22-04-2013
Por Naix’ieli Castillo García, DGDC-UNAM
Un sitio con la altitud suficiente para que haya poca atmósfera, que además sea limpia, estable y con muchas noches despejadas al año, es ideal para hacer astronomía. En México, hay por lo menos dos sitios con las condiciones naturales antes mencionadas; uno en la Sierra de San Pedro Mártir, en Baja California, y otro en el volcán Sierra Negra, en el Parque Nacional Pico de Orizaba.
Si bien, ambos sitios cuentan con infraestructura científica, y en el caso de Sierra Negra esta es creciente con la construcción del Observatorio de Rayos Gamma (HAWC), aún no es suficiente, reconoció William Lee Alardin, director del Instituto de Astronomía de la UNAM.
La inversión acumulada en el Observatorio Nacional de San Pedro Mártir alcanza los 30 millones de dólares, y en el Consorcio Sierra Negra, los recursos invertidos llegan a los 100 millones de dólares; sin embargo, existen otros sitios en el mundo, igualmente aptos para la observación astronómica, como las Islas Hawaii, el norte de Chile y las Islas Canarias, donde los recursos invertidos, por la comunidad científica internacional, desde su fundación, llegan a los 6 mil millones de dólares en promedio.
Mientras que en el Observatorio de San Pedro Mártir operan tres telescopios y en Sierra Negra dos, contando el Observatorio de rayos gamma HAWC, que está en construcción, en los otros sitios funcionan decenas de telescopios con numerosos instrumentos acoplados.
Además, en los otros sitios mencionados hay 10 países o más que han invertido y hacen investigación, cuando en los observatorios mexicanos son pocos países y en algunos casos, solo unas cuantas instituciones, consideró el astrónomo, quien se especializa en el estudio de estrellas de neutrones y agujeros negros.
"Uno de los retos para la astronomía y la astrofísica mexicana y el gobierno mexicano en la próxima década es cambiar esta situación, incrementando la protección jurídica y la seguridad de las inversiones".
Los dos sitios mexicanos privilegiados para la observación del cosmos, se encuentran dentro de Áreas Naturales Protegidas, y, por tanto, son zonas que requieren de permisos para realizar trabajos de infraestructura. William Lee opinó que demostrar que los proyectos se pueden llevar a cabo con orden y de acuerdo a las normas, es un ingrediente importante para crear confianza y arrancar más proyectos en estos sitios.
El científico consideró que las condiciones naturales privilegiadas pueden echarse a perder, por ejemplo, cuando se establece un sitio urbano demasiado luminoso cercano o contaminando la atmósfera con partículas suspendidas en el aire.
En otros países, ya existen leyes que protegen los cielos para mantenerlos en estado óptimo para la observación astronómica. Por ejemplo en Arizona, en Estados Unidos, donde se han instalado varios observatorios durante el siglo XX, la legislación para proteger el cielo se estableció en 1972, con el objetivo de reglamentar el tipo de luminarias que se usan en las poblaciones y no perder el brillo del cielo. Una legislación similar en las Islas Canarias se estableció en 1988.
En México, ya contamos con una legislación que protege el cielo y reglamenta el tipo de luminarias que pueden utilizarse en el entorno. Se estableció en 2006, en la ciudad de Ensenada y en 2009, a nivel estatal.
La Unión Astronómica Internacional toma muy en serio este problema y cuenta con una división dedicada a la protección del cielo en sitios de importancia astronómica existentes y posibles.
William Lee destacó que la comunidad de astrónomos mexicanos tiene la obligación y la responsabilidad de proponer proyectos ambiciosos de gran envergadura y estar preparada para las oportunidades que se presenten. Por otro lado, dijo, el gobierno debe hacer un compromiso a largo plazo y garantizar los financiamientos, independientemente de periodos electorales.
Otro reto de la astronomía mexicana es aumentar el número de científicos dedicados a este campo. Itziar Aretxaga, coordinadora de Astrofísica del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica (INAOE), expresó que, de acuerdo con un censo de astrónomos levantado por ella misma, con base en las listas de la Unión Astronómica Internacional y otras listas de congresos del Instituto de Astronomía de la UNAM, hay 234 investigadores de esta área en el país, lo cual significa un astrónomo por cada 500 mil habitantes.
Esta cifra, 10 veces menor que el número de investigadores en Estados Unidos, de acuerdo con la especialista en formación y evolución de galaxias, está por debajo de la media en otros países.
Las cifras también revelan que el número de mujeres que se dedican profesionalmente a la astronomía ha disminuido o bien, el progreso de su carrera no ha sido tan amplio como el de los varones, pues al paso de los años ha habido una caída en el porcentaje de mujeres astrónomas miembros de los niveles más altos del Sistema Nacional de Investigadores.
La buena noticia, consideró, es que la astronomía es una de las ciencias más descentralizadas del país, y hay astrónomos repartidos en una buena parte del territorio nacional. Los estados con grupos más consolidados son el Distrito Federal con 35 por ciento de los profesionales de la astronomía, seguido por Puebla, Morelia, Baja California, Guanajuato y Jalisco, dio a conocer la investigadora del INAOE.
Por su parte, Manuel Peimbert, investigador emérito del Instituto de Astronomía de la UNAM, coincidió en que un astrónomo por cada quinientos mil habitantes es muy poco y planteó la meta de alcanzar la masa crítica de 20 astrónomos por cada millón de habitantes. En un país de 120 millones de personas, esto significaría llegar a 2 mil científicos de esta especialidad. Esta cifra permitiría que el impacto de la astronomía en la sociedad mexicana fuera más importante y significativo en el desarrollo cultural del país.
Las oportunidades y retos para la astronomía mexicana fueron parte de los temas de análisis en el encuentro El futuro en México de la investigación en Astronomía y Astrofísica convocado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, la Academia Mexicana de Ciencias y el Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República.
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