23-09-2013
Por Sofía Flores Fuentes, DGDC-UNAM
El bosque tropical húmedo es el sistema más biodiverso del planeta. Sin embargo, el cambio de uso de suelo hacia la agricultura y ganadería ha llevado a una tasa de deforestación de entre el 5 y 6% anual en el mundo. Una de las acciones para mitigar el efecto de la presencia humana sobre los ecosistemas es la creación de Áreas Naturales Protegidas (ANP).
Resulta importante estudiar la dinámica del bosque tropical húmedo y la presencia humana para determinar si las áreas protegidas cumplen su función de conservar el ecosistema.
En el sur de Chiapas, en la región Lacandona, se encuentran alrededor de siete ANPs, de las que destaca la Reserva de la Biosfera de Montes Azules por su tamaño y estado de conservación. Esta, junto con la Reserva de la Biosfera de Lacantún, el Petén guatemalteco y Calakmul, representa el macizo más grande de selvas tropicales en Centroamérica, de acuerdo con el Instituto Nacional de Ecología.
Dentro de la fauna de estos ecosistemas, se encuentran los mamíferos de talla mayor vinculados con la regeneración y mantenimiento del bosque, ya que cumplen una función importante como dispersores de semillas y depredadores de plántulas.
En la selva Lacandona se han registrado cerca de 105 especies de mamíferos que representan el 25% de la mastofauna mexicana, y es de los pocos lugares en el mundo que presenta poblaciones viables de especies como el tapir, jaguar y el pecarí de labios blancos.
Valeria Towns, bióloga por la UNAM, tiene seis años de experiencia realizando trabajos de conservación y manejo sustentable de recursos naturales en la selva Lacandona con la ONG Natura y Ecosistemas Mexicanos.
Como parte de su investigación de posgrado en el Instituto de Biología de la UNAM, determinó la importancia de los mamíferos en la conservación de la reserva Montes Azules, pues “la dinámica de los bosques tropicales se ve profundamente alterada cuando las especies de fauna de mamíferos de tallas grandes son cazadas”, mencionó.
Para hacer un diagnóstico, determinó la abundancia relativa, la riqueza y el efecto de la presencia humana sobre las dinámicas poblacionales de mamíferos de talla mayor.
Valeria trabaja en la porción sur de la reserva de Montes Azules, a un costado del municipio de Marqués de Comillas y el río Lacantún, en Chiapas. Dentro de la selva se trazaron tres áreas de aproximadamente 12 km cuadrados cada una, con 6 cámaras que fueron cambiadas cada 25 días, resultando en “casi el triple de otros esfuerzos de muestreo realizados en la región”, afirmó.
La bióloga, que desde hace 3 años monitorea mamíferos en la Reserva de la Biosfera de Montes Azules, observó que “la composición en general de las tres áreas de estudios es la típica de una selva del neotrópico y es un indicador del buen estado de conservación al interior de la reserva”. Se obtuvieron imágenes de “todas las especies de depredadores grandes y de presas de talla mayor dentro de la reserva”.
En general, no vio ninguna diferencia en la riqueza de especies entre las áreas B y C, cuya característica principal es ser selva mediana subcaducifolia. En el área A es más abundante la selva alta y la riqueza de especies es menor. Valeria Towns mencionó que “estas variaciones en la vegetación, probablemente pueden ser la causa de una diferencia en la composición de las comunidades de mamíferos”.
Un ejemplo es que en el área B es más abundante el tapir y el jaguar, mientras que el número de pecarí de collar y el venado temazate es menor. También el área con mayor ocupación del Puma concolor, es a su vez donde existe menos ocupación de jaguar. “Si estas especies no compiten directamente, existe cierto grado de exclusión entre ellos e incluso, suelen modificar algunas características de su dieta para prevenir la competencia”.
Además de variables ambientales y de temporalidad que afectan la distribución y abundancia de los mamíferos, la presencia humana es también otro factor que tiene un impacto importante sobre la estructura de las comunidades de mastofauna de dos tipos: por cacería o por la simple presencia humana.
“Está documentado que algunas presas suelen encontrar refugio en sitios cercanos a donde hay comunidades humanas, lo cual disminuye la depredación y por consecuencia, aumenta el tamaño de la población de las presas”, mencionó.
Towns tomó en cuenta el número de caminos en las áreas, la proximidad a los poblados y la distancia a la cabecera municipal. Observó que el área A tiene mayor densidad de caminos utilizados históricamente por investigadores y turistas; sin embargo, es la más alejada a la cabecera municipal. “El área B es la más cercana a la cabecera municipal y, a su vez, aquella con mayor presión de cacería”.
Concluyó que estos resultados son un punto de partida para diseñar mejores estrategias de monitoreo a largo plazo y para entender la manera en que actividades humanas, que no necesariamente estén relacionadas con la cacería, pueden tener un efecto sobre la composición de la comunidad de mamíferos. “Esto es importante en sitios donde se planea llevar a cabo actividades ecoturísticas y algunos tipos de explotación de la fauna”.
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