificado está relacionado con el tipo de construcciones apabullantes o antiestéticas que pueden lograr que una persona se sienta estresada o por el contrario, sitios con un tipo de arquitectura que brinde sensaciones agradables.
De esta manera, en la psicología ambiental participan de manera interdisciplinaria áreas como la arquitectura, el urbanismo, la biología, la sociología, la antropología y la comunicación, entre otras.
El maestro Urbina Soria precisó que aunque el término de psicología ambiental no es muy conocido por la población, esta disciplina que analiza las interacciones entre la gente y sus diferentes entornos es útil en el estudio de temas como las características de la vivienda en las ciudades, los efectos del ambiente físico en los pacientes y el personal médico, el ruido en las escuelas, las conductas proambientales, los estresores ambientales urbanos, así como la percepción y comunicación de riesgos ambientales como el cambio climático.
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